FICHA ANALÍTICA

Cintio: un amigo inolvidable
Saínz, Enrique (1941 - )

Título: Cintio: un amigo inolvidable

Autor(es): Enrique Saínz

Fuente: Revista Cine Cubano On Line

Número: 15

Mes: Julio - Diciembre

Año de publicación: 2009

Cintio Vitier, el gran amigo, hombre generoso y sabio que ya no nos acompañará con su amable y risueña presencia ni con sus comentarios lúcidos y sinceros. Se ha ido de la vida, pero nos ha dejado una obra memorable: poemas de un linaje y de unas calidades espirituales no muy frecuentes en la literatura de la lengua de los últimos años; un corpus ensayístico vigoroso y profundo, en el que hallamos acercamientos valorativos a nuestros poetas y a la historia de la crítica literaria y estética del siglo xix cubano; reflexiones inolvidables acerca de la naturaleza de la poesía; interpretaciones magistrales en torno a la vida y la obra de Martí y otras consideraciones acerca de autores relevantes de América Latina y de Europa, como César Vallejo, Jorge Luis Borges, Eduardo Mallea, Ernesto Cardenal, Gabriela Mistral, Santa Teresa, Juan Ramón Jiménez, Johannes Wolfgang Goethe, Heinrich Heine, Herman Hesse, Arthur Rimbaud, Stéphane Mallarmé, Paul Claudel. Luminosa constelación de poetas de primer orden con los que sostuvo un diálogo digno de esa jerarquía, a la altura de la herencia que esos autores nos dejaron. Siempre agudo, de intensa prosa que sabe adentrarse en el centro de sus búsquedas, sus ensayos nos imantan por la poderosa delicadeza con que expone sus criterios y apreciaciones, todas de refinadísimas resonancias, a la manera de los más grandes ensayistas latinoamericanos y europeos, a los que leyó con verdadera fruición, como es el caso, por ejemplo, de Charles Du Bos, de enorme impronta en su pensamiento, o el de Jacques Rivière, igualmente importante en su formación. Desde muy temprano, se inició en la lectura de textos y autores capitales, el primero de ellos Juan Ramón Jiménez, a quien debió la revelación de la poesía, como nos dijo en más de una ocasión en los diversos momentos en los que escribió sobre su extraordinaria obra. Cuando pronuncia la que quizá fue su primera conferencia, titulada «Experiencia de la poesía», leída el 8 de marzo de 1944 en el Ateneo de La Habana, deja ver ya una relación íntima y creadora con importantes clásicos de nuestra lengua y de otras culturas. Ya le eran cercanos los mejores poetas de los siglos de oro españoles y del modernismo y la vanguardia de Hispanoamérica. Poco después le llegó la revelación de Rimbaud, a quien dedicó un ensayo de una calidad que en nada desmerece de los grandes autores de prosa reflexiva del siglo xx. En aquella conferencia inicial hallamos asimismo otra virtud: su prosa intensa, límpida, de una claridad paradigmática, nutrida de una singular capacidad para decir sus intuiciones y hallazgos, sus conflictos y respuestas a los cuestionamientos de la realidad. Esas características vuelven en las sucesivas reflexiones que fueron conformando la totalidad de esa zona de su quehacer intelectual. Siempre sentiremos, leyendo las páginas de su ensayismo, el asombroso regocijo de su riqueza y de sus edificantes conclusiones.

A lo largo de los años se fue perfilando, cada vez con más precisión, la coherencia de la obra de Vitier, edificada desde una tradición universal que el autor asimiló tempranamente y con la que nunca dejó de establecer una comunicación renovada. En 1938 publica su primer poemario: Luz ya sueño, con una presentación autógrafa de Juan Ramón Jiménez, a quien el adolescente visitó en el Hotel Vedado, acá en La Habana, durante la visita del maestro andaluz.Con el transcurrir de la siguiente década, aparecieron los sucesivos cuadernos de poesía, reunidos en una compilación que tituló Vísperas. 1938-1953 (1953), logro mayor de las letras hispanoamericanas de esa época por la hondura y riqueza expresiva de sus mejores piezas. Hacia el final del volumen encontramos una nueva manera de decir y de sentir, diferente de la que predominaba en las entregas anteriores, tocadas en lo hondo por lo que denominó en un memorable poema «una angustia de historicidad». Refiriéndose a esa etapa marcada por un estilo que quiere adentrarse en lo real desconocido, nos dice el mismo Vitier:

    Si vivíamos en las tinieblas, ¿qué podía importarnos la oscuridad de las palabras? Esa oscuridad, por lo menos, era un velo nupcial. Detrás estaba el rostro de la poesía, cuyas facciones eran símbolos, cuyos símbolos, para mí, eran todas las criaturas reales que no pertenecían a la caótica historia: los árboles, las nubes, la costa, la luz.

Esa búsqueda de lo otro se va transformando en el diálogo con el otro, lección mayor de su conversión al cristianismo, cambio radical que abre una nueva dimensión a su vida y a su obra, génesis de su segunda compilación, Testimonios. 1953-1968 (1968), al que sigue otro libro de similar sustancia: La fecha al pie (1981), palabra igualmente diáfana y testimonio de una relación más armónica del autor con el suceder histórico y la cotidianidad, en un lenguaje más directo y claro. En el tercer gran núcleo de su lírica, Nupcias (1993), se evidencia un estilo igualmente acabado en sus revelaciones, nota distintiva de su creación toda. Ese volumen nos trae una síntesis de lo vivido y expresado en sus etapas precedentes, situado ahora el poeta en una altura mayor, como quien ha transitado ya por los caminos de la angustia y las contradicciones de la Historia y se detiene a mirar su pasado y su porvenir desde una distancia otra, siempre imantado por la búsqueda del ser último, del sentido último de la existencia. En su más reciente poemario publicado, Epifanías (2004), la relación del creador con su mundo íntimo, cotidiano, familiar, alcanza unas calidades de la más genuina plenitud.

En 1957 pronunció un ciclo de conferencias en el Lyceum de La Habana con el título de Lo cubano en la poesía, una obra fundamental que surge en un momento de nuestro país que el propio autor llamó «un período de cerrazón histórica». Fue escrito ese conjunto de ensayos «como un vehemente testimonio de fe poética». Son páginas en las que se nos van revelando, mediante juicios y matizaciones de una crítica iluminadora, los que el autor considera rasgos definidores de los más destacados poetas cubanos. La lectura de esos textos es toda una aventura intelectual, experiencia personal trascendente, como fue para el autor la lectura de los poetas también una experiencia personalísima. Es una obra magna sin erudición, respuesta apasionada de un poeta a la impronta que otros poetas dejaron en su vida como portadores de un sentido último de la nación y de la historia. Ahí se enfrenta la historia del país con la poesía, se establece una antítesis de la vida espiritual de Cuba y la vida de la política al uso en aquellos años de oscuridad y desazón. Es Lo cubano en la poesía un clásico al que siempre volveremos como a una fuente inagotable. Con otro libro se propuso Vitier mostrarnos la continuidad de nuestra historia, la organicidad de un pensamiento que va construyendo la nacionalidad cubana: Ese sol del mundo moral. Para una historia de la eticidad cubana, publicado primero en México en 1975 y veinte años después en Cuba. Realizó importantes antologías: Diez poetas cubanos. 1937-1947 (1948), muestra de todos los integrantes del Grupo Orígenes, su carta de presentación en la vida literaria nacional y de Hispanoamérica; Cincuenta años de poesía cubana (1902-1952) (1952); La crítica literaria y estética en el siglo xix cubano (1968-1974, en tres tomos), y Los grandes románticos cubanos (1960). Esa labor está encaminada igualmente a mostrar, en las voces de los poetas, la importancia de la cultura cubana. Su labor como traductor se destaca por su versión de Iluminaciones, de Rimbaud, publicada como libro en 1961 y posteriormente en varias ocasiones en diversos países. Nos dejó una novela-memoria, De Peña Pobre, integrada por cuatro partes que fueron apareciendo en ediciones cubanas independientes, más tarde, en 1990, en edición íntegra en México, y luego, en otras ediciones en Cuba y en el exterior. Es el relato de la historia de su vida, prosa cuidada y riquísimas referencias a los hechos que fueron marcando su trayectoria desde la infancia. Algunos cuentos completan su prosa narrativa, elaborados con similar dominio del idioma y una soltura que los hace muy asequibles a los lectores. Su pertenencia al Grupo Orígenes enriqueció la labor de ese formidable y transformador movimiento espiritual. Dentro de la vasta obra de Vitier fue diversa y trascendente su caracterización del Grupo y de los rasgos definidores esenciales y los aportes de su figura principal, José Lezama Lima, a la historia de nuestra expresión. En el desempeño de las labores de Vitier como profesor, investigador y participante en congresos nacionales e internacionales, puso en alto el nombre de Cuba. Fue miembro de la Asamblea Nacional del Poder Popular. Mereció el Premio Nacional de Literatura en 1988 por el conjunto de su obra y, en 1992, el Premio de Literatura Iberoamericana y del Caribe «Juan Rulfo» por sus aportes a las letras continentales. Recibió la Orden José Martí y fue Presidente de Honor del Centro de Estudios Martianos, de cuya célula originaria, la Sala Martí de la Biblioteca Nacional, había sido fundador en la década de 1970. Su trayectoria fue irreprochable en todos los órdenes: como hijo de Medardo, maestro, pensador y notable estudioso de Martí, como esposo de la poetisa y ensayista Fina García Marruz y como padre de los músicos Sergio y José María, una familia que ha mantenido vivo un legado espiritual cuyos inicios están en los comienzos mismos de nuestra entrada en la historia universal. Ese legado, parcialmente traducido al francés, al italiano y al ruso, sustenta nuestra identidad y se irradia, para todos, hacia el porvenir.

Web: http://www.cubacine.cult.cu/sitios/revistacinecubano/digital15/cap04.htm