FICHA ANALÍTICA

Raúl García, el elegante caballero del sonido
Labrada, Jerónimo

Título: Raúl García, el elegante caballero del sonido

Autor(es): Jerónimo Labrada

Fuente: Revista Cine Cubano On Line

Número: 14

Mes: Abril - Junio

Año de publicación: 2009

Conocí a Raúl García Aparicio en el año 1968, cuando trabajé como su asistente en un documental que se rodaba en Nuevitas, Camagüey, dirigido por Manuel Octavio Gómez. Era mi primer trabajo después de graduarme en un curso organizado por el ICAIC para formar sonidistas de cine. Alfredo Guevara, en una de sus visitas nocturnas a «la casa latina»1 –donde vivíamos– nos había dicho: «El ICAIC será una gran escuela para ustedes.» En efecto, ahí comenzó para mí ese aprendizaje de la práctica, guiado por uno de los grandes sonidistas del cine cubano.

Raúl demostró allí su capacidad como docente y, sobre todo, su gran calidad humana, desprovista de todo rasgo de celo profesional, egoísmo o actitudes de rechazo hacia las nuevas generaciones de sonidistas. Su espíritu de colaboración y sus deseos de compartir sus experiencias y conocimientos fueron cualidades que me impresionaron fuertemente y que siempre recordaré con cariño y respeto. Con aquella actitud se nos abrían las puertas del Departamento de Sonido del ICAIC, donde luego constituiríamos una gran hermandad formada por compañeros de disímiles procedencias y generaciones. Raúl, con su bondad y amable personalidad, contribuyó a esa unidad.

Por supuesto que aprendí en esa ocasión muchas cosas relativas a la práctica en el rodaje documental, algunas relacionadas con la técnica de registro del sonido y, sobre todo, un sinnúmero de cuestiones acerca del vínculo dentro del grupo creativo de rodaje. Temas que no aparecían en ninguno de los manuales consultados. Era la práctica de la creación cinematográfica. En esencia, se trataba de lograr, con una participación activa, que el sonido se incorporara a la historia como un elemento más de la narración.

Otro hecho que recordaré siempre es lo bien que pasamos aquella temporada en Nuevitas, en compañía de Raúl y del resto del equipo. García, quien tenía un especial y agudo sentido del humor, podía hacer de cualquier situación embarazosa una interpretación que nos provocara una gran carcajada, luego de la cual se abordaba mejor el asunto, por complejo que fuera. Cuando aparecieron los argentinos Les Luthiers, a cada rato nos desternillábamos de la risa recordando algunos de sus geniales números. Siempre que nos encontrábamos había risas, en ocasiones llegamos hasta las lágrimas, y eso es algo inolvidable e inigualable de mi relación con Raúl.

Él había estudiado electrónica, y yo también. A veces nos pasábamos horas en mi casa escuchando las comunicaciones de los radioaficionados. Así que un buen día nos fuimos los dos a la Federación de Radioaficionados de Cuba (FRC), en busca de un viejo radio de comunicaciones con la intención de echarlo a andar para él. Ahí mismo nos hicimos miembros de la FRC, como radioescuchas. CM2-908 era su indicativo. Logramos que aquel viejo Hallicrafter comenzara a funcionar, y más tarde le agregamos un sintonizador de televisión, adaptado, para poder escuchar las comunicaciones aéreas. Hacer la antena “J”, y todos esos detalles, nos tenía de lo más entretenidos por esos tiempos. En esa especie de juego científico, se ponía también de manifiesto su gran capacidad para relacionarse de forma práctica con los aspectos técnicos. Años más tarde, siempre surgía el recuerdo de aquellos días.

Raúl fue un pionero. En el Departamento de Sonido constantemente se daban situaciones en las que teníamos que inventar la solución a determinados problemas técnicos. Él siempre estaba cerca dando ideas creativas en las que se advertía un profundo sentido, no solo técnico, sino también cinematográfico, una interpretación correlacionada con las necesidades prácticas del cine.

De izquierda a derecha: Jéronimo Labrada, Raúl García, Manuel Octavio Gómez y el camarógrafo Luis García en “La primera carga al machete”.Aun cuando en las películas cubanas de los años sesenta se deslizó alguna que otra secuencia de sonido directo –como es el caso de Memorias del subdesarrollo–, la primera película completamente rodada con sonido directo, que lo utilizó hasta la copia de exhibición, fue La primera carga al machete, dirigida por Manuel Octavio Gómez. Allí Raúl se lució, no solo en el sonido de la película –lo cual implicaba gran dominio de la compleja técnica de registro sonoro, que era un reto para la época–, sino, sobre todo, porque no existían experiencias anteriores, ni del personal de sonido, ni del resto del equipo creativo. Raúl supo resolver dichos problemas e iniciar una serie de reflexiones, de las que bebimos todos, acerca de las formas de abordar la realización del sonido directo desde el propio guión, e incluso hasta la relación del área de sonido con las actividades de otros departamentos.

En esa época no era posible obtener sonido directo con la cámara en mano, ya que no existían las grabadoras portátiles que pudieran sincronizarse con la cámara, ni tampoco la cámara era manuable y silenciosa. Raúl tuvo que diseñar y presionar al Departamento de Producción para que se construyera un «blindaje» sonoro y manuable para la ruidosa cámara Arri IIC, de la época de la Segunda Guerra Mundial. También él y su grupo iniciaron una gran cantidad de pruebas para verificar el máximo tiempo de sincronía que se podía lograr con los equipos disponibles. En la entrevista realizada por Víctor Fowler, que aquí se publica, él relata los avatares de esta invención que hizo posible el registro sonoro, en directo, en la película donde Jorge Herrera rodara, cámara en mano, una de las experiencias fotográficas más osadas de la historia del cine cubano. El resultado fue totalmente exitoso, lo cual estimuló la adquisición posterior de generadores de sincronismo para las cámaras, la compra de micrófonos adecuados y realizar otras innovaciones para registrar el sonido directo en sincronía. A partir de aquí, todas las películas cubanas se grabaron con sonido directo, y los sonidistas de los filmes de ficción asumieron el proceso de sonido, desde el registro y la posproducción, hasta la mezcla final.

Recuerdo también que en aquella época teníamos poca práctica para reportar el trabajo realizado en los procesos de posproducción. Un día, le pedí a Raúl que me ayudara con alguna idea de cómo conformar ese reporte. Por la tarde me trajo una hoja con un diseño de planilla que, además de práctico y fácil de llenar, era muy bonito. Durante años, ese fue el modelo utilizado…

En varias ocasiones, estando yo en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio los Baños (EICTV), intenté que Raúl trabajara con nosotros en el área de sonido, pero eso no fue posible hasta 1996 o 1997, cuando asesoró los rodajes de los ejercicios de ficción del primer año. Los alumnos quedaron más que satisfechos de su trabajo como asesor, e incluso Raúl actuó en algún que otro cortometraje. Pero su quehacer constante en las películas del ICAIC no le permitía escaparse por mucho tiempo para otras actividades.

Con la llegada de los modernos sistemas de edición de sonido usando la computación, Raúl fue –entre los «viejos sonidistas del ICAIC»– el único que se propuso aprender la nueva técnica. Así, venía a la EICTV y dedicaba largas jornadas a trabajar con esas máquinas, hasta que logró familiarizarse con la nueva herramienta. En los últimos años, era de los pocos de su generación que se había mantenido actualizado y en condiciones de seguir creando para el sonido de las cintas. Numerosas fueron las películas recientes en las que realizó el diseño y el montaje de sonido.

Desde septiembre de 2007 pudimos tenerlo como coordinador en la cátedra de Sonido de la EICTV. Era un coordinador de lujo. No solo se dedicaba a las tareas administrativas del cargo, sino que, sobre todo, desplegaba un trabajo de creación pedagógica de gran alcance. Lo mismo impartía clases sobre determinadas materias de la especialidad, que se iba con los muchachos a filmaciones fuera de la escuela, donde era fundamental. Su personalidad y actitud hacia el trabajo se convertían para los alumnos en fuente de inspiración y ejemplo.

Recuerdo que en una época le dio por volar aviones en simuladores. Alcanzó a tener en su paleta aviones de gran complejidad, y llegó un momento en que podía despegar y aterrizar felizmente grandes naves. Tal era su dedicación, persistencia y habilidad para relacionarse con las cosas técnicas.

Los sonidistas Jerónimo Labrada, el argentino Nerio Barberis, Raúl García y el peruano Francisco (Pancho) Adrianzen, en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños.Sin dudas, donde más brillaba y se le reconoce a Raúl por todos, fue en el plano de las relaciones humanas. Era un hombre de un alto nivel de honestidad y seriedad, incapaz de lastimar a alguien, se esforzaba constantemente por mantener a su alrededor un clima de armonía y bienestar espiritual. Sin embargo, era intransigente con las cosas mal hechas o con la falta de disciplina en el trabajo. Más de una vez lo vi discutir fuertemente por estas razones.

Si bien es de gran importancia la obra física dejada por Raúl en las películas en que participó, creo que su mayor aporte a la cinematografía, no solo nacional sino también universal, está en esos alumnos de la EICTV, que escribieron expresiones de cariño y admiración hacia su profesor. Ese ha sido el homenaje mayor. Fueron muchos los que el día de la desaparición física del maestro llenaron nuestros buzones con palabras como estas:

    No puedo creer esta terrible noticia... ¡Qué tristeza más grande!, se nos fue el teacher Raúl, gran sonidista, gran amigo y sobre todo una gran persona. Recuerdo con nostalgia sus charlas míticas con Raulito Rodríguez, rememorando los años de oro del ICAIC, mientras nosotros jugábamos a ser cineastas en nuestro ejercicio de tres minutos de filmación. También cuando sus viajes por el mundo para mezclar producciones inmensas, nos hacían soñar con parecernos a él algún día. Y cuando descubrí que estudió en el famosísimo Colegio Baldor, el mismo de donde salió el álgebra y la geometría con la que aún aprende toda Colombia. Pero el teacher no solo aprendió las ciencias aritméticas, siempre fue un caballero, de lo más elegante e interesante que conocí. (Carlos Ibáñez, ex alumno colombiano.)

 1 Casa propiedad del ICAIC, en la calle 19 entre 4 y 6, El Vedado, donde se albergaban los estudiantes del curso de sonido.

 

Descriptor(es)
1. CINE CUBANO
2. ESCUELA INTERNACIONAL DE CINE Y TELEVISIÓN (EICTV), SAN ANTONIO DE LOS BAÑOS, CUBA
3. GARCÍA APARICIO, RAÚL
4. HOMENAJE
5. SONIDO EN LA CINEMATOGRAFIA

Web: http://www.cubacine.cult.cu/sitios/revistacinecubano/digital14/cap03.htm