FICHA ANALÍTICA

Agradecidos por la quinta puerta.
Borroto Trujillo, María Antonia (1973 - )

Título: Agradecidos por la quinta puerta.

Autor(es): María Antonia Borroto Trujillo

Fuente: Revista Cine Cubano On Line

Número: 6

Año de publicación: 2007

Agradecidos por la quinta puerta.

El Taller Nacional de Crítica Cinematográfica cumplió quince años. La oración, sencilla, convencional y hasta aniñada, apenas resume un hecho. En realidad, debiera ir acompañada de signos de interrogación o de admiración. Los primeros para quienes, remisos al paso del tiempo, apenas podemos creer lo rápido que pasan los años. Los segundos, para significar cuánto de entrañable cercanía tiene el asunto para los amantes del cine. Entre los cinéfilos camagüeyanos el tiempo se organiza de muy rara manera.

En La Habana, diciembre marca el especial encuentro con el cine. Dígase Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano y se sugiere un cosmos. Los nortes prestados, la cálida atmósfera del Hotel Nacional y la no menos calurosa de las tantas colas en los cines, con el ir y venir apurado, los cálculos para saber si hay tiempo para esta o la otra película, la siempre difícil elección... El tiempo es el gran enemigo. Un tiempo que se bifurca y que por las paradojas del arte contiene todos los tiempos y todos los espacios. Los diez días del certamen, a pesar de lo rápido que transcurren, parecen contener muchos otros días.

Algo similar sucede en marzo en Camagüey. Aquí el encuentro con el séptimo arte es en el tercer mes del año, y ya se sabe cuánto de sagrado comporta ese número. Marzo y su equinoccio, inicio de la primavera. Un marzo otrora muy frío, ahora casi cálido. Marzo es entre los principeños el mes del cine, como lo es, respecto al audiovisual joven, octubre o noviembre, consagrados al Almacén de la Imagen. Uso la palabra consagrados con toda intención, pues entre algunos de nosotros, la relación con el cine tiene atributos casi sacros.

Imposible es precisar la exacta impronta del taller en la ciudad. Hace un tiempo, hablé del taller como de una quinta puerta, la que según Anaïs Nin tiene toda ciudad, puerta que completa las cuatro peatonales y que significa la irrupción de otra realidad donde la realidad «real» aparece quintaesenciada. La metáfora me sigue resultando turbadora. Propia para el arte, tiene en marzo una de sus expresiones más cabales. Ciudad simbólica llama Juan Antonio García a los talleres. Coinciden en el término el valor de lo simbólico y la arquitectura —casi me atrevo a escribir el sentido urbanístico— con que es diseñado el taller. Esta otra palabra tiene connotaciones muy precisas. Como mismo, para un cinéfilo, el Festival —sin otro apelativo— no se presta a equívoco alguno, tampoco el Taller vive el peligro de la confusión. La elección del término es uno de los primeros aciertos, pues alude al trabajo, noble actividad a la que debemos nuestra humanidad. Pero también tiene muy sutiles significados, en franca confluencia con este primero. Del francés atelier, es el lugar en que se trabaja una obra de manos, y también una escuela o seminario de ciencias o de artes. Y más aún: conjunto de colaboradores de un maestro. Se puede hablar por tanto de una obra de taller. Todo ello es posible respecto a este evento.

Nacido en 1993, ese año tan tremendo para el país y su cultura, pronto se hizo imprescindible. No se suponía en esa primera ocasión que hubiera una segunda vez. Pero las ha habido, como ha habido también la vocación por contrarrestar la oralidad casi consustancial a la cita. Las memorias de varias ediciones convertidas en textos de consulta obligatoria siguen el itinerario del pensamiento cubano en torno al cine y los fenómenos de recepción. Diez años que estremecieron la crítica, de Armando Pérez Padrón, por su parte, es un libro útil, pues rescata la historia de las primeras ediciones, recuento necesario para la conformación de la memoria cultural de la comarca.

Porque el taller dialoga muy sabiamente con la ciudad que, maternal, lo cobija. Para entender esto, debo advertir antes que, más sabiamente, dialoga con las artes. Todo ello, claro está, redondea aún más la idea de la puerta de que hablé antes. Las discusiones de varias ediciones giraron en torno a la confluencia de las artes y a sus especiales vínculos con el cine. Pero no solo esto: los conciertos, espectáculos danzarios y exposiciones de artes plásticas ampliaron las sesiones de trabajo.

Algo similar sucede en los cines. Para muchos, el taller es sinónimo de festival de cine. Es la posibilidad de ver el cine que no se ve —como muy atinadamente se llama uno de los ciclos—, para aproximarse a los entresijos del Oscar, del cine latinoamericano, del erótico... entre otras variantes posibles. Sin estudios a la mano, se puede asegurar que el taller ha posibilitado el crecimiento del público. Y no hablo solo de las cifras, sino del ensanchamiento del universo audiovisual de los agramontinos, ámbito en el que debe compartir honores con el Almacén de la Imagen, las casi míticas funciones de la Cinemateca y el sólido movimiento de cineclubes, en particular el François Truffaut.

El evento propicia el siempre necesario debate y actualización de los críticos, el surgimiento de publicaciones y hasta de otros eventos que, herederos de la constancia y valentía del Taller, también en otros lares, propician, desde diversas ópticas, la reflexión sobre el cine. El propio Juan Antonio García, en un artículo publicado en la revista Senderos de la Oficina del Historiador de la Ciudad, asegura que el nacimiento de la Asociación Cubana de la Prensa Cinematográfica estuvo muy asociado a la existencia de este foro. Y si ello fuera poco, el público se ennoblece con las discusiones teóricas y con los beneficios de la luz.

El año de los quince

Este año, organizado por el Centro Provincial del Cine y por la Cátedra de Pensamiento Audiovisual Tomás Gutiérrez Alea, de la filial del Instituto Superior de Arte, las miradas estuvieron orientadas hacia el más añejo cine nacional. Fue muy agradable tener al veterano Roberto Miqueli, participante en muchas producciones, tanto en el cine prerrevolucionario como una vez constituido el ICAIC. Sus memorias tejieron cabales retratos de los años iniciales, de la especial atmósfera de aquellos tiempos. Fue merecedor, junto a la editorial Oriente, del premio Cinema, máximo galardón del Centro Provincial del Cine. La presencia de Miqueli marca otra de las líneas del taller: la posibilidad del intercambio con los hacedores del cine cubano, lo que es igual a decir que la cita ha generado una fascinación, rayana con la que sienten los niños cuando desarman su juguete favorito, para quienes hemos podido aproximarnos a las realidades de los sets de filmación. ¿Quién no recuerda las provechosas charlas con Mirta Ibarra, Fernando Pérez, Luis Alberto García, Nelson Rodríguez, Enrique Molina y Jorge Perugorría, entre otros?

 Primó en esta ocasión la vocación historicista a propósito del cine nacional. Una historia que se rehace continuamente gracias al aporte de quienes trabajan a sabiendas de que no se trata solo de recuperar datos o situar nombres, sino de entender la dinámica de los procesos culturales. En tal sentido, colaboran las personales perspectivas de Alberto Ramos, José Rojas Bez, Mario Naito, Alicia García, Rafael Rey, Jorge Yglesias, Armando Pérez, Lionel Valdivia, Juan Antonio García, Luciano Castillo y Emmanuel Vincenot (Francia), estudioso de nuestro cine. Hubo, sin embargo, momentos para el siempre polémico mundo de la literatura en sus contactos con el séptimo arte. También Frank Padrón, Verónica Fernández, Ingrid Socorro y Pablo Ramos trataron el universo de la música en el cine nacional.

A tenor con su propio crecimiento y con la búsqueda de la permanencia, lograda en buena medida con la publicación de las memorias, los talleres convocan al Premio Nacional de Investigación y Crítica Cinematográfica, merecido en esta ocasión por «Contextos, conflictos y consumaciones. Análisis crítico del cine cubano entre el 2000 y el 2006» (Crítica), de Joel del Río y «Entre el vivir y el soñar: pioneros del cine cubano», investigación, del binomio Luciano Castillo-Arturo Agramonte.

Uno de los instantes más importantes fue la función especial de La virgen de la Caridad, de Ramón Peón, única película silente cubana que se conserva íntegramente. Estrenada el 8 de septiembre de 1930, volvió a ser exhibida con el espíritu de la proyección original: acompañamiento musical en vivo, a cargo de las pianistas Lourdes Cepero y Yalín Toledo, y la violinista Anabel Estévez, alumna del Conservatorio José White. Debo convenir en lo memorable de la noche. Si bien los festivales del Nuevo Cine Latinoamericano sorprenden con proyecciones de películas silentes con música en vivo —recuerdo en especial Los nibelungos, de Fritz Lang—, sedujo en este caso el espacio —el patio interior de la Casa Natal del Mayor—, la elección de la música —con abundantes temas cubanos junto a obras de Chopin, Debussy, Prokofiev y, muy en especial, el «Ave María» de Charles Gounod— y su correspondencia con la dramaturgia de la cinta, hasta el punto que esta se mostró en su real dimensión.

 «Autorretrato con máscaras», de Joel Jover, en la galería del Consejo Provincial de las Artes Plásticas, fue inaugurada especialmente para el evento, como lo fue también una muestra fotográfica sobre el quehacer de Ernesto Caparrós. Varios libros sobre cine fueron presentados, algunos con la presencia de sus autores, así como los más recientes números de la revista Cine Cubano y el anuario Puerto Príncipe 2006, de la filial camagüeyana del Instituto Superior de Arte.

La premiere de Madrigal, de Fernando Pérez, con la presencia de una parte del equipo de realización, marcó, junto a los acordes de la orquesta de guitarras Santa María Ex-corde, el inicio del Taller. En la clausura, el 17 de marzo, fue el homenaje a los críticos que se aventuraron en aquella primera vez, presentes en esta cita. Armando Pérez Padrón, integrante del núcleo fundacional de los talleres y uno de sus ángeles guardianes, también fue reconocido.

Aunque, a decir verdad, el taller ha tenido —y tiene— muchos ángeles guardianes. Así pueden ser vistos los críticos y creadores que apuestan por la cita, y los intelectuales y artistas agramontinos que, de año en año, se involucran en esta o la otra acción. Pero tiene el más fervoroso de los cortejos en el público, su público: agradecido de esta quinta puerta que le permite crecer y reconocerse a sí mismo.



Descriptor(es)
1. CRÍTICA CINEMATOGRÁFICA
2. CRITICA E INTERPRETACION
3. EVENTOS
4. INVESTIGACIONES CINEMATOGRAFICAS
5. TALLER NACIONAL DE CRITICA CINEMATOGRAFICA, CAMAGUEY, CUBA
6. TEORÍA DEL CINE

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