“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

ENTREVISTA


  • Flores silvestres, una historia rodada en Mozambique, sobre una joven que lucha por conseguir medicamentos

    El realizador pamplonés mostrró por primera vez en Madrid su primer largometraje de ficción, Flores silvestres, una historia rodada en Mozambique y protagonizada por una joven que lucha por conseguir medicamentos para su madre mientras traza su propio camino en el teatro.

    Mikel Ardanaz (Pamplona, 1964) fue el encargado de abrir en el Cine Doré de la Filmoteca Española la Muestra de Cine Navarro, que continuó con el primer pase de Mami Blue, el nuevo trabajo de Miguel Ángel Calvo Buttini, y terminó con Cosmos, ópera prima que Diego Fandos estrenó hace un par de años.

    ¿Con ganas de que el público vea hoy este proyecto?

    Sí, con muchas ganas. Es una oportunidad muy importante y será el primer contacto de la película con el público. De hecho, acabamos de hacer las copias el viernes pasado, así que está recién terminada.

    Después de una quincena de documentales, con esta historia decide dar el salto a la ficción, ¿por qué?

    Nosotros hemos hecho muchos documentales en México, Guatemala, Ecuador, Colombia; también en la India y en África. Y cuando estuvimos en el Congo y en Uganda, al ver su situación y, sobre todo, al conocer el campo de refugiados de Goma, me entraron ganas de hacer una ficción. La estructura del documental no me servía para lo que quería contar y necesitaba otro esquema. El argumento se fue construyendo a partir de los relatos que nos contaban los refugiados, de las historias de las niñas violadas...

    Así va surgiendo Flores silvestres, ¿qué nos cuenta este largometraje?

    La protagonista es una joven de unos 20 años que tiene a su madre enferma. No tiene trabajo, sólo le sale algo de vez en cuando, y debe conseguir dinero para pagar los medicamentos. Es hija única, no tiene familia y a lo largo de toda la película lucha por conseguir los fármacos, pero también por encontrarse a sí misma, por mantener la ilusión de cambiar las cosas y por intentar salir de ese barrio de Maputo en el que ha vivido siempre.

    Tanta experiencia documental habrá dejado su huella en el tratamiento de la historia.

    Creo que sí. Al fin y al cabo, venimos del mundo del documental, un mundo maravilloso, y esta influencia seguramente se nota en cosas como el tratamiento de los personajes, más cercanos a la realidad, y en otros aspectos.

    Está claro que para este proyecto no ha escogido ni una historia fácil ni un espacio sencillo donde rodar.

    Así es. Contábamos con factores un poco complicados: el rodaje fue en Mozambique, donde se habla portugués; todos los actores eran locales... La verdad es que el rodaje no fue sencillo, en diciembre hubo inundaciones y tuvimos que trasladar todo a la época seca, en julio. Las diferencias culturales a la hora de entender y afrontar el trabajo también eran grandes, pero, eso sí, en todo momento fueron muy profesionales y responsables. Cuando les quedó clara la importancia de la planificación del rodaje no tuvimos problemas. Además, lo bueno fue que Maputo tiene mucha tradición teatral a raíz de la guerra, en la que quedaron aislados.

    ¿Eso facilitó encontrar al reparto?

    Principalmente, trabajamos con actores del Teatro Avenida, del que es propietario Henning Mankell, y con algún otro, de manera que los principales actores de Mozambique salen en la película.

    ¿Cómo veían ellos la historia que quiere contar esta película?

    Antes de rodar, estuvimos varias veces en Mozambique para localizar y para ver los problemas que podrían surgir, aunque ahora mismo es un país que está relativamente tranquilo. Trabajé mucho el guión con los actores para adaptar algunos de sus elementos a la cultura local y les gustó; les pareció una historia atrevida y participaron bastante en todos los detalles.

    ¿Estamos ante un drama?

    Sí, pero no es un drama en el que no existan elementos de alegría. Aquí vemos las cosas distintas, pero los africanos no viven sus realidades como un drama. Igual que en sus vidas, en la película hay alegrías y tristezas que se van sucediendo.

    ¿De dónde viene el título?

    Se trata de plasmar el contraste entre la ciudad y el campo en la vida de estas dos mujeres. Las dos son de ciudad y se trasladan al campo y quería mostrar esos dos mundos que están en rebeldía, con un trasfondo también medioambiental.

    La película se verá hoy en Madrid, ¿qué camino seguirá en adelante?

    En septiembre tenemos previsto llevarla a la Feria de Cine Africano de Nairobi, también irá a Toronto, por supuesto a Maputo, y nos gustaría estrenarla en las salas españolas en otoño o invierno, pero como hemos andado como locos para tenerla lista para hoy, no hemos tenido tiempo aún de contactar con distribuidores.

    ¿Cómo le gustaría que los espectadores recibieran la película?

    Me gustaría, sobre todo, que la vieran con una mentalidad abierta, dejando al margen los estereotipos que puedan manejar sobe África. Que abran la mente y que sepan contextualizar lo que sucede en la película como parte de unas costumbres y una cultura diferentes.

    Porque, aunque sea una ficción, hay una clara intencionalidad social en este trabajo.

    Sin duda. Nosotros venimos del documental social y en esta primera película no hemos abandonado esta voluntad en absoluto. Del mismo modo que seguiremos trabajando en el género documental.
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