“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

EDITORIAL


  • El pueblo, personaje central
    Por Miguel Littín

    Carecemos de cámaras, carecemos de película virgen, carecemos de equipo técnico, carecemos de todo, pero de lo que no debemos carecer es de la voluntad de hacer un cine nuevo y revolucionario. Esto es lo que nosotros tenemos que incentivar: ir buscando la forma concreta de poder producir en la medida que se vaya desarrollando nuestro propio país. Somos un país subdesarrollado en todas las áreas de la economía, en el cine también lo somos, y esto lo tienen que entender nuestros compañeros.

    Hay que hacer un poco de historia, de qué era el cine chileno, o qué es el cine chileno; es decir, a partir de un momento aparece un nuevo cine chileno que se plantea la realidad con responsabilidad política, tratando de expresar las formas de la cultura popular, que subyacen prácticamente bloqueadas por la penetración cultural, es una cultura subyugada, es la cultura del pueblo, que es la raíz de donde nosotros partimos, la cultura de un pueblo que muestra a través de sus formas culturales su sometimiento, pero también su rebelión y ese es el punto de partida fundamental para nosotros: la rebelión del pueblo. ¿Cómo lo vamos a realizar? Lo iremos realizando en la medida que podamos y no formularemos una forma de hacer cine, sino tantas como sean necesarias, como decimos en nuestro manifiesto.

    ¿Qué significa esto? En pocas palabras significa tantas formas como sean necesarias, pero dentro del desarrollo social de nuestra revolución. No vamos a impulsar un cine reaccionario o un cine tibio, un cine que no esté acorde con nuestra realidad social y política, sino todo lo contrario.

    Es decir, frente a la penetración cultural, frente a todo lo que ha significado el neocolonialismo a que hemos estado sometidos por tanto tiempo, y que nos ha hecho imitar las formas culturales del extranjero, nosotros planteamos que tenemos que bucear en lo que verdaderamente hemos sido como pueblo y como historia. Desde allí partimos a investigar nuestra realidad, para surgir con una obra que constituya, tanto en la forma como en el contenido, un mensaje ideológico que sea verdaderamente un patrimonio cultural del pueblo chileno.

    Nuestro primer acercamiento a esta realidad y a esta subcultura es la investigación permanente. Es decir, decíamos antes, y lo repetimos hoy, si uno interpreta la conducta y la moral de sus semejantes desde lejos, desde un escritorio, en general adjudica a sus contemporáneos valores, comportamientos y moral que no son de ellos, sino que de uno. Y los que estamos haciendo cine ahora hemos recibido valores determinados por una educación que está delimitada por formas culturales que vienen de la cultura del opresor, de la cultura europea, de la cultura imperialista, por llamarla así.

    Esas son las grandes perspectivas. Frente a todos los problemas yo vuelvo a repetir, hay que anteponer la voluntad, la voluntad de construir, la voluntad de testimoniar nuestro momento histórico y político, nuestra voluntad de servir a la revolución chilena, con material de archivo, con fotografías, como sea; con Talleres, donde la gente se reúna, discuta, delibere y analice responsablemente y plantee entonces, a través del cine, nuestra  realidad.

    (...)
    Porque nosotros hemos sostenido y seguimos sosteniendo con mucho énfasis que no hay cine revolucionario en sí sino sólo en la misma medida que esto motive una acción revolucionaria en el pueblo a quien va dirigido. Hay muchos filmes en estos momentos que se anteponen el cartel de revolucionarios. Pero un momento; nosotros decimos que no hay filmes revolucionarios en el cine, y queremos que el propio cineasta compruebe cuál está siendo efectivo en el público al cual va dirigido su obra. Y en la misma medida que estamos sirviendo de instrumento de comunicación también estamos dejando de ser pequeño burgueses, estamos aprehendiendo toda esta cultura, esta forma de vida popular y también estos puntos básicos para desarrollar a partir del documental todo un cine argumental, un cine que ya es cada día menos de ficción en América Latina. Cada día es menos ficción en la medida en que está mostrando las luchas de los pueblos por la  liberación.

    (...)
    (En nuestro próximo filme El chacal de Nahueltoro) estará la vida campesina con toda su mitología y narrada en un lenguaje que quiero que sea cada vez más simple y cada vez más popular. Es que yo quiero entenderme con la gente, yo quiero que la gente me entienda, yo no quiero buscar ninguna forma de lenguaje hermético, quiero hacer un cine que se exprese a través mío y yo tener un instrumento de comunicación con el pueblo, con las masas. Yo no tengo nada que decirles. Son ellos los que tienen que decir todo y este es el filme que yo quiero hacer.


    (Fuente: Revista Cine cubano Número 76-77)


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