“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

CRITICA


  • Los viajes del viento: Odisea Caribe
    Por Nicolás Mendoza

    Una y otra vez Ciro Guerra define Los viajes del viento como una película sobre “lo que nos une”. Una sentencia críptica, de interpretación abierta, que en un comienzo parece una de esas frasecitas bien intencionadas que no significan nada. ¿Cómo puede ser que una película con una localización tan específica (el Caribe colombiano en los años sesenta) pueda hablar por todo el país que somos ahora? A medida que uno escucha a Guerra y sigue el hilo de sus ideas se desvanece la duda inicial.

    Uno siente, de verdad, por qué al ver Los viajes del viento queda una sensación de estar ante una obra de arte sólida, universal y atemporal. “Lo que nos une” aparentemente no es otra cosa que la cultura colombiana; esa cosa extraña que ha resultado del mestizaje en estas tierras. El genio de Guerra consiste en ir más allá: en encontrar que nuestra historia particular es solo una parte, porque “lo que nos une” no es, como podría suponerse, solamente la colombianidad, sino una cultura humana universal marcada por mitos fundamentales.

    Es por esto que la película tiene una estructura que ha sido replicada durante miles de años por las culturas más diversas: el largo viaje de un héroe hacia lo primordial. Es la historia de La Odisea, pero también la de La guerra de las galaxias, de El señor de los anillos, de El mago de Oz, de Apocalypse Now, o de Thelma y Louise, por mencionar al azar algunos de los ejemplos de ese mito. Como lo importante es el viaje, cualquier medio de transporte vale: desde las naves espaciales, las piernas, las lanchas o los convertibles. El héroe de Los viajes del viento, sin embargo, va en burro: un burro tan parsimonioso que un niño lo sigue caminando sin esfuerzo. Sandro Romero lo definió felizmente en la crónica publicada el año pasado en Arcadia sobre el rodaje de la película como un burroad-movie.

    Guerra explica cómo funciona toda odisea: “El viaje del héroe se construye a través de las paradas. Esa es una estructura episódica por naturaleza, y cada episodio gira en torno a una idea”. Luego da el gran salto conceptual que nos trae de vuelta a Colombia: “Lo puedes hacer con lo que quieras, pero en este caso la idea era los elementos que componen la cultura Caribe: está el elemento negro, está el elemento indígena, está el elemento de la violencia”. Cada una de las paradas de la película encierra una parte fundamental de la cultura y la música para llegar a lo que Guerra define como “una deconstrucción de los elementos que, para mí, componen el Caribe profundo”. Esa deconstrucción es Los viajes del viento. “Ese camino es una recogida de raíces para llegar a lo básico”. Y lo básico es el viento, la esencia del acordeón, de la gaita y de esa cultura Caribe que vamos descubriendo a lomo de burro.

    Que en Colombia vivimos sumergidos en un mundo lleno de magia no es ninguna noticia. García Márquez narró esta sencilla realidad a su manera hace muchos años, y Ciro Guerra lo hace ahora a la suya. El mundo de Los viajes del viento está atravesado por demonios y leyendas que no necesitan materializarse porque habitan en la mente de la gente. No hay nada en la película que desafíe las leyes de la física, y sin embargo la magia está ahí. “El pueblo caribeño rige su realidad por elementos mitológicos: toma por ciertas cosas que no son factibles; en Valledupar en los años cuarenta la gente iba los domingos a ver la sirena, y la gente iba y veía la sirena y se devolvía y te decía que había visto la sirena”. En el mundo de guerra no hay, sin embargo, mariposas amarillas ni mujeres que vuelan.

    Pero, en Los viajes del viento si hay un objeto mágico. En este caso es el acordeón del diablo. Un objeto alrededor del cual gira la trama, y que produce tantas pasiones y conflictos. Guerra es consciente de haber enfocado toda la energía de su película hacia un objeto que forma parte del imaginario universal: el acordeón del diablo es la materialización caribeña del mito de Orfeo, quien bajó al inframundo con su lira para rescatar a su esposa. “El enfrentamiento con el diablo se repite en todas las culturas, Martín Fierro, Paganini, Orfeo, Daniel Johnston… la música es una cosa tan sobrenatural que siempre, a lo largo de la historia, la gente le ha dado explicaciones mágicas”. Ignacio Carrillo, el héroe de la película, carga con el acordeón del diablo, el que alguna vez fue de Francisco el Hombre, nuestro Orfeo colombiano.

    Después de un paseo por tierras lejanas, la conversación vuelve a Colombia. Para Guerra la música vallenata clásica sirve como metáfora del país. ¿Por qué? La razón es tan sencilla como clara; la estructura de la música vallenata resume nuestra historia: “La música vallenata es la única que mezcla en partes iguales el elemento europeo, que es el acordeón; el elemento indígena, que es la guacharaca, y el elemento negro, que es la caja, y eso es lo que somos nosotros”, dice Guerra. Y uno comienza a entender qué demonios quiere decir cuando habla de “lo que nos une”.

    Los viajes del viento: Caribbean Odyssey
    By Nicolás Mendoza

    Once and again Ciro Guerra defines Los viajes del viento as a film about “what unites us”. It is a cryptic sentence open to interpretation, which initially seems to be one of those well intended phrases that mean nothing. How can a film with such a specific location (The Colombian Caribbean of the 1960´s) speak on behalf of the whole country that we are now? As one listens to Guerra and follows the course of his ideas the initial doubt disappears.

    One feels, indeed, why when watching Los viajes del viento the feeling of being in the presence of a solid, universal and timeless piece of art. “What unites us” apparently is nothing else but the Colombian culture; that weird thing resulting from the mestization in these lands. Guerra’s genius consists of going even farther: finding that our particular history is just a part, because “what unites us” is not, as it could be supposed, only the Colombian condition, but a universal human culture marked by fundamental myths.

    That is the reason why the film follows a structure that has been reproduced for thousands of years by the most diverse cultures: the long journey of the hero toward the primordial. It is the story of La Odisea (Odyssey), but also of La guerra de las galaxias (Starwar), of El señor de los anillos (The Lord of the Rings), of  El mago de Oz (The wizard of Oz), of Apocalypse Now, or of Thelma and Louise, just to mention at random some of the examples of that myth. Since the journey is what matters, any means of transport is suitable: spaceships, the legs, boats or convertibles. The hero of Los viajes del viento, however, travels in a donkey: such a parsimonious donkey that a boy can follow it on foot effortlessly. Sandro Romero defined it fortunately in the chronicle published in Arcadia last year about the shooting as a burroad-movie (burro is the word for donkey in English).

    Guerra explains the way this odyssey works: “The hero’s trip is built through the stops in the trip. That is an episode structure by nature, and each episode spins around an idea”. Then the great conceptual leap which brings us back to Colombia takes place: “it can be done with whatever you want, but in this case, the idea was to do it with the elements that make up the Caribbean culture: there is the Afro element, the indigenous element, the element of violence”. Each of the stops in the film comprises a fundamental part of the culture and the music to get to what Guerra defines as “a de-construction of the elements which, in my opinion, make up the deep Caribbean”. That de-construction is Los viajes del viento. “that road is the path where roots are gathered to get to the basic elements”. And the basic elements are the wind, the essence of the accordion, the bagpipe and that Caribbean culture we discover while traveling in the back of the donkey.

    The fact that in Colombia we live submerged in a world full of magic is no news. García Márquez narrated this simple reality in his way many years ago, and Ciro Guerra does the same now in his own way. The world of Los viajes del viento is crosscut by demons and legends which do not need to materialize themselves because the dwell in the minds of the people. There is nothing in the film which defies the laws of physics and yet the magical element is there. “The Caribbean people’s reality is ruled by mythological elements: impossible things are felt as certain; in Valledupar, in the 1940´s people went every Sunday to see the mermaid, and they went and saw the mermaid and came back saying that they had seen the mermaid”. In Guerra’s world, however, there are no yellow butterflies of flying women.  

    But in Los viajes del viento there is indeed a magical object. In this case is the devil’s accordion. This is an object around which the plot develops, an object that produces so many passions and conflicts. Guerra is aware of the fact that he has focused all the energy of his film in an object which is part of the universal imagination: the devil’s accordion is the Caribbean materialization of Orfeo´s myth that descended to the underworld with his lyre to rescue his wife. “the confrontation with the devil is recurrent in all cultures, Martín Fierro, Paganini, Orfeo, Daniel Johnston… music is something so supernatural that always, through history, people have found magical explanations to it” Ignacio Carrillo, the hero of the film, carries the devil’s accordion, the same accordion  that once belonged to Francisco el Hombre (Francisco the man), our Colombian Orfeo.

    After the excursion to faraway lands, the conversation returns to a Colombia. For Guerra, the classical vallenata music is like a metaphor of the country. Why? The reason is simple and clear; the structure of vallenata music summarizes our history: “Vallenata music is the only type of music which mixes in equal portions the European element, which is the accordion; the indigenous element, which is the guacharaca, and the African element, which is the caja (case), and that is what we are”, quotes Guerra. And then one begins to understand what the hell he means when he speaks about “what unites us”.

    (Fuente: Ochoymedio.info)


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