“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

MONOGRAFIA


  • Historia del cine en Puerto Rico
    Por Félix Manuel Lora Robles

    El cine en Puerto Rico: Breves antecedentes de una historia fílmica tropical

    La manera en que el cine llega a Puerto Rico no dista mucho de las demás experiencias ocurridas en Latinoamérica donde el invento de los hermanos Lumiére se paseaba por todos  los rincones del mundo ofreciendo la ilusión del movimiento, fenónemo que ojos humanos no habían podido apreciar hasta ese momento.

    Kino García en su libro “Breve historia del cine puertorriqueño”. (Bayamón, Puerto Rico: Taller de Cine la Red, 1984) hace constar que el interés de producir películas en Puerto Rico fue precedido por una amplia difusión del medio a través de toda la isla con películas traídas de Europa en los primeros años del cine silente.

    Gracias a la obra de los camarógrafos enviados a cubrir la Guerra Hispanoamericana de 1898 en la que desembarcaron las fuerzas armadas de los Estados Unidos, es que Puerto Rico empieza a tener las primeras imágenes cinematográficas. Estas mismas imágenes sirvieron para la elaboración del documental The Spanish American War.

    Se le debe a Conrado Asenjo, uno de los pioneros en la exhibición de películas junto a Rafael  Colorado, José de la Torre y Rafael Ferray, las primeras exhibiciones de películas por toda la isla a través del Cine Pathé. Ya en 1909 existían ese tipo de salas en San Juan, Ponce y Mayaguez para la exhibición de películas, en ellas se fue creando un público asiduo a las funciones regulares.

    A partir del 1915 en Puerto Rico se empieza con los primeros esfuerzos a producir películas. Entre 1910 y 1912  Juan E. Viguié Cajas comenzó a filmar en Ponce escenas de la vida del pueblo. No eran películas en el estricto sentido de la palabra, pero constituyeron los primeros escarceos para asumir el compromiso frente a la producción formal.

    Aunque ya antes Rafael Colorado filma cortos noticiosos como parte de los programas en la exhibición de películas como El 4 de julio, Baile de bomba en Cangrejos, Botadura del Josefina, Labor Day y Llegada del Gobernador Colton a Puerto Rico y La visita de José de Diego a Santo Domingo (1915). Pero en  1915 filma Un drama en Puerto Rico, la que se constituye en la primera producción fílmica realizada en esta isla.

    Esta primera experiencia da paso a constitución de la Tropical Films en 1917 con Luis Llorens Torres y Nemesio Canales. En ese año Llorens Torres dirigió una película de argumento romántico Paloma del monte con Gabriel Tejel y  bajo al dirección de Colorado se filma La viudita se quiere casar y El tesoro de Cofresí.

    Luego en 1920 se instala la Porto Rico Photoplays cuyos inversionistas eran Enrique y Eduardo González. Sus producciones fueron como Amor tropical (1921), The Woman That Fooled Herlself (1922) y El hijo del desierto (1922).

    A Juan E. Viguié Cajas también se le debe ser el precursor en la isla de las películas sonoras con la realización de Romance tropical (1934). Rafael Ramos Cobián, dueño de cines en Puerto Rico, se inicia también en el campo de la producción y en 1938 produce Mis dos amores con Blanza de Castejón y Tito Guisa. Después produce en 1939 Los hijos mandan y luego produce en la isla el título Cuando los padres olvidan.

    Un hecho importante fue la creación en 1946 de la División de Educación a la Comunidad (DIVEDCO) que utilizó como instrumento de propaganda y educación el medio del cine y fue esta labor la que crea toda una generación de técnicos, directores, artistas y escritores.

    Los antecedentes pueden encontrarse en la Oficina de Información que auspicia la producción de un documental en inglés sobre la isla dirigido por Johnny Farnow. Esta oficina luego contrata al fotógrafo  Jack Delano quien produjo varios documentales de corte educativo.

    En la DIVEDCO se forma un grupo de directores nativos como Amílcar Tirado, Luis Maysonet, Angel F. Rivera, Fernando Besarez, Félix Ramírez, Marcos Betancourt y el dominicano Oscar Torres.

    Entre 1946 y 1960 la producción puertorriqueña asciende a unos 48 títulos y 38 de ellos fueron a través del DIVEDCO. Cintas como Los peloteros (1951), Una voz en la montaña (1952) de Amílcar Tirado, El yugo (1959) de Oscar Torres e Intolerancia (1959) y El resplandor (1961) de Luis Maysonet  son las producciones más representativas de este grupo.

    Antes de esta iniciativa, PROBO Films, incorporada en 1957, fue de los pocos esfuerzos que rinde frutos. Esta empresa fue la que empieza a producir largometrajes de corte comercial en la isla.

    Fomento Económico, la agencia gubernamental encargada de la promoción de industrias, crea un programa de incentivar la industria del cine atrayendo capital norteamericano ofreciéndole los escenarios naturales y el talento local para sus producciones. De esta manera opera el Instituto de Cine creado en 1974 adscrito a Fomento. Ya en 1961 se organiza la Cooperativa Producciones del Viejo San Juan con el propósito de hacer un cine nacional

    Precisamente es el año de 1961 donde se registra una importante actividad fílmica. En esta época Mario Pabón dirige Obsesión, el productor René Martínez realiza Carnaval en Puerto Rico dirigida por Tito Acosta y Paquito Cordero dirige Tres puertorriqueñas y un deseo.

    Otros productores manifiestan sus inquietudes para seguir la ruta marcada por los pioneros en el área. Así el productor Damián Rosa respalda proyectos como Romance en Puerto Rico (1961), Lamento borincano (1962), entre otras.

    Paquira fue otra de las productoras que aporta este desarrollo, bajo la dirección de Paquito Cordero quien realiza una serie alrededor del personaje Machuchal del comediante Adalberto Rodríguez. Entre estas se encuentran El alcalde de Machuchal (1964), El jíbaro millonario (1965), Machuchal agente 0 (1966), El curandero del pueblo (1968).

    Jerónimo Mitchell es otro de los nombres principales del cine puertorriqueño que filma bajo su propia compañía cintas como Vendedora de amor (1964), Amor perdóname (1965), Heroína (1967) y La venganza de Correa Cotto (1969).

    El criminal en el cine puertorriqueño

    Un fenómeno que se registra en el cine puertorriqueño, y varios estudiosos lo han analizado en forums y presentaciones especiales, es el que se caracteriza por el interés de sus productores, directores y guionistas, de exaltar los crímenes y asesinatos de los notorios delincuentes que saltaron a la fama periodística en el pasado siglo.

    Se le debe a la  División Hispana de la Columbia Pictures en la década de 1970, el haber promovido este tipo de cine. Eran películas de bajos presupuestos, filmadas en pocos días en precarias condiciones de rodaje. Su estilo marca un modo especial de abordar los temas y la vida de estos criminales a través del sexo y la violencia, que más bien que condenar las acciones criminales, exaltaban sus acciones.

    Muchas de estas películas desaparecieron del mercado de exhibición, algunas se transfirieron a vídeo, pero otras permanecieron guardadas por sus dueños hasta que el Archivo Nacional de Teatro y Cine del Ateneo Puertorriqueño decidió darles pantalla nuevamente puesto que todas podían ofrecer nuevas perspectivas sociológicas, históricas y artísticas,  con una nueva mirada crítica.

    Entre estos filmes se encuentran La palomilla (1970), dirigida por Efraín López Neris con guión de Tony Rigus y protagonizada por Jaime Sánchez y Lucy Boscana. Narra las acciones del prófugo José A. Gerena Lafontaine, quien salta de una vida criminal a una vida de servicio honrado y por su rehabilitación fue indultado por el gobernador Luis Muñoz Marín.

    Toño Bicicleta: el fugitivo de Puerto Rico (1975), dirigida y escrita por José Donate.  Protagonizada por Héctor Rosario y Betty López. Una de las películas sobre la vida y hechos de Antonio García López, presenta aspectos sobre el impacto popular de sus hazañas.

    Arocho y Clemente (1970), dirigido por Miguel Ángel Alvarez y producido por Anthony Felton. Una de las más aclamadas películas de delincuentes de la década de 1970. Muestra la brutal violación y asesinato cometidos por los delincuentes Carlos Arocho y Jacinto Clemente contra una inocente niña campesina en el año de 1924, Ellos fueron los últimos sentenciados a morir en la horca en Puerto Rico. Entre su elenco se encuentran Jaime Sánchez, Romero Rochán, Betty Ortega, Jacobo Morales, Edmundo Rivera Alvarez, Félix Antelo y Miguel Angel Álvarez.

    Correa Cotto: así me llaman (1968), dirigida por Orestes Trucco, producida por Anthony Felton con guión de Glauco del Mar. Protagonizada por Luis Arroyo, Betty Ortega, Braulio Castillo y Arturo Correa. Una de las tres películas que se filmaron del delincuente y asesino ponceño Antonio Correa Cotto, prófugo de la justicia en la década de 1950.

    La venganza de Correa Cotto (1969), una producción de Jerónimo Mitchel y Anthony Felton, protagonizada por Miguel Angel Alvarez,  Betty Ortega y Lucy Boscana. Esta otra película sobre este criminal explora los aspectos humanos y más íntimos de la vida de Correa Cotto.


    Entre el auge y la calidad

    Según el crítico José Artemio Torres, el 1980 puede considerarse como el de arranque en cuanto a una determinación de cine netamente puertorriqueño. Jacobo Morales completa Dios los cría, sobre cinco historias cortas unidas entre sí que hablan sobre la hipocresía social. Ya en 1985 Jacobo termina Nicolás y los demás con Daniel Lugo.

    También por los ochenta aparece Atrapados (1981) de Julio Torresoto. En 1982 se realiza Prohibido amar en Nueva York con Charytín Goico y Julio Alemán. En ese mismo año sale Los dos mundos de Angelita de Jane Morrison.

    Ya en 1989 Jacobo Morales logra con Lo que le pasó a Santiago la nominación al Oscar como Mejor Película Extranjera, una proeza como pocas películas latinoamericanas. Linda Sara, estrenada en 1995, es una de las películas puertorriqueñas más exitosas de todos los tiempos. Y el 2003 marca la presentación de su largometraje Dios los cría II, la cual fue exhibida a través de las emisoras del pueblo de Puerto Rico, WIPR Televisión.

    A mediados de la década del 80 otro cineasta otorga a cine puertorriqueño de un empuje en cuanto a su calidad argumental. Marcos Zurinaga realiza su primer largometraje: La gran fiesta (1986), protagonizado por Daniel Lugo, Cordelia González, EG Marshall y con la participación especial de Raúl Juliá, el filme, basado en el texto de la escritora Ana Lydia Vega, combina aspectos de la intrincada situación política de los años 40 en Puerto Rico con un drama familiar y una historia de amor. Dos años más tarde, Zurinaga realiza su segundo largometraje de título Tango Bar, estelarizado por Raúl Juliá y la cantante argentina Valeria Lynch.

    Y en 1997, Marcos dirige su tercer largometraje The Disappearance of García Lorca, basado en la vida del poeta, escritor y dramaturgo español Federico García Lorca. La película, una coproducción entre Puerto Rico, Estados Unidos y España, y fue protagonizada por Andy García, Esaí Morales y Edward James Olmos.

    Otras de las producciones importantes de los 90´s están Los cuentos de Abelardo (Luis Molina Casanova,1990), La guagua aérea (Luis Molina Casanova,1993), Desvío al paraíso (Gerardo Herrero,1994), Una pasión llamada Clara Lair (Ivonne Belén,1996) (doc), Mi día de suerte (Santiago Pumarola,1998), Angelito mío (Enrique Pineda Barnet,1998)  Cuentos para despertar (Luis Molina Casanova,1998) Coralito tiene dos maridos (Vicente Castro,1999), Los Díaz de Doris (Abdiel Colberg,1999), Leyendas de Puerto Rico (Luis Molina Casanova,1999) (doc).

    El avance en la tecnología digital aplicada a las producciones criollas a mediados de los noventa, se convierte en la base sustancial para que varias producciones lograran su realidad dentro del contexto nacional.

    Buenos ejemplos del cine puertorriqueño como 12 horas (2002), de Raúl Marchand Sánchez,  Héroes de otra patria (1998), de Ivan Dariel Ortiz, Plaza vacante (2001) y El callejón de los cuernos (1998), Una historia común (2004) de Sonia Fritz sobre la vida cotidiana de una pareja que vive en un pueblo costero que cambiará para siempre tras la llegada de un viejo amigo.

    También está la ópera prima de César Rodríguez, dominicano radicado en la isla, que con su filme Ruido (2006) da a entender que se puede hacer cine con pocos recursos y mostrarse efectivo en su historia. La película, inspirada en hechos reales, cuenta la historia de Frachi, una adolescente que pese a sufrir una rara condición auditiva, lleva una vida normal hasta que un acontecimiento inesperado destruye la relación entre sus padres. Ganadora del Premio Innovación en el Festival de Montreal. Estos filmes construyen bases sólidas y abren las puertas a recursos y estructuras de producción que antes no se entendía que se podían aplicar.

    Títulos como Desamores (2004), de Edmundo H. Rodríguez, Desandando la vida (2003), Revolución en el Infierno (2004) de Gilo Rivera, y Pa’ eso estamos (2005), demuestran que existe una buena corriente de cooperación entre el Gobierno y los productores para seguir haciendo cine con cierta calidad.

    Otro ejemplo se encuentra en Cayo (2004) de Vicente Juarbe, y de otras películas auspiciadas por la Oficina de Fomento de Cine, que son demostrativas de este proceso que sigue pautando líneas de acción independiente del éxito que puedan tener en territorio puertorriqueño.

    También se está abriendo paso frente a la compleja estructura de financiamientos y distribución a cintas como Taínos (2005) de Benjamin López  con actores de cine nuevos como Josué Reyes y Christie Miró.

    Ladrones & mentirosos (2006), primer largometraje que dirige Ricardo Méndez Matta, cuenta la historia de tres familias puertorriqueñas afectadas por la ola de corrupción y narcotráfico que azota la isla desde que se convirtió en la puerta de entrada de cocaína hacia la costa este de los Estados Unidos, retratando cómo las generaciones mayores inútilmente observan el deterioro paulatino de la verdad y la justicia en la juventud.

    El clown, largometraje boricua dirigido por Pedro Adorno Irizarry y Emilio Rodríguez Vázquez, líderes del colectivo actoral Agua, Sol y Sereno. El mismo, narra la historia de Xavier del Monte, payaso de un pequeño circo pueblerino que, hastiado de la pobreza, un día se aleja de su familia para aprovechar la oportunidad que le surge para convertirse en el Hot Dog Clown, que es la imagen publicitaria de una cadena multinacional de restaurantes de comida rápida especializada en salchichas. De súbito, la fortuna le sonríe. Pero, luego comienza a añorar lo verdaderamente valioso de su existencia: los seres queridos, los viejos amigos y el calor humano que respiraba en el circo de don Marcos Mazó “Tomate”, en el municipio de Guayama.

    Agua con sal (2005) de  Pedro Pérez Rosado, una historia de una joven cubana que llega a España con una beca de estudios, pensando que esto iba a ser el triunfo de su vida. Decide quedarse y, al cabo del tiempo, es una inmigrante ilegal, sufre los avatares de la marginación, no puede volver a casa y tiene que buscarse la vida junto a otra mujer con igual historia en la que ambas terminan como trabajadoras ilegales en una fábrica de muebles.

    Entre los otros filmes de la cosecha filmográfica de la década del 2000 en Puerto Rico se encuentran Vieques... un largometraje (William Nemcik, 2000) (doc), Santa Cristal (J.R. Román, 2001) y Más allá del límite (Eric Delgado, 2002).

    En la actualidad la Corporación para el Desarrollo de las Artes, Ciencias e Industria Cinematográfica de Puerto Rico, oficina adscrita al Departamento de Desarrollo Económico y Comercio, creada en virtud de la Ley No. 121 de 17 agosto de 2001, es la encargada de ofrecer los incentivos a las producciones de la isla. Dicha Ley deroga la Ley No. 27 de 22 de agosto de 1974, según enmendada, conocida como la “Ley de la Corporación para el Desarrollo del Cine en Puerto Rico”.

    De acuerdo con la ley 121, algunos de los requisitos de elegibilidad del fondo son: ser entidad fílmica incorporada y registrada en Puerto Rico, entidad registrada y constituida en el extranjero pero autorizada a realizar negocios en la isla y que sus socios o accionistas cuenten con por lo menos tres años de residencia en Puerto Rico. De esta manera se avanza en el cine puertorriqueño, al menos, construyendo cada vez más una plataforma que fortalezca cada vez más su Cine Nacional.



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