“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

REPORTAJE


  • La Escuela para Animadores de Rosario: una velita encendida
    Por Dean Luis Reyes

    Hace casi un año, el 31 de marzo de 2006, quedaba inaugurada la Escuela para Animadores de Rosario, ciudad argentina cuya pujanza en la creación de una corriente muy destacada dentro del cine de animación argentino data de varias décadas.

    Semanas antes, su director, el realizador Pablo Rodríguez Jáuregui (Santa Fe, 1966), estuvo por La Habana recabando solidaridad y afianzando vínculos de ayuda mutua. Además de dialogar con directivos de los Estudios de Animación del ICAIC y de entrevistarse con la leyenda de la animación cubana Juan Padrón, Jáuregui mostró a los alumnos de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños habilidades en el trabajo con Flash para la ejecución de storyboards.

    Por aquella fecha, lo entrevisté para la revista Miradas de esa institución, y encabezaba el texto como sigue: “De lejos, las historias de la animación latinoamericana son más o menos iguales. Mas, por muchos estudios académicos y análisis críticos que uno lea, nada de eso es comparable a tener de primera mano la experiencia remota de un grupo de realizadores trabajando contra toda clase de inconvenientes, y a pesar de ello, dando lugar a obras excelentes.”

    La escuela de Rosario tenía como base y causa justamente esa historia dilatada y profunda, en la cual los coetáneos de Jáuregui venían siendo una segunda o tercera generación. De ahí que la idea de crear el centro docente fuese un resultado natural de semejante proceso.

    Por ello, las publicaciones locales El Ciudadano y La Región publicaban el 27 de febrero de 2006 que “a través de una idea del Centro Audiovisual Rosario (CAR) –dependiente de la Secretaría de Cultura y Educación municipal– junto a un grupo de reconocidos cultores locales del género y docentes de cine, se creó la Escuela para Animadores, que tendrá lugar en la Isla de los Inventos. El proyecto docente integrará una serie de actividades abiertas al público, como muestras de cortos, seminarios y un encuentro de realizadores a fines de marzo. El curso intensivo del centro docente tomará seis meses y comienza el 25 de abril, a un costo mensual de 50 pesos, con cuatro becas gratuitas.”

    Pero antes de esta escuela, hubo otros intentos, que chocaron siempre con las fatalidades geográficas. Jáuregui me aseguraba entonces: “Desde que en 1983 se creó la carrera de cine en Rosario, padecimos por la carencia de laboratorio. Se mandaba a revelar a Buenos Aires, lo cual provocó que, por ejemplo, en el caso de Bras, sus películas tuviesen copia única, aparte de la particularidad extra de que su cine era de intervención sobre el material, lo rayaba y pintaba. De ahí que posproducir costara más que producir.”

    En Rosario, todos los orígenes del cine de animación llevan a Luis Bras. De ahí que la historia de Pablo no demoró en coincidir con la del maestro: “El primer año del Centro Audiovisual Rosario arrancamos como 250; de ellos, tres queríamos hacer animación. Un docente de realización nos llevó entonces con Bras, que daba clases particulares. Con él hicimos nuestros primeros ejercicios en Super 8, de animación por recortes, de objetos. Esa producción se interrumpió hasta que estuvieron las primeras cámaras VHS, caras, difíciles, que no te permitían hacer cuadro a cuadro. Luego, nuestros primeros trabajos de animación digital fueron con baja resolución, en cuatro colores, aunque se trabajaba a una velocidad inmensa; habían sido años sin tener ningún medio ni posibilidad de hacer animaciones.”

    Jáuregui, quien le dedicara a Bras un documental a través del cual su ética y método de trabajo quedó reunido en una obra juguetona, poderosamente generacional al tiempo que resumen de un legado decisivo para los animadores del Rosario de hoy, ha realizado una buena cantidad de películas de animación que han recorrido casi todos los procedimientos, desde el rotoscopio y la animación Flash hasta el 2D y el 3D. En 1992 obtuvo con El Pibe el premio “premiere” en el Festival VideoFest de Berlin. Capitán Cardozo, segmento de una serie hoy de culto, mereció en 1994 el premio Futuris al mejor video latinoamericano de imagen de síntesis en VideoBrasil, y fue comprado y exhibido por canales televisivos de Francia, España y Alemania.

    En 2001 organizó la realización de la obra colectiva The Planet, video de animación de 55 minutos, mudo, apoyado en el disco homónimo de Fernando Kabusacki, uno de los colaboradores más constantes de su carrera. The Planet ganó en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana el Coral al mejor mediometraje experimental. En 2005 compiló y editó de manera independiente (con apoyo del Centro Audiovisual Rosario) el DVD doble 40 años de dibujos animados en Rosario, antología de más de siete horas de producciones independientes realizadas entre 1965 y 2005, inevitable referente de ahora en lo adelante para entender el devenir de la animación en América Latina. “La escuela de cine de Rosario, me cuenta Jáuregui, tenía un perfil más cercano a lo que había sido el movimiento Cine Liberación de los 70, pero nosotros queríamos hace cosas nuevas; por ejemplo, me interesaba un tipo de dibujo animado más cercano al cartoon, con animaciones narrativas.”

    Pero su idea de cómo debe fluir el panorama productivo y artístico de la animación nacional es bien radical: “Hoy mismo, entre los animadores argentinos, tenemos posturas muy distintas. Hay muchos que cuidan la autoría y aspiran a trabajar para Estados Unidos o Francia. A mí lo que más me interesa es que mi obra circule lo más posible. Cuanta más gente esté produciendo, mejor, y cuánta más gente la vea, mejor también, más allá de la conservación de la autoría.”

    De ahí la idea de la escuela. “Lo que propongo con el proyecto de la escuela es solicitar a los organismos de gobierno que consideren seriamente la opción de instalar un canal comunitario. En una ciudad del interior no se puede sostener una producción de animación si no le das un canal de salida coherente como la televisión. Yo me siento estúpido diciéndole a la secretaria de Cultura: a vos no le parece que una ciudad que tiene una escuela de cine con 200 ingresos anuales, un instituto de comunicación social, un festival de video anual… un canal es una herramienta de construcción de identidad local. Hoy los equipos se han abaratado mucho: yo puedo comprarme un transmisor de televisión particular y tener una antena para desde mi casa transmitir a cinco kilómetros a la redonda. Cómo no lo puede tener un municipio. Lo que llevamos años pidiendo es: muéstrennos un plan al que nos podamos sumar. Como no aparece y nos fuimos poniendo viejos en el proceso, aquí está la escuela.”

    Para la inauguración, los rosarinos celebraron un encuentro de animadores apadrinado por Carlos Loiseau (Caloi) y María Verónica Ramírez, que reunió a realizadores independientes de Buenos Aires, Salta, Córdoba y Uruguay. Además, quedó abierto al público el Museo del Cine y un Cine Club de Animación, que programa proyecciones de clásicos cómicos del cine mudo (Buster Keaton, Chaplin y Laurel y Hardy) y selecciones de películas de animación del mismo período, incluyendo cortos experimentales alemanes de la década del 20, animación argentina, referentes locales y trabajos de tesis de los egresados.

    El plantel docente inicial quebaba integrado por Max Cachimba, Silvia Lenardón, Leandro Arteaga, Diego Fiorucci, Horacio Ríos, Diego Rolle, José Beccaría y Elbio Córdoba.

    2007 quedó abierto con la propuesta de creación de una cooperativa de trabajo que reúna a docentes, egresados y amigos para la creación de proyectos de interés cultural local y regional. Según me ha contado Jáuregui, su visita en 2006 a los Estudios de Animación del ICAIC en la capital cubana le inspiraron mucho. Luego, como parte del lanzamiento del ciclo 2007, preparan una serie de trece programas para la TV abierta de Rosario, lo cual significa la realización de un anhelado sueño. Se trata de emisiones de treinta minutos, que difundirán la producción de los animadores rosarinos. Su título será Cabeza de ratón (en alusión a la relación presuntamente subalterna que mantienen con la industria de la animación afincada en Buenos Aires). Incluye además reportajes a animadores, trabajos de los alumnos de la Escuela para Animadores, producciones especiales y material de archivo. Estará al aire este mismo mes.

    Según sus gestores, que son una unión dialéctica de jóvenes y viejos en las lides de la animación independiente, la Escuela para Animadores se caracteriza por concebir la educación como “movimiento”, tanto en términos culturales como políticos. Como ellos dicen: “La escuela intenta concentrar los saberes y experiencias de los trabajadores en este sector y ponerlos en contacto con nuevas generaciones de artistas que estén interesados en este medio”. Que el espacio de trabajo se denomine Escuela es apenas una formalidad, pues la idea es crear un lugar de encuentro, de creación y de intercambio, que hasta marzo de 2006 no existió.



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