“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

CRITICA


  • El apóstata, lo complicado del cambio
    Por Alfonso Rivera

    La tercera película de Federico Veiroj es una coproducción entre España, Uruguay y Francia que se trae del festival de San Sebastián una mención especial del jurado y el premio FIPRESCI.

    El apóstata supura cinefilia: no solo Fernando Franco -director de La herida- está detrás del montaje y la producción, sino que también veteranos nombres del cine español como Jaime Chávarri (en un divertido papel de sacerdote custodio de los libros sagrados del bautismo) y Manuel Pérez Estremera aparecen brevemente entre sus fotogramas para regocijo del espectador, que asimismo no dejará de encontrar guiños a Luis Buñuel y Carlos Saura entre los vericuetos argumentales de esta fábula tragicómica y existencial.

    Federico Veiroj, su director y coguionista (junto a Gonzalo Delgado, Nicolás Saad y Álvaro Ogalla, que encarna al protagonista y vivió en propias carnes parte de lo que cuenta la película), pone a su protagonista a cuestionarlo y cuestionarse todo, como un joven Woody Allen del castizo barrio de La Latina, en cuyas calles e iglesias se ha rodado gran parte del filme. Su antihéroe, Gonzalo, tiene el propósito de, como indica el título, darse de baja de la iglesia católica: no desea seguir formando parte, aunque sólo sea un número más, de una institución donde no se siente a gusto, pues le metieron en ella sin su consentimiento cuando era un bebé. En ese kafkiano proceso, toda su vida y su herencia familiar saldrán a colación, removiendo aspectos de su pasado que creía adormecidos: así, ciertas pesadillas empiezan a invadir su realidad con una nitidez pasmosa.... Porque salir de ciertos sitios es más complicado de lo que parecía en un principio y, aunque no queramos, Dios está por todas partes: también en las letras de las canciones y hasta en los modismos del lenguaje.

    Es cierto que el personaje central de este filme incumple los mandamientos de la ley de Dios, pero El apóstata no es una cinta anticlerical ni contra el cristianismo, sino el retrato muy musicalizado (en su ecléctica banda sonora escuchamos a Enrique Morente, Prokofiev y Lorca, entre otros) de un hombre confundido, inconformista, inmaduro y temeroso que se autodefine como “celoso de su coherencia”.

    En esa misión por mantenerse fiel a sí mismo, chocará con una madre (genial Vicky Peña) que “monta el Cristo” cuando conoce sus propósitos de apearse del “club católico”, apelando aquélla a la sacrosanta institución familiar y tildando a Gonzalo de egoísta por no considerar cómo va a repercutir su decisión en los demás miembros de su saga: ahí Veiroj introduce el elemento más costumbrista de esta película que va pasando de un estilo a otro con arriesgada consecución, quizás porque tampoco tenga muy en cuenta cómo repercuta esta decisión en el espectador, como le podría recriminar al cineasta una hipotética madre celosa de la ortodoxia narrativa cinematográfica. Finalmente, la película viene a concluir que ante situaciones extremadamente kafkianas como la que narra solo queda el recurso de la rebelión: saltarse las normas y los pesados -e interminables- protocolos.

    El apóstata -que compitió en la Sección Oficial del reciente festival de San Sebastián habiendo pasado previamente por el de Toronto- es una coproducción entre España, Francia y Uruguay, de cuyas ventas internacionales se ocupa FiGa Films.


    (Fuente: Cineuropa.org)


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