¿Cómo puede ser que en pleno siglo XXI no se haya terminado el problema de las personas que se ven obligadas a emigrar a causa de conflictos armados? Los realizadores colombianos Ángela Osorio y Santiago Lozano presentaron en la sección Cineastas del Presente del pasado Festival de Locarno un drama sobre el trauma de la emigración forzada y el dolor de la pérdida de los seres queridos. Siembra es una película narrada en torno a una de las tragedias menos conocidas a nivel internacional que han tenido que padecer muchos habitantes de la Colombia más reciente: la obligación forzosa de abandonar el campo y trasladarse a la ciudad como consecuencia de las acciones armadas de la guerrilla y el ejército. Turco es un pescador de la costa pacífica colombiana que añora regresar a la tierra que abandonó hace tres años, en compañía de su hijo Yosner.

El nuevo filme de ambos directores bien podría haber sido un documental, pero el hecho de que la mayoría de rituales siempre estén asociados a la idea de la muerte pudo más a la hora de trasladar a nivel artístico todo aquello que querían contar, escribiendo una ficción con capacidad de reunir las cualidades de los actores que iban a participar en la película como componentes esenciales de esta historia sobre las consecuencias del desarraigo y la mirada hacia atrás con nostalgia.

El hecho de haber sido rodado en blanco y negro puede facilitarnos mucho mejor el acceso a lo interior, lo recóndito y lo oculto de esos sentimientos encontrados que se reflejan en el rostro de Turco, a quien la ilusión por regresar a su tierra de siempre queda rota por la muerte violenta de su hijo, mientras toma la decisión durante el largo velatorio de deambular sin rumbo por las calles de la ciudad de Cali para exteriorizar su propio duelo.

Siembra es una película que emana autenticidad y naturalismo, al tiempo que nos sumerge en el dolor por la pérdida tanto del intenso pasado como del futuro que representaba el hijo. Muestra además, la necesidad de sobrevivir y resistir en un entorno desconocido, y nos conduce a través de su trama al mundo de los inmigrantes urbanos que por lo general se resisten a ser una especie de alienados en ese contexto aunque, como se verá al final, también en la ciudad se crean nuevas raíces.

La cinta combina momentos frugales con otros de ritos y músicas populares, antiguas y actuales. Turco es un personaje mesurado, contenido, sensato, algo escueto, pero en definitiva generoso, que también canta en la película siendo como lo es en la vida real uno de los maestros de la música tradicional de Colombia llamado Diego Balanta, al igual que ocurre con Inés Granja, que aquí interpreta a Celina, y José Luis Preciado, un experimentado ejecutante de danza urbana que encarna al hijo único de Turco, Yosner.