“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

ENTREVISTA
  • Celina Murga


    Mano a mano con Celina Murga, la protegida de Scorsese
    Por Ezequiel Obregón

    La directora de Ana y los otros (2003), Una Semana Solos (2007) y Escuela Normal (2012) habló con EscribiendoCine sobre su más reciente trabajo: La tercera orilla (2014), película que presentó en la Competencia Oficial del Festival de Berlín con muy buen recibimiento del público y la crítica, y con estreno el 13 de marzo en los cines argentinos.

    En la mirada de Celina Murga está la expectativa de un inminente estreno, pero también la tranquilidad de haber conseguido la aceptación de la crítica en uno de los festivales top del mundo. La tercera orilla tiene otro plus; es un proyecto en donde su mentor Martin Scorsese, producto de la beca Rolex que obtuvo algunos años atrás, oficia como productor ejecutivo. La realizadora sigue con este film en su línea intimista, para centrarse en la mente de Nicolás (Alian Devetac), un adolescente que se enfrenta a un padre que pretende dirigir su destino.

    Creo que tu nuevo film tiene una evidente relación con tus películas anteriores: Una Semana Solos y Escuela Normal. Demostrás una afinidad por la adolescencia y la-pre adolescencia. ¿De dónde creés que surge esto?

    Yo creo que no es algo planeado, no es algo racional. Sí soy consciente de eso. Hasta ahora, las historias que me están surgiendo tienen que ver con esos mundos. Y con poder verlos en su particularidad, porque Una Semana Solos llegaba hasta una edad, hasta los 15 años, y ésta va un poco más allá. Tiene que ver con poner la lupa en un momento en particular. Me parecen personajes interesantes porque por un lado son protagonistas de las situaciones que están viviendo, pero a la vez son como un reflejo de todo un mundo adulto que los rodea y, de alguna manera, los condiciona. Todavía son edades en las que ellos pueden tener injerencia sobre algunas cuestiones de sus vidas, pero hay muchas otras que tienen que ver más con un mundo de valores y vínculos y que no tienen relación con ellos, sino con esa sociedad adulta que representa la familia. Entonces me parece interesante, porque es como hablar de un mundo adulto pero a través de unos personajes que están atravesando un conflicto propio. Está el conflicto individual y también el reflejo social.

    Aquí elaboraste el guion junto a Gabriel Medina, que en sus películas mostró un fino abordaje del personaje haciendo foco en el conflicto interno. Los Paranoicos (2008) y La araña vampiro (2012) nos muestran personajes con una carga emocional reprimida. ¿Cómo fue trabajar con él?

    En realidad, la llegada fue desde un lugar mucho más personal. Conozco a Gabriel desde hace muchos años. Trabajamos juntos como asistente de dirección y ayudante en la primera película de Damián Szifrón. Yo lo conocí a través de Damián y enseguida hicimos un vínculo muy estrecho, de mucha confianza. Es alguien con el que siempre pude hablar de cualquier cosa. Tiene una amplitud muy grande y me gustan mucho sus películas también. A la vez, yo quería escribir con un hombre; alguien que pudiera traer esa pata de ese mundo masculino que había que poder construir y desplegar. Sí es cierto que él trabaja mucho con lo interno, quizás más que yo en ese sentido, o de manera más a fondo. Y esta película necesitaba eso. El proceso de escritura fue muy fluido, yo tenía un tratamiento bastante trabajado al principio, que fue con lo que él empezó a trabajar. Lo que hacíamos era escribir por separado y juntarnos, y cuando nos juntábamos era hablar, hablar, hablar dos horas de un montón de cosas, también ver películas y tomar referencias. No escribíamos físicamente juntos.

    Básicamente fue eso; desarrollar escenas que estaban y otras que fueron surgiendo naturalmente en el trabajo. Y fue muy rápido llegar a la primera versión, fue sorprendente. Después hubo todo un trabajo de pulir, ajustar. Hacíamos mucho hincapié en cómo desarrollar ese conflicto interno del personaje de manera que fuera interno y también visible, y también pulir todo lo que a primera vista podía ser obvio en la película. Si uno habla de los vínculos, esta película podría ser un melodrama, llevarlo a un extremo. Sin embargo, siempre quisimos que fuera una película anclada en la idea de naturalismo. Entonces, ¿cómo hacer para que este padre no fuera un padre tirano, despótico, obvio y subrayado? ¿Cómo hacer para que la madre no fuera la típica víctima sumisa y tímida? Hubo mucho trabajo en construir a estos personajes de manera verosímil, que pudieran representar lo que representan pero que a la vez tuvieran una encarnadura humana y su volumen.

    Percibo que tenés un tratamiento más social sobre los vínculos, si bien no por ello dejás de bucear en lo interno.

    Sí, es así, no me había dado cuenta. Son esas cosas que ustedes ven y de las que una no es tan consciente.

    Lo social siempre está en tu cine. De hecho, Una Semana Solos tuvo su origen en un libro de la socióloga Maristella Svampa. Tu nueva película también conserva una mirada social: la idea del padre, las dos familias, la ciudad pequeña. Dado que vos venís de Entre Ríos, en donde transcurre la historia, ¿sentís que en estas ciudades chicas se sigue estigmatizando a la “otra familia”? La no oficial, digamos.

    La ciudad en la que yo nací, Paraná, es una ciudad un poco más grande que ésta. Pero sí es cierto que mi interés está en hablar desde el conflicto individual de Nicolás de un reflejo social y de un micromundo muy endógeno, muy cerrado sobre sí mismo, en donde de alguna manera lo íntimo y lo público están muy ligados y la mirada del otro es muy condicionante. Y donde se sigue la tradición de seguir con determinados moldes y mandatos de alguna manera automática, como si no hubiera lugar para algo diferente o no se pudiera ser distinto a lo que se espera de uno. Me doy cuenta de que vengo hablando de estos micromundos desde siempre y, si bien yo personalmente no lo viví, de hecho en mi familia son todos médicos y nadie me cuestionó por mis elecciones, sí lo he visto. Siempre me llamó la atención por qué hay generaciones y generaciones y generaciones de médicos o abogados. Probablemente haya algo de vocación, pero me permito preguntarme si realmente tantas personas tienen la misma vocación o si hay algo que simplemente viene y se continúa. Me interesa ese tema porque creo que cada uno tiene un potencial único y si uno bucea se da cuenta de que es muy difícil que uno sea igual a otro. La película tiene ese mensaje, si querés. Como si preguntase sobre la individualidad y sobre lo que uno viene a hacer.

    Hablemos del casting. Es un hallazgo la presencia de Alian Devetac y el trabajo de Daniel Veronese, un gran director de actores del teatro argentino. También es muy bueno el trabajo de Gaby Ferrero, también con una impronta más teatral.

    Alian fue el primero que buscamos, fue un proceso de casting de más de un año de trabajo. Queríamos que fuera alguien de Entre Ríos porque ya habíamos delimitado que el lugar a filmar fuera ahí. Y hay algo de mi interés en contar una zona que tiene que ver con los sonidos, con las texturas y los colores. Había algo de acercar al personaje con la persona, de que la persona aporte al personaje elementos de sí mismo. Me interesa seguir indagando en esa misma línea. En realidad, surgió de una manera muy graciosa. Él vino a acompañar a un amigo al casting. No tenía ninguna voluntad de entrar a ningún casting, vino a hacer compañía. Cuando lo vimos esperando fue como muy impactante. Había algo en su mirada que nos remitía directamente al personaje. Sabíamos que teníamos que encontrar a alguien que pudiera tener un peso y una profundidad en la mirada porque todo está atravesado por él. Entonces, el proceso con él fue descubrirlo y ayudarlo a descubrir esta herramienta nueva que tiene que ver con la actuación. Él es músico, hay algo que no le resultaba tan ajeno pero él no tenía en sus planes.

    Gaby y Daniel vinieron en el plan bastante juntos. En el caso de Daniel, no queríamos un actor conocido justamente para encontrar a alguien que se pudiera mimetizar con ese medio ambiente y ser parte. Y a veces, con este tipo de películas tan naturalista, o que tienen alguna intención de documentar un espacio y una sociedad, cuando aparece un actor muy conocido a veces pasa que ves más al actor que al personaje. También me interesa trabajar con gente nueva y, de alguna manera, generar cruces de disciplinas que traiga aire. Visualmente, Daniel era Jorge. Se lo propuse y él se enganchó enseguida. Es alguien muy cinéfilo, le encanta el cine, siempre tenía como esa curiosidad de saber cómo era trabajar en cine y enseguida pegamos muy buen vínculo. Él se entregó y confió en mí como directora, que era un tema porque él es un gran director de actores y podía caer en la tentación de estar medio ahí ejerciendo su rol. Y sin embargo, para nada, se entregó de una manera muy libre. Yo creo que también, dado que era su primera película en cine, esto también lo despojaba de cualquier tipo de medida o comparación y lo tomó desde un lugar muy abierto.

    A Gaby yo la había visto en una película de Diego Lerman, sabía que era una actriz netamente de teatro. En esa película, La mirada invisible (2010), me había llamado la atención. Tenía un personaje chiquito pero estaba muy bien. Había algo de esta madre que queríamos que fuera no la típica segunda mujer o amante, sufrida o victimizada. Y Gaby tiene una energía muy vital, una luz. Nos interesaba este elemento de ella para Nilda, generar esa cosas más ambigua; en un momento la vez llorando, pero en el momento siguiente está en un lugar más hacia arriba. Enseguida ella se impuso. Y tiene esa cosa muy “madraza”. Tanto Alian como Daniel también estaban en una especie de grado cero por distintos motivos; uno desde lo teatral, desde la dirección, y otro porque realmente no tenía ninguna experiencia.

    El padre genera algo muy violento y a la vez contradictorio. Mientras piensa en un porvenir para su hijo, no deja de haber un sometimiento. ¿Esto da cuenta de que aún vivimos en una sociedad muy patriarcal?

    Sí, de alguna manera la película intenta contar ese aspecto de la Argentina profunda. Digo de la Argentina profunda porque quizás hay zonas más alejadas de las ciudades grandes en donde esto se pone más de manifiesto. Es una intención de la película contar la existencia de este tipo de vínculos anclados en una dominancia del hombre.

    Me gustó la elaboración de los personajes a partir del trato que tienen con los animales. Nicolás y su perro, por ejemplo, tienen un vínculo de amistad. La relación de los animales con el padre tiene que ver con lo privativo (como en el caso del robo de caballos) o con la muerte (la del chancho). Hay algo muy thanático.

    La construcción del padre fue pensada como si tuviera capas, como pasa con todos nosotros. Queríamos ver cómo era en el campo, en la ciudad, en el laboratorio, en la casa. Cada ámbito contaba un aspecto de Jorge. El campo siempre estuvo relacionado a este lugar más primitivo, donde la violencia se hace más evidente y está mucho más naturalizada en relación a otros ámbitos, en donde también hay más violencia pero tal vez más sutil o encubierta, como esto de “te doy plata, te doy trabajo”. Pero lo que yo creo que fundamentalmente niega Jorge es la existencia del otro como alguien que puede desear, o querer, o tener una voluntad concreta. Es una persona que no puede dejar de ver a los otros como una continuación de sí mismo, como si el otro estuviera para ejercer o realizar lo que él determina. Y eso me parece mucho más violento que cualquier otro hecho más “demostrable”.

    ¿Cómo fue la colaboración de Martin Scorsese en tu película?

    Coincidió un poco el fin de la beca, oficial, con el fin de la escritura del guion. Entonces, de alguna manera, él propuso, yo creo que para continuar el vínculo, ser productor ejecutivo de la película. En una primera instancia, esto nos permitió tener más acceso a más personas a la hora de completar una financiación. En ese momento no estaba cerrada la financiación, y gracias a su apoyo contactamos a más gente que permitió completar las coproducciones. Más en lo personal, él me pidió ver un armado de la película que no fuera definitivo. Le gusta mucho la etapa de montaje. A principio de año viajé para allá con un armado de una hora cincuenta, que claramente no era el definitivo, y lo vimos con él. Fue como continuar esas charlas que teníamos sobre el guion, pero ya con el material audiovisual concreto. Y a mí me sirvió mucho. Más que nada para sacarme dudas, tenerlo como un interlocutor hipercalificado. En el montaje me gusta mucho probar cosas que quizás no estaban pensadas en el guion, me lo tomo como una instancia de trabajo creativo clave donde me animo a probar cosas que lleven a la película hacia un lugar que no esperábamos pero es positivo. Entonces, me sirvió mucho para conversar sobre estas ideas. En Berlín nos vimos y estuvimos juntos.

    Contáme cómo fue llegar a la Competencia de Berlín.

    La experiencia en Berlín estuvo buenísima, la película tuvo muchos aplausos en las proyecciones. Y también muy buenas críticas en la mayoría de los medios. Yo había visto las críticas de otras películas y estaba un poquito asustada, porque son duros cuando quieren ser duros. La recepción fue buenísima en general, incluso algunos miembros del jurado se me acercaron para hablar de la película. O sea que si bien no ganamos ningún premio estamos contentos con lo que pasó.

    Y es un festival que tiene un público muy cinéfilo.

    Sí, totalmente. Las salas estaban llenas. Yo hablé más con periodistas que con el público común, pero me impactó que de golpe había periodistas de Rusia, Corea o Chile. Se concentra ahí gente de todos lados.


    (Fuente: escribiendocine.com)


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