“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

ENTREVISTA


  • Biopsia de la condición humana
    Por Manuel W. Zayas

    Con solo treinta y siete años y una ópera prima llamada Amores perros, el director mexicano Alejandro González Iñárritu se estrenó en el cine con fuerza y solidez pasmosa. «Me gustan las relaciones humanas. Cuando más a gusto me siento es cuando tengo a dos actores en una situación difícil. Me gustan las historias de una gran humanidad, las emociones, la complejidad, retratar lo vulnerable que somos y los cambios de puntos de vista».

    ¿Cómo comenzó en el cine?
    Soy autodidacta. No creo que el cine esté en la universidad o los libros, sino en la vida misma. Hay que atraparlo a mordidas. Me acerqué a él gracias a la radio y la publicidad, también con un mediometraje que hice para Detrás del dinero, una serie de televisión. Viví muchos días al año dirigiendo para mí pequeños bocetos o sketchs que escribía y eso dio la posibilidad de enfrentarme a la herramienta, a la técnica para poder entenderlo. Amores perros significó saber que puedo contar una historia. Es una película que fue muy importante desde su inicio, no solamente para mí, sino para todos los que nos involucramos: actores, técnicos y el escritor Guillermo Arriaga. Era como la pérdida de la virginidad, un momento muy importante porque se entrega mucho más que un trabajo, sino una parte de uno mismo. El cine es una extensión del ser humano, y eso Amores perros.

    Los cineastas quisieran comenzar haciendo una película como la suya. ¿Le fue difícil?
    Nunca me planteé si iba a ser exitosa. Era una necesidad de sobrevivencia. Con ella estoy en una encrucijada, pues la segunda se me hará más difícil. Pienso que con un gran fracaso es más duro levantarse. Pero el éxito no deja de ser un camino incómodo. Prefiero ser una joven promesa que un viejo consagrado. La mayoría de los directores quieren que su primera obra sea vista por mucha gente. El fracaso es mejor siempre que lo lleves con dignidad. Cuando alguien lo toma de forma positiva engendra grandes proyectos y ambiciones. Desde el punto de vista práctico te deja soledad y el tiempo y espacio para estar contigo y poder replantearte una serie de cosas, y su porqué.

    Hay en su ópera prima una búsqueda de otra manera de decir no tradicional. Algunos ya vaticinan con su obra una ruptura en la manera de hacer cine.
    Existe una forma de ser, más que una búsqueda. Me encuentro ahí. Hice eso siempre en mis trabajos de radio y publicidad. No fue una decisión estética. Es parte de mi personalidad, de lo que me ha tocado vivir.

    La crítica ha llegado a comparar a Amores perros con Pulp Fiction, incluso subraya que González Iñárritu deja atrás a Tarantino.
    A los críticos les encanta comparar para poder entender en qué terreno están caminando. Si bien la estructura es similar a Pulp Fiction —cosa que no fue inventada con ese filme, pues se halla en Rashomon y en la literatura en Faulkner, Borges o García Márquez o en el propio Callejón de los milagros— obedeció a una esencia de la historia. La contábamos así o no se podía hacer. Sin embargo, la esencia de la película está muy lejos de la de Tarantino. No sé si es mejor o peor, eso no me toca decirlo a mí. Me parece que en Pulp Fiction existe una exploración de la violencia como producto de entretenimiento, lo cual no me hacer reír, porque la vivo en mi ciudad y sé lo dolorosa que es. Exploro la violencia a partir del dolor humano y la dimensión que genera eso. Esa es la abismal diferencia entre las dos películas. La vida es una gran carrera de pérdidas. Pierdes la niñez, tus padres, el pelo, la inocencia y, al final, la vida. En mi filme se ve a un Octavio que descubre su sexualidad y pierde su pureza, la novia, el perro, amigo y hermano; la modelo, la pierna; el otro a su familia. Trata sobre amor-muerte-redención, sobre la dolorosa experiencia de aprender a amar a alguien y a uno mismo. Está además la relación del padre que no existe, abandona y regresa, la violencia familiar, la falta de fraternidad, Caín y Abel en las tres historias. Es compleja. Me cuesta trabajo describirla. Contiene demasiados ingredientes. Amores perros es una pequeña biopsia de la dolorosa condición humana, de la compleja experiencia de estar vivos. A nivel personal retrata un pedazo de este mosaico que es Ciudad de México. Es una película que está en carne viva. Es una realidad no exaltada, es la realidad de todas formas. A todos nos pega, es un escopetazo del que salen miles de municiones y, por más que quieras apartarte, te pega.

    ¿Qué piensa de la violencia?
    Es parte de nuestra naturaleza, lamentablemente. Lleva mucho dolor, para quien la genera o la recibe, también confusión. Ese estar en contra de nuestra naturaleza forma parte de nosotros.

    ¿Busca algo especial con las historias?
    Poder conmover, o mejor, conmocionar. Me gusta unir imágenes que no tienen nada que ver por yuxtaposición, crear una alquimia de situaciones de crisis o alivio. El cine finalmente es una terapia colectiva, donde todo el mundo se encuentra, unos lloran, otros ríen, otros se encierran en sí mismos, se enojan. Cumple una función casi sicológica. Me encanta desembocar o desatar cientos de emociones.

    El cine latinoamericano ha pecado muchas veces de ser muy local e ideológico a ultranza. Sin embargo, su película rompe con ese discurso, logra trascender como una obra universal, su historia puede ocurrir en cualquier parte del mundo. ¿Cree que haya modo de superar esa crisis que se da en cierta filmografía de la región?
    Cada cineasta es distinto. Creo que quizás lo que hace falta es un poco más de rigor y menos autocomplaciencia de directores, productores y público. Es muy importante subordinar todo a la historia y los personajes. Solamente perdiéndose en ellos es cuando uno se gana a sí mismo y la obra tiene luz propia. Queriéndola ganar por alguna ideología, mensaje, posición política o personal se afecta la historia y pierdes todo.

    ¿Piensa ya en otra película?
    Estoy trabajando en dos proyectos, uno es con el escritor Guillermo Arriaga y se llama 21 gramos. Soy bastante neurótico, quién sabe cuándo voy a acabar. Recibo ofertas de diversas partes del mundo, pero realmente no me ha apetecido tomar ninguna. Quiero enfrentar las cosas con calma, con la energía física y mental que se necesita para emprender proyectos de esa naturaleza.

    ¿Prefiere seguir tocando el drama humano?
    No huyo de eso. Lo disfruto. Es parte del espíritu.

    Tomado de www.habanafilmfestival.com



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