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Educar para la vida a través de la alfabetización audiovisual infantil y juvenil
Por Jacqueline Sánchez Carrero

Cuando enseñamos el tema audiovisual a niños y jóvenes con frecuencia nos encontramos con resultados que nos conmueven y sorprenden. Antes de recibir esta formación, sus capacidades para comprender el medio vienen dadas prácticamente por su escasa experiencia de vida y no –lamentablemente- por una educación estipulada en el currículo de la escuela. Pero como bien asevera José Manuel Pérez Tornero la educación audiovisual no puede tener discusión, trabajar con los medios no es ni siquiera una actividad creativa, es ya una necesidad, sobre todo para la educación de la ciudadanía, puesto que influye en aspectos tan determinantes como la democracia y la convivencia.

En los últimos tiempos se han venido gestando múltiples y coloridas prácticas de alfabetización audiovisual con niños, adolescentes y jóvenes alrededor del mundo, originadas por iniciativas individuales, particulares o de determinadas empresas que han detectado en esta área del conocimiento un déficit de resultados y una demanda demarcada por el uso de las Nuevas Tecnologías de la Comunicación. Algunas de estas experiencias son producto de talleres y proyectos que llevan ya varios años promoviendo en sus pequeños alumnos el apego por la producción de vídeo, la realización de cortometrajes, la animación digital y por aprender a "hacer una lectura" de esos documentos audiovisuales.

Como ejemplo basta mencionar en España entidades como Orson the kid la Escuela de Cine para Niños de Madrid; Detrás de la Cámara en San Sebastián, un programa gratuito que suma más de una década de trabajo; el Proyecto Grimm que tiene su puerta abierta en la Red; y más recientemente Teleclip, una televisión en Internet hecha por y para los niños, desarrollada por las Universidades de La Coruña y la Complutense de Madrid. En el ámbito latinoamericano hay un universo que se amplía año a año. Sobresale la labor del Taller El Mate en Argentina; el proyecto La escuela hace TV del Ministerio de Educación y Ciencia de ese país; mientras que en México destaca la Asociación La Matatena, con marcado acento en la animación de manos de niños y adolescentes. Están, además, la gran cantidad de talleres particulares que en muchos lugares se efectúan sin gran repercusión, a título personal o por parte de maestros que tienen facilidad y atracción para la expresión audiovisual.

Pero si hay algo que llama la atención es que algunos investigadores han logrado producir cambios en los integrantes de esos talleres audiovisuales que van más allá de la enseñanza del medio. Un ejemplo lo podemos hallar en el proyecto Becta, evaluado por el British Film Instituye (BFI) entre el año 2001 y 2002. David Parker fue uno de los que lideró el equipo que midió el alcance del proyecto de vídeo digital aplicado en 50 escuelas del Reino Unido. Interesaba conocer los efectos de la tecnología digital en los alumnos, pero además, los posibles comportamientos derivados de esas actividades, para identificar modelos de buenas prácticas. Después de examinar los patrones de conducta encontraron evidencias del impacto positivo que producía el uso de este tipo de técnicas en distintas asignaturas del currículo escolar. Observaron que los alumnos estaban motivados para aprender diversos aspectos aparte de lo propiamente audiovisual –producir, grabar y editar-, lograron aumentar su concentración en las tareas e incluso transformaron ciertos puntos de vista acerca de los problemas del mundo. Pero hubo algo más. El proyecto fue transmitido también a un grupo de alumnos problemáticos de un instituto londinense. El sistema consistió en que se grabaran ellos mismos, con su forma natural de responder ante los problemas del día a día, de tal manera que al editar ese material pudieran observar su propia conducta. Los resultados fueron positivos. A final de año el alumnado se impactó al ver la evolución que había tenido a lo largo del curso. Aceptaron y reconocieron que realmente tenían una reacción conflictiva que podían corregir. En este caso el proceso de enseñanza audiovisual funcionó, como bien señala Parker, como un "efecto espejo", puesto que vieron su propio reflejo y la necesidad de cambiar determinados comportamientos.

Otro de los modelos en este sentido lo observamos en escuelas como la Ghetto Film School situada en el barrio neoyorkino del Bronx, en los Estados Unidos. Allí también se ha direccionado la práctica audiovisual hacia el beneficio social y personal del alumnado. En este caso chicos de muy distinto rango han aprovechado la oportunidad para ingresar en los programas de educación para los medios impartidos por esta entidad, que fue creada originalmente con un fin loable: reinsertar en la sociedad a jóvenes delincuentes dispuestos a abandonar su vida fuera de la ley. Su formación se enmarca fundamentalmente en el lenguaje cinematográfico, con el fin de que puedan acceder a una carrera profesional o a un empleo que les ayude a subsistir dignamente.

En un ángulo opuesto de Nueva York, el distrito de Chelsea en las inmediaciones de Manhattan, funciona el Youth Media. Media Literacy Workshops, un taller en el que los niños y adolescentes escriben y producen vídeos relacionados directamente con algunas de sus asignaturas escolares. Aunque no forma parte del plan de estudios curricular, el proyecto ha logrado introducirse en aquellas escuelas que han aceptado esta propuesta de enseñanza audiovisual. Los beneficios han sido numerosos puesto que los chicos aprenden sobre los medios –producción y recepción crítica- desde los primeros niveles de Primaria y paralelamente clarifican y experimentan los contenidos de las materias. A menudo los profesores les ayudan a crear sus primeros vídeos, obteniendo como resultado cortos con tinte educativo: Lo que dicen los libros, La historia del metro de Nueva York, o ¿De dónde proviene el nombre de la ciudad? Pero luego son los propios niños quienes formulan los contenidos que casi siempre tienen relación con su entorno más cercano. Es entonces cuando producen temáticas con títulos como: Las drogas destruyen el amor, The Bully, Acoso Escolar, Graffiti, Las drogas y los amigos, entre otros.

En Venezuela hay que recordar el origen de Teleboconó, una estación de televisión comunitaria que nació en a finales de los setenta con la idea de rescatar a los jóvenes desviados del camino laboral y permitirles manejar los equipos de la estación. La idea surgió de la petición desesperada de unos padres deseosos de que sus hijos tuvieran un futuro mejor. La idea fue ampliada considerablemente de modo que distintas generaciones de chicos -entre 6 y 18 años- han aprendido acerca del audiovisual y se han encargado, voluntariamente y bajo supervisión, de las emisiones de tan singular canal. Otra experiencia, en la que tuve el gusto de participar, se realizó en Televisora Regional de Táchira (TRT), canal de ámbito provincial. Allí también se dio el lugar que los más pequeños merecen en los medios transmitiendo periódicamente micro reportajes ideados y producidos por niños entre 8 y 10 años de edad. En aquel entonces nos encargamos de proporcionarles un programa de enseñanza audiovisual durante cinco meses para observar sus propuestas que no tardaron mucho en cristalizar, y que abarcaron temas relacionados con su preocupación por la ecología, el miedo o la falta de comunicación en la familia.

En estos días en que los jóvenes son designados "nativos digitales" –crecidos con las Nuevas Tecnologías- se han de utilizar los medios para algo más que comunicar. La alfabetización audiovisual implantada en un sistema de enseñanza creativo y continuo puede producir en los alumnos cambios de actitud en la forma de enfrentar sus problemas. Si bien es cierto que en una primera fase los niños suelen repetir en sus propias producciones los temas que han visto en la televisión o el cine, en una siguiente etapa de aprendizaje activan su pensamiento hacia los asuntos que les afectan y que pueden ser conocidos por otros niños y jóvenes como ellos.

La educación audiovisual en este sentido de la producción y recepción crítica, conlleva dos aspectos sustanciales: uno es el sentido de grupo, y el otro es su formación como público espectador. El primero sugiere la conciliación de ideas entre los miembros del equipo; no se trata de un solo individuo que impone el tema de la producción. El segundo es la percepción que van desarrollando como sujetos telespectadores; piensan en lo que han querido transmitir con su trabajo audiovisual, y a la vez se preocupan de si esa idea será comprendida por la audiencia tal como ha sido concebida. Eso, al menos, es lo que puedo deducir de las vivencias que he tenido la suerte de compartir con distintas agrupaciones de niños y adolescentes.

En resumen, la educación audiovisual a la que me refiero, no se reduce a mostrar cómo funciona una cámara o un ordenador. Tampoco se restringe a visionar diversos géneros audiovisuales para conocer cómo responden los personajes, ni enseñar únicamente cómo se adaptan cuentos de la literatura a la televisión o el cine. Además de aprender a tomar el control de los medios, la educación audiovisual que nos ha de interesar es aquella que aprovecha el uso de la tecnología para ser útil en un sentido humano. Aquella que supera el período en el que el niño hace propuestas referidas a sus propios conflictos sin introspección alguna. Esa que empuja al alumno a través de la producción audiovisual a observarse, entender sus emociones, comprender a sus amigos y familiares y cultivar aspectos vitales como los valores y las habilidades para convivir armónicamente en comunidad. Pero para ello es necesario que la alfabetización audiovisual esté integrada en la escuela y que sea complementada en la familia. Se requiere además una conciencia al enseñar, pues hemos de ser exigentes en los contenidos y no sólo en las formas. Animar al niño a escribir y producir en positivo y, a la par, en libertad. De poco vale que la experiencia audiovisual sirva apenas de actividad lúdica o de válvula de escape sin que haya una mayor reflexión. Sería desaprovechar un excelente recurso para educar adecuadamente sobre los medios, y más aún, sobre la vida.

Jacqueline Sánchez Carrero. Dpto. Comunicación Audiovisual, Publicidad y Literatura. Universidad de Sevilla. http://jsanchezcarrero.blogspot.com

Fuente: Fundación audiovisual de Andalucía
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