Titiritero, actor y fotógrafo antes de dirigir sus pasos al mundo del cine, Juan José Jusid (1941) accedió a los misterios del séptimo arte a finales de los años cincuenta, mediante el estudio del lenguaje cinematográfico, en la Asociación de Realizadores de Cortometrajes que presidía Simón Feldman. En 1959, colabora con Alejandro Saderman en la realización de Plaza de Mayo, y cuatro años después cursa estudios en la Facultad de Filosofía y Letras.
Los años sesenta, que conocieron la saludable renovación en varios frentes de la cinematografía argentina, fueron para Jusid bien pródigos: fundó la primera de sus empresas netamente fílmicas, Producciones Sur, que se dedicaría mayormente a la publicidad y le proveyó varios premios internacionales, además de la posibilidad de debutar como director con un equipo técnico y artístico también neófito, en 16 mm, y que formaría parte de un largo sobre historias de oficina. Pero su verdadera ópera prima fue Tute cabrero (1968) con guión del dramaturgo Roberto Cossa y música de Tata Cederrón, que sorprendió agradablemente a la prensa y al público por su inteligente tratamiento de la influencia de lo social en lo individual, y por las memorables interpretaciones de Pepe Soriano y Luis Brandoni.
Luego de realizar La fidelidad, en 1970, con Brandoni y Héctor Alterio, Jusid arriba a su segundo gran momento, en 1974, cuando se asocia a Leopoldo Torre Nilsson para producir Boquitas pintadas, y también produce y dirige Gauchos judíos, que relata la llegada y el asentamiento de los inmigrantes judíos provenientes de la Rusia zarista, dentro del tono exigido por la comedia costumbrista, con elementos musicales. Inspirada en la novela homónima de Alberto Gerchunoff, con excelente guión escrito por el director en compañía de Jorge Goldenberg, Oscar Viale, Alejandro Saderman y Ana María Gerchunoff, y protagonizada por Pepe Soriano, Dora Baret, Víctor Laplace, Luisina Brando y China Zorrilla, Gauchos judíos fue censurada por el gobierno, lo cual implicó un giro hacia la comedia blanca, ligeramente satírica (No toquen a la nena, 1976, con Norma Aleandro y Lautaro Murúa) y marcó luego un largo hiato en su filmografía.
Luego de siete años sin dirigir ningún filme, Jusid regresó con una serie de títulos que se proponían, como lo hacía Gauchos judíos, alimentar la memoria colectiva desde la nostalgia, y reexaminar el pasado, sobre todo a partir de la reinterpretación de hechos reales, históricos, que marcaron el destino nacional. Espérame mucho (1983) retrocede melancólicamente a los años cincuenta; Asesinato en el senado de la nación (1984) utiliza la técnica del docudrama para recrear un caso de crimen político acaecido en 1935 y Made in Argentina (1986) fue de los primeros filmes que se atrevió a retratar el exilio externo y el interno durante los años de la dictadura militar, una de las características constantes del cine realizado por Jusid.
Después, el cine de Jusid ha oscilado entre lo comercial, comunicativo, estilo las comedias sentimentales ¿Dónde estás amor de mi vida que no te puedo encontrar? (1992) o la obsesiva revisión de incidentes traumáticos en el pasado como Bajo bandera, en 1997 y Un argentino en Nueva York (1998), que generó una teleserie de doce capítulos al año siguiente, y una secuela en forma de miniserie en 1995. Posteriormente dirigió varios éxitos como Esa maldita costilla (1999), una película de humor protagonizada, entre otras, por Susana Giménez; Papá es un ídolo (2000), protagonizada por el comediante Guillermo Francella y Sebastián Francini y Apasionados (2002), donde una joven le pide a su novio que le sirva de donante de semen a su mejor amiga, la cual quiere tener un hijo. Lo que al principio parece un sencillo trámite pone en juego, en esta comedia romántica, sentimientos inesperados y situaciones insólitas entre un hombre y dos mujeres que parecían tener sus vidas en orden.