Comenzó su carrera como jefe de propaganda de la Cinematográfica Terra allá por 1916-17. Después, para poder hacer cine, se unió a José A. Ferreyra para quien escribió Palomas rubias, en 1920, pero El guapo del arrabal, del año 1922, es en realidad su primera película.
Torre Ríos también fue periodista, colaborando en revistas como Caras y Caretas. Para algunos de sus filmes hablados, también escribió canciones, mereciendo la cita sus tangos Mirando la lluvia y Adiós, Buenos Aires.
En el momento en que el mejor cine argentino estaba dominado por la epopeya impuesta por Mario Soffici y otros, Leopoldo Torre Ríos recurrió a un cine intimista, personal y muy poco comercial. Debutó en el cine sonoro con la obra de Alberto Vacarezza El conventillo de la paloma, llevada a la pantalla en 1936. Su mejor filme fue La vuelta al nido (1937), rescatada del olvido en que la dejaron sus contemporáneos gracias a su ritmo pausado, y al pormenorizado estudio de la vida filial, hogareña. A partir de aquí se recompone una larga filmografía, de calidad intermitente, pero que sirvió de guía para su hijo Leopoldo Torres Nilsson.
Entre sus mejores títulos en la cinematografía hablada hallamos: Adiós Buenos Aires, Pelota de trapo, Romance sin palabras, La luz de un fósforo, Demasiado jóvenes, El hijo de la calle, El regreso, y muchas otras.