CRÍTICA



  • En la cama es la tercera y más importante película de Matías Bize
    Por Víctor Cubillos P.


    Vemos imágenes desenfocadas y en primer plano. Escuchamos a un hombre y una mujer agitados. Vemos formas, sombras, colores que se asemejan a la piel pero que bien podrían ser dunas de un desierto. Los escuchamos gozando, dando y recibiendo todo lo indescriptible que un orgasmo significa. La imagen lentamente comienza a tomar cuerpo, dejándonos ver lo que el sonido ya había delatado. El audio se eleva a su punto más alto: el éxtasis se ha concretado. Este comienzo marcará la lógica estética y argumental en que se desarrollará En la cama, la tercera y más importante película de Matías Bize: bellas imágenes grabadas en Mini DV a 24 cuadros por segundo, pero que en gran parte se verán subrogadas a un diálogo dominante, a ratos demasiado esclarecedor.

    Al igual que el espectador, Bruno (Gonzalo Valenzuela) y Daniela (Blanca Lewin) desconocen la vida del otro y tras encontrarse en una fiesta han decidido ir a un motel. El desafío estético (una locación) y argumental (dos personajes) es alto y extremadamente opuesto al otro trabajo de Bize, la película Sábado, conformada por un plano secuencia de 60 minutos que recorre diversos personajes y locaciones de Santiago. En la cama, por una parte, hace del montaje en la construcción de los diálogos su principal herramienta, no así en la descripción del espacio. Inteligentemente, Bize no gasta el tiempo en mostrar detalles de la habitación, pues da por sentado que la acción transcurre en ese lugar. Los constantes saltos de ejes del montaje, por ejemplo, no deberían ser considerados como errores, sino como una afirmación de este planteamiento: el hecho que él la mire de izquierda a derecha y dos planos más adelante en dirección contraria, habla justamente de ese “dar a entender” que el espacio es pequeño y que sólo hay dos personas en la habitación. De esta forma, todo ese ahorro de tiempo es dejado a la interpretación de sus actores. Y es justamente en esa dedicación hacia sus personajes, a mi modo de ver algo sobreexpuesta, donde la película podría tener sus debilidades. En este sentido, la escena del comienzo funciona como analogía: las imágenes borrosas e identificables no alcanzan a ser todo lo misteriosas e interpretables que pudieron ser, pues antes le son reveladas al espectador gracias al sonido de la pareja excitada. Este ejemplo marcará en gran parte la lógica a seguir. En este intento por querer explicarlo todo con palabras, por hacer de ésta una historia demasiado redonda, las imágenes pasan a segundo plano, dejándo de ser todo lo interpretable que pudieron ser y el diálogo asume una tremenda carga, extendiéndose y tornándose algo inverosímil. Pues el trabajo de arte y el dominio del formato digital del director de fotografía y camarógrafo Gabriel Díaz, es inteligente, modesto y sobretodo muy consecuente. Como Díaz conoce el formato, con sus límites y sus bondades, no falla pretendiendo emular al celuloide.

    ¿Qué sucede entonces con un diálogo en primera línea y las imágenes relegadas a un segundo plano? A la evidente empatía lograda entre los actores, hay que sumar un guión que plantea ideas frescas e interesantes: dos personas, un lugar, dos mundos desconocidos, poco tiempo por delante.… Sin embargo y pese a toda la fuerza de los dos primeros tercios, la película sale del mundo que ambos personajes han construido en esa habitación y opta por abordar conflictos externos de cada uno. Con miras a transformarse en un drama, el diálogo, que recién era fresco, original y creíble, comienza a agotarse y parecer algo inverosímil. Todo lo anecdótico de este encuentro, todo lo positivo que hasta ahora habíamos visto en ambos personajes, se vuelve artificial, como si el drama tuviese que estar presente de facto. Y si bien este giro temático (jóvenes enfrentados a cierta estructura social y la sociedad como representación de sus verdaderos miedos) comienza a ser una constante en las películas de Bize, da la impresión de que el drama en el filme En la cama llegará porque sí.

    Otro punto que me parece interesante abordar y que comienza a ser reconocible en el cine de Bize, tiene que ver con la concepción de figuras femeninas en la pantalla. En las tres películas de este director, la mujer está subordinada al hombre y en cierto sentido, es víctima de él y de las estructuras sociales establecidas. En Sábado, Blanca Lewin representa a la joven inocente e ilusionada, que quería llegar virgen al matrimonio pero que tuvo que ceder frente a Víctor, su pareja, que es el hombre que se convertirá en su marido. Además, ha reprimido sus sentimientos hacia Diego, con el cual, en una movida atolondrada y despechada, intentará tener sexo sin obtener buenos resultados. En Juego de Verano, el personaje interpretado por Siboney Lo, no tendrá otra función que ser la hembra seductora al servicio de dos hombres. Un objeto del deseo por el cual se encadenarán uno que otro conflicto masculino. Finalmente, En la cama ofrece algo así como una continuación más moderna, pero no por eso más liberal, del personaje de Lewin en Sábado (en ambas películas, el guión es de Julio Rojas, que en la vida real es dentista, y también responsable de Mi mejor enemigo, de Alex Bowen). Si bien Daniela (Blanca Lewin), ya no es la tonta inocente que cree a ciegas en el amor, su aventura con Bruno (Gonzalo Valenzuela) no pasará más allá de esa noche, pues ella está pronto a casarse con su novio de años. Menos víctima de su pareja que en Sábado, la mujer es aquí un ente que reniega sus verdaderos deseos, que no piensa rebelarse a las estructuras sociales establecidas, sino aceptar su destino casi como una acción divina. En este sentido, la verdadera protagonista de En la cama, la que carga con todo el drama no es más que ella y sólo ella. Bruno es más independiente, menos responsable, más inmaduro. Daniela más dependiente y reprimida.

    Finalmente, y como punto hilador entre la primera tesis (imágenes subrogadas al diálogo) y la segunda tesis (el rol protagónico de la mujer), me gustaría mencionar la importancia que sí se le da a las imágenes cuando se trata de mostrar el cuerpo femenino en En la cama, pues el rol protagónico no recae en ella sólo pensando en la narración, sino también en la forma en como es mostrado el cuerpo de Daniela en comparación al de Bruno. En el plano de la imagen, sus pechos, su espalda, su rostro y sus movimientos son mostrados en mayor cantidad y detalle que el cuerpo de él. En lo que a sonido respecta, no creo equivocarme cuando aseguro que a ella también se le escucha gemir (por lo tanto recibir placer por parte del macho) mucho más que a él. Además, es ella siempre la que está ansiosa por tener sexo otra vez; es ella la que espera impaciente una nueva erección y la que comienza el coqueteo. La mujer de Juego de verano, aunque en otro plano mucho menos fogoso, se repite el plato en esta, la última película de Matías Bize. Observación por cierto, que no busca ir en desmedro de En la cama, sino más bien plantear una discusión en cuanto al “concepto de mujer” que ha sido y sigue siendo representado en gran parte del cine chileno.

    (Tomado de La fuga)


    (Fuente: La fuga)



    Más información en: www.lafuga.cl


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