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  • Patricia Ramos y Beatriz Viñas durante el rodaje de El patio de mi casa. Foto: Cortesía de la entrevistada


    Conversando con Patricia Ramos en tiempos de pandemia

    El verano de 2020 habrá pasado a la historia, entre muchos y peores infortunios, como aquel de las cancelaciones, los reajustes de planes, las prórrogas y tachaduras de eventos en nuestras más o menos organizadas agendas. Antes de la covid-19, esta deseada entrevista para el proyecto GynoCine también había sido imaginada como una larga y reveladora conversación con Patricia Ramos en un café habanero y durante un viaje a Cuba, que también ha avanzado por las páginas de mi agenda sin que alcance a materializarse. De cualquier modo, siempre nos quedan los recursos virtuales para hacer posible mucho de lo deseado y, tras excelentes intercambios con Patricia, queda aquí reproducida nuestra conversación.

    Patricia Ramos (Cuba, 1975) es directora y guionista de varios cortometrajes y de la película El techo, ganadora de múltiples premios, entre los que cabe destacar el Premio al Mejor Largometraje de Ficción en el 20 Cine Las Américas Film Festival de Austin, Texas (2016); Mejor Directora en el 25th Annual Providence Latin American Film Festival; el Premio Sara Gómez otorgado por la Red de Realizadoras Cubanas (2016); y el Premio a la Mejor Película de Ficción en el Trinidad Tobago Film Festival (2017).

    La joven directora es graduada de Letras de la Universidad de La Habana y de la especialidad de Guion por la Escuela Internacional de Cine y Televisión (EICTV) de San Antonio de los Baños. Además, se ha desempeñado como docente impartiendo cursos de guion en instituciones cubanas y en universidades de Costa Rica, Argentina y Brasil.

    Maybel Mesa Morales (MMM): Me gustaría comenzar conversando sobre tu segundo cortometraje de ficción, Na-Na (2004), que resultó ampliamente reconocido dentro de Cuba y obtuvo el Premio Especial del Jurado en el Festival Internacional Icaro de Guatemala. En este corto abordas el tema de la migración y el impacto que genera la separación de seres queridos, sin dudas uno de los mayores traumas en la sociedad cubana contemporánea. Sin embargo, decides explorarlo de una manera muy personal e indagarlo desde la psicología infantil. ¿Podrías comentarnos cómo y por qué decidiste mostrar el conflicto a través del punto de vista de los niños, y cómo fue la experiencia de dirigirlos durante el rodaje?

    Patricia Ramos (PR): El tema de la migración es una constante de nuestra realidad. No conozco a ningún cubano que no tenga algún familiar o amigo viviendo fuera de su país de origen. Hubo un tiempo en que la decisión de irse era casi como decidir morirse. Una muerte simbólica para la familia y los afectos. No se sabía si se volvería a ver a aquel que osaba “cruzar las aguas”. Hubo familias separadas por décadas. Recuerdo haber llorado con 20 años la partida de amigos míos como si estuviéramos asistiendo a un entierro. Escribir poemas y cartas de despedidas. Mucho dolor y una juventud dispuesta a sufrir con intensidad.

    “Mi cortometraje Na-Na surge de la necesidad de hacer un pequeño homenaje a la amistad, una reflexión sobre el amor. Está dedicada a la familia y a los amigos que ya no están, por haber migrado, y a otro amigo, Fabio, por haber muerto en plena juventud. Y siguiendo ese hilo de dolor, en aquel momento pensé que la mejor manera de hablar sobre este tema era desde el punto de vista de los niños. Era la primera vez que se hacía en el cine cubano. Me pareció una manera sutil de hablar de algo que es tan común entre nosotros que puede resultar manido. Y de esta manera evadir un poco el dolor verdadero que sentía, y aún siento, sobre este tema. El arte, por suerte, nos salva del dolor absoluto. Creo que los puntos de vista son vitales a la hora de otorgar un significado nuevo y no agotar al espectador, que es –ni modo– otro sufriente, como yo. Reconocer una realidad y poder disfrutarla a pesar de la tristeza que pueda esconder.

    Con respecto al rodaje, te cuento que a veces los niños se portan mejor que los adultos. En el caso de Na-Na, el niño Andy Fornaris provenía de La Colmenita, una destacada compañía teatral cubana, y la niña, Fernanda Rodríguez, no había tenido ninguna experiencia. Se llevaron bien. La niña dormía con la gata Pestaña todas las noches, tal y como si fuera el mismo personaje. Fue un rodaje muy difícil. Nos llovió todos los días. Tuvimos obstáculos de todo tipo, entre ellos mi propia inexperiencia, pero al mismo tiempo tuve amigos y familia que me apoyaron. En medio de lo caótico que podía tornarse el rodaje por tanto contratiempo, los niños, con toda su energía, aportaban una ligereza y alegría que siempre agradecí.

    MMM: Te graduaste de Letras en la Universidad de La Habana y decidiste dar un giro a tus estudios entrando en el fascinante mundo del cine, para graduarte de la especialidad de guion en la Escuela Internacional de Cine y Televisión (EICTV) de San Antonio de los Baños. ¿Cuánto le debe hoy la Patricia Ramos directora de cine a la Patricia Ramos filóloga?

    PR: Filología es una gran carrera y fue donde más a gusto me sentí antes de entrar en el universo del cine. Creo que le debo el rigor, las lecturas, los buenos profesores y los amigos. Ahora mismo estoy escribiendo un proyecto de largometraje que creo, si no hubiera estudiado esa carrera, no lo podría asumir. Es una ventaja, pienso. Muchos cineastas han estudiado literatura antes. A pesar de que la carrera no estimula a escribir –solo a estudiar a los que escriben y eso, la verdad me parece una pena–, el contacto con la buena literatura hace la diferencia. Cine y literatura comparten el mundo de las ideas, de las historias. Todo se conecta. El guion no exige el rigor de la palabra, porque no está concebido para leerse sino para filmarse; pero aun así, aunque no sea considerado literatura, demanda del guionista la solidez de un escritor a la hora de construir una historia.

    MMM: En tu cortometraje El patio de mi casa (2007) los personajes prácticamente no se desplazan, toda la acción transcurre en el espacio físico del patio. Si bien es cierto que solamente al abuelo le es dado entrar y salir de la casa, los personajes femeninos sí tienen la capacidad de trasladarse mentalmente hacia el recinto imaginario del “diván”, allí donde converge el deseo y el placer sensorial de los bultos de ropas (ya limpias) cayendo sobre el cuerpo de la madre, y también las fantasías eróticas del personaje de la abuela con su esposo. ¿Esta apelación al recurso intertextual del diván pudiera indicarnos un interés por transmitir la historia en claves del psicoanálisis?

    PR: No tuve esa intención, la verdad, aunque uno imagina lo que puede suponer un diván en la vida de cualquier persona. Es un ícono que se relaciona con la consulta terapéutica, pero antes de que existiera la consulta esta imagen se vinculó al placer. Si unimos significados, podría ser esa mezcla de placer y confesión. Pero esto es algo que lo pienso ahora, provocada por tu pregunta. El patio… fue una historia muy intuitiva. Nació de un sueño. Soñé el sueño de mi protagonista. O sea, me desperté con la imagen de una mujer dormida en un diván, absolutamente desnuda y relajada, con un gato sobre su regazo. En el propio sueño de la mujer, ella se despertaba y estaba frente a un lavadero con un bulto de ropa por delante. Fue una imagen tan vívida que la apunté y luego la escribí como si fuera un cuentecito. Durmió unos años antes de convertirse en guion y, la verdad, disfruté mucho escribirlo y luego filmarlo.

    MMM: Hay investigaciones en el área de los estudios etarios que indagan el modo en que la representación de la sexualidad en mujeres de la tercera y cuarta edad suele ser excluida en los planteamientos y discursos cinematográficos de diferentes países. ¿Tenías intención de desarticular ese tabú en el audiovisual cubano al colocar en el diván al personaje de la abuela, encarnado por la actriz Marta del Río?

    PR: La verdad, uno no tiene la intención de desarticular nada de manera consciente. Y en el camino, uno desarticula y propone cosas, si tiene suerte. El patio de mi casa me hizo más consciente gracias a una amiga y estudiosa cubana, Danae Diéguez, que me argumentó lo tan feminista y las tantas lecturas que tenía. Mucho más de las que yo pensaba, porque uno no se detiene a pensar las historias, sino a crearlas. Y la creación se manifiesta de maneras diversas, con raras conexiones que solo el oficio saca adelante.

    En realidad, y respecto a la señora, yo soñaba con que ella estuviera desnuda también en el diván. La timidez no me dejó proponérselo nunca a Marta del Río, la excelente y famosa actriz que lo interpretó. Quedé feliz con la imagen que resultó de ella posada en el diván. Hermosísima para mí. El actor que interpreta a su esposo, Norberto Blanco, recién fallecido hace unos días, otro grande de la Televisión Cubana, se divirtió muchísimo haciendo la escena de su sombrero cubriendo las partes íntimas. Yo me moría de pena y él sentía que estaba jugando. Fue hermoso verlo trabajar y desplegar ante nosotros toda su virilidad y sensualidad. Era el vívido sueño de la señora. Las personas envejecemos, pero los sentimientos no. Las personas viejas no son desechos, ni dejan de sentir solo porque les avance la edad. La sensualidad no es un territorio solo para jóvenes y no se esfuma solo por tener arrugas en la piel.

    MMM: Precisamente en una entrevista de hace varios años, concedida a nuestra amiga y colega Danae Diéguez[i], comentabas de tu admiración por la directora argentina Lucrecia Martel. ¿En qué otras directoras de cine encuentras una fuente de inspiración o consideras que han ejercido una influencia en tu obra?

    PR: Lucrecia Martel es una referencia muy importante. No solo por su obra, que es fundamental, sino por su presencia. He coincidido con ella varias veces en talleres y conferencias. Me explico. Desafortunadamente, una, que siempre deseó dirigir, tenía la referencia de un cine hecho en su mayoría absoluta por los directores hombres. Muchas veces el liderazgo masculino implica una manifestación tergiversada del carácter. Son comunes las anécdotas de hombres directores como si fueran hombres ogros, prepotentes, de mal carácter con los actores, excéntricos de mala manera. De pronto, ver desenvolverse a esta mujer talentosa, tímida, pero sin ánimo de parecerse a un hombre, abrió una referencia importante para todos los que la escuchábamos. Fue una lección para mí, que no pensé que alguien de tanta delicadeza podría encarnar el papel de una directora de cine. Un prejuicio que desmontó una sola presencia. No hay que “actuar” la prepotencia masculina para dirigir. La delicadeza no está divorciada de la autoridad.

    “Recuerdo cuando Lucrecia se quejaba de que a las mujeres no las incluyen con su nombre y apellido, que en el “diccionario del Cine” ella de seguro aparece en la M, de mujeres, y no en la M, de Martel. Los hombres tienen nombre y apellido; las mujeres, no. La lección de sensibilidad e inteligencia fue muy importante. Otra referencia vital es la grande Agnès Varda. Una mujer talento, también sin ánimo de parecerse a nadie. Son presencias que hacen la vida diferente y dan esperanza. Otra de las que me sentí muy orgullosa en su momento fue Jane Campion, por su maestría y por su éxito arrollador con El piano. Yo no la conocía y eso me hizo ver todas sus películas previas a ganar el Oscar. Todas eran fabulosas. Me gusta mucho Isabel Coixet. Me siento muy orgullosa cada vez que conozco nuevas realizadoras, nuevas voces. Fui muy feliz cuando pude ser Jurado de Opera Prima en el Festival Internacional de La Habana y, sin proponérnoslo, premiamos cuatro largometrajes hechos por mujeres directoras, porque eran los que consideramos mejores. Por suerte, el panorama, aunque todavía muy desigual, es mucho más esperanzador hoy que hace 20 años.

    MMM: La semantización de los espacios constituye un aspecto distintivo en tu filmografía y es algo que se puede advertir desde los títulos mismos de tus películas, como sucede con El patio de mi casa (2007) y tu exitoso largometraje El techo (2016). ¿Qué connotaciones tienen para ti estas locaciones y por qué escogerlas como referente espacial por excelencia en ambas obras?

    PR: Esta insistencia en el espacio fue un hallazgo para mí. Una especie de pie forzado para alimentar la historia desde un solo espacio. Fue una especie de meditación en la que andaba metida en ese tiempo. Con respecto a El patio…, me parecía más interesante retratar a esta familia desde el espacio que comparten antes que filmar los espacios más habituales, como un cuarto, un baño. No quería saber de los personajes de ese modo. El espacio exterior, sin dejar de ser íntimo, define a esta familia en su cotidianidad y en su hastío. El patio… y su hilo de tendederas, la protagonista como una madre araña, atrapando personajes, puede ser metáfora de algo más. Siempre me gustó contrastarlo con el espacio interior, el del sueño. Donde sueñan estas dos mujeres y hasta la gallina.

    Con respecto a El techo, imaginé escribir una historia donde se supiera más de los personajes por el espacio exterior que por el interior. En El techo, la casa de Anita, la muchacha embarazada, no se ve nunca y es a propósito. Su intimidad está planteada en el exterior. En este caso, como es una historia de jóvenes en su desamparo, intentando alcanzar un sueño, me parecía significativo que se encontraran sobre un techo y que ese lugar los uniera. Otra vez, no me interesaba contar una historia desde espacios habituales. No quería un exterior en la calle. Su movimiento más extremo ocurre sobre las azoteas. Los techos y La Habana son vistos desde arriba, el mar es un trozo visual al igual que un edificio. Los sueños de los protagonistas están suspendidos en El techo y no hay mucho más hacia dónde avanzar.

    MMM: Además de tu labor como creadora, te dedicas a la enseñanza. ¿Cómo ha sido tu experiencia impartiendo cursos de guion en Cuba, Costa Rica, Argentina y Brasil?[ii] ¿Has notado alguna tendencia de los jóvenes a ciertas temáticas o géneros dentro de la producción cinematográfica actual?

    PR: Cuando he sido profesora de guion, lo he disfrutado mucho. No te puedo decir una temática en específico. Hay tristezas y desasosiegos que son eternos. La gente escribe desde su dolor y desde lo que cree conocer. Yo he tenido la suerte de darle clases a estudiantes que quieren ser cineastas y a personas curiosas que no pretenden más que entretenerse con mis clases. Lo que sí te puedo decir es que las personas son mucho más creativas de lo que creen. Comprobar ese talento, constatar que las ganas de crear son inherentes al ser humano, que uno ayuda y puede estimular a sacar cosas de adentro, convertirlas en historias, es algo que me encanta.

    MMM: ¿Pudieras adelantarnos alguna información sobre el proyecto en que estás trabajando en estos momentos?

    PR: Estoy trabajando en varios proyectos. Películas para hacer dentro de Cuba y fuera de ella. Proyectos que necesitan de muchos recursos. Tenía en planes filmar en septiembre, mi segundo largometraje de ficción, pero el coronavirus ha venido a trastocarlo todo. Hasta ahora ninguna mujer en Cuba ha filmado un segundo largometraje de ficción. Su título provisional es Una noche con los Rolling y es una historia que mezcla el drama y la comedia. Esta vez, la protagonista es una mujer en sus 40 años, con todo el peso que significa, sus amores frustrados, sus sueños. La historia se desarrolla en los días previos al gran concierto que hiciera la famosa banda de rock en La Habana. El guion fue ganador de una Mención Especial en el Concurso de Guiones Inéditos del último Festival de La Habana. También ganamos con este proyecto un Fondo de producción de Ibermedia y el ICAIC (Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos) va a producirlo. La fecha, debido a la pandemia, está incierta por el momento. Mientras espero, sigo escribiendo y trabajando en varios proyectos.

    MMM: ¿Cuáles dirías que son los mayores retos para hacer cine como mujer desde Cuba hoy día? ¿Consideras que están creados los espacios de colaboración y visibilización de las realizadoras cubanas en la actualidad?

    PR: El mayor reto es lo sutil que puede ser la discriminación. Hay personas muy inteligentes y machistas que piensan que no lo son. Eso es lo peor, no te ofenden y, por suerte, no te queman en una hoguera como a una bruja de antaño; pero simplemente no existes, eres invisible para ellos. A pesar de que El techo tuvo muy buenas reseñas dentro y fuera, dos críticos cubanos hicieron un balance del año y no lo incluyeron. Y en Cuba no se hacen 200 películas. Ese año se hicieron cinco o seis ficciones y la única directora mujer era yo. Entonces, cómo entenderlo. Por suerte, pese a todo, estamos viviendo otro momento. Si no, fuera imposible que mi próxima película la financiara el ICAIC. El ICAIC es la llamada industria del cine cubano y solo ha financiado los proyectos de largometraje de ficción de tres mujeres en 60 años. Ahora, una buena noticia también está a punto de dar su primer fruto y es que, después de muchos años de presión por parte de los cineastas, ha salido el llamado Fondo de Fomento Cubano. Una herramienta de competencia transparente donde se presentan proyectos a concurso. Es una posibilidad más. Pero hay mucho que hacer. La pujanza de muchas cineastas hace que se acostumbren poco a poco a nuestra presencia, pero todavía dista muchísimo de tener las mismas posibilidades que un varón en esta profesión.(2020)


    (Fuente: ipscuba.net)


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