ENTREVISTA



  • Hay una televisión que es un asco, dice Campanella
    Por Santiago Estrella Garcés


    Juan José Campanella tiene un nombre ganado en el cine latinoamericano. Con El hijo de la novia (2001) peleó el Oscar a Mejor película extranjera. En Buenos Aires, dialogó con El Comercio, adelantó que su próxima película, cuyo nombre no encuentra, reflejará el sentimiento de la hinchada de Racing: “la fidelidad a pesar del dolor, es una imagen muy poética la de los hinchas de Racing, y eso que no soy hincha”.

    Filmar en Estados Unidos es un ‘non plus ultra’ para muchos, pero ¿es tan así?
    Para mí está muy mitificado; llegar a Argentina fue mi non plus ultra. Estudiaba en EE.UU. y cuando me gradué  comencé a trabajar. La televisión de allá es mi ‘training’, puedo filmar mucho y mantenerme. Yo filmo cine mínimo cada dos años y medio, si me paso ese tiempo sin hacer nada, me sentiría medio oxidado. Por suerte, la televisión de allá me permite vivir, porque acá resulta imposible.

    ¿Cómo es la tele en EE. UU.?
    No solo es, en este momento, la mejor del mundo, sino que es la mejor que se ha hecho dentro de su propia historia. Esta es la etapa dorada de creatividad, de cada género hay por lo menos un ejemplo excelente. No creo que el cine ofrezca un thriller mejor que ‘24’ ni una película de suspenso como Lost. Por suerte, en la televisión el escritor es el rey, no el director ni el productor.

    ¿Y Latinoamérica?
    En Argentina, al menos, hay cosas malísimas, de un nivel de vulgaridad espantoso. Si uno quiere ser  un buen padre no puede dejar a sus hijos ver televisión: todo el día putean,  tocan el culo a las mujeres,  es un asco de vulgaridad. Por otro lado,  ciertos programas  están a niveles que nunca se alcanzó acá y  tienen hasta nivel cinematográfico, pero hay  ejemplos de éxitos  basados en la vulgaridad.

    ¿Por ejemplo?
    Patinando o bailando o cantando por un sueño. Tienen excelentes niveles de producción y un enorme esfuerzo  de los participantes.

    Pero entre los números, hay una vulgaridad que no se tolera. Ahí conviven las dos televisiones: nunca tuvimos una  tan cuidada en la forma, pero con tanta vulgaridad al mismo tiempo.

    Al tratar de hacer una televisión de calidad como su serie Vientos del agua, ¿cómo lo recibieron los canales?
    Nos pusieron educadamente al costado. Casi no hubo publicidad y agradezco que lo hayan reconocido con el premio Martín Fierro (el Oscar argentino). El ‘main stream’ del periodismo no solamente lo ignoró sino que lo hizo quedar como un fracaso.

    ¿Cómo es la relación con los críticos de cine?
    Trato de no convivir con ellos: cuando estreno una película  tengo que leerlos. Se pone muy duro cuando se ponen agresivos e insultantes. Ellos trabajan en otro rubro, no hacen cine.

    Pasados los años, ¿cómo mira a El hijo de la novia?
    Mis tres películas para mí son muy queridas, estoy enamorado de ellas. Las personas las quieren también: recuerdan cuándo y con quién las vieron, cómo les afectó. Y, además,  El hijo… en particular es la historia de mis viejos.

    Era una de las favoritas para ganar el Oscar. ¿Cómo se viven esos momentos?
    Nosotros fuimos a la ceremonia sabiendo que no ganábamos. No sé cómo funciona, porque son 1700 votantes y no hay posibilidad de arreglo, pero alguna bola se debe correr.  El domingo, unas horas antes de la ceremonia, me llaman diciendo   que  se premiaba políticamente  a Tierra de nadie por lo que ocurría en Bosnia. En la ceremonia fuimos a ver estrellas: ¡le di la mano a Paul McCartney!

    Después filmó Luna de Avellaneda, una película casi  solo para argentinos…
    La película  sufrió mucho en el extranjero, porque  el contexto del club deportivo y social solo existe acá. A pesar de que los españoles fundaron los clubes en Argentina, no los tienen en España ni en Italia. Acá el club es la única parada  en la vida social del barrio.

    Muchos jóvenes están haciendo cine, ¿es  una moda?
    Pero está bueno, porque de la cantidad sale la calidad. Mi principio rector de la vida es que el 90% de todo es una mierda, sean películas, comida, gente, todo. Para que salgan 20 directores buenos tienen que estudiar 400.

    El mundo del cine es duro, hasta despiadado…
    En todas las áreas de la vida en donde hay gente que hace lo hace con verdadera pasión, siempre están los que se aprovechan de esa pasión para no pagar. ‘Si te gusta tanto, hacelo gratis’ te dicen. Y uno al principio lo hace.

    ¿Cómo saltar esos escollos?
    Con piel de rinoceronte, porque puede tomar años, hasta décadas  hacer la primera película. Yo  pude empezar a hacerlo sin deudas a los 45 años y empecé a los 19. Recién a los 43 pensé por primera vez en tener un hijo y mi primera y única casa la compré a los 45.

     


    (Fuente: El Comercio)


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