CRÍTICA



  • En la cama, la pesadez del silencio
    Por Enrique Aguilar


    Lo poco que hasta el momento sabíamos del chileno Matías Bize lo catalogaba únicamente como un joven defensor a capa y espada del formato digital y de las producciones ‘ligeras’ que éste permite. Por ello, resulta fácil comprender la expectación y el poco crédito, hay que reconocerlo, con el que muchos acudimos a ver su segundo largometraje. Si bien es cierto que no estamos ante una ‘obra maestra’ del gusto de la crítica recién llegada a los círculos ya establecidos, tampoco deja de ser verdad que la ganadora de la Espiga de oro a la Mejor película en Valladolid 2005 y proyectada en la segunda edición del Festival de Cine Digital de Barcelona (DiBa) resulta más interesante de lo que aparenta.

    Más allá de que una primera impresión sobre En la cama no nos permita pensar en una película ‘convencional’ y, por el contrario, nos remita a un posible cortometraje extendido o a un ejercicio final de carrera, tenemos que resaltar que el filme se construye sobre una simple pero hábil estructura de guión que, en más de una ocasión, sortea sus propias limitaciones: sólo dos personajes en una habitación de motel durante casi hora y media. Así, sin nada más que estos elementos, Matías Bize se planta con una batería de cámaras digitales para retratar el encuentro sexual y fortuito de dos jóvenes, Bruno (Gonzalo Valenzuela) y Daniela (Blanca Lewin). El choque de dos cuerpos o mejor dicho los estragos de ese encuentro, el ‘post’ en otras palabras donde, al menos para mí, aparece lo más interesante del filme.

    Es posible que el director no intente llegar a proposiciones teóricas y pretenda tan sólo hacer una película sobre dos personajes que hablan, se desnudan, comparten sus intimidades y follan. Es cierto. No obstante, me parece más que significativo que este filme confesional me traiga a la cabeza dos cuestiones que en mis primeros acercamientos al cine moderno, el de mediados y finales de los 50 y sobre todo el de los 60, se plantaron ante mí como axiomas irrefutables de la puesta en escena. Dos cuestionamientos que giraban en torno a dos preguntas muy difíciles de responder con/en imágenes: ¿cómo filmar el acto sexual? y ¿cómo afrontar el post(coito)? Como resultará evidente para más de uno, la primera interrogante nos remite al pensamiento de Godard y a su reflexión sobre la manera cómo el cineasta puede conseguir, de forma veraz, retratar en imágenes el acto sexual sin caer en la ingenua superficialidad del fuera de campo ni en la grotesca apología del plano detalle pornográfico.

    Un pensamiento en apariencia trivial pero que esconde un enorme reto al que el cine moderno dedicó, directa o indirectamente, más de una tentativa fílmica como respuesta. Así quedaron por ejemplo plasmados los cuerpos de los amantes de Hiroshima mon amour (Alain Resnais, 1959), Le feu follet (Louis Malle, 1963) o incluso el choque eventual de los cuerpos de los protagonistas de Deserto rosso (Michelangelo Antonioni, 1964). Es evidente al ver el desarrollo de En la cama que las pretensiones de su director no son las de enmarcar su propuesta en un cine que indague en este planteamiento godardiano. Sin embargo, no deja de sorprendernos que una película de esta sencillez remueva esta interrogante e incluso nos haga pensar en esa otra que abarca el tiempo que corre después del orgasmo, el post(coito) por decirlo de otra manera.

    Así como en el cine clásico el filme estaba condenado a terminar cuando el héroe se reunía finalmente con su chica, una de las cuestiones vedadas en pantalla ha sido el tiempo posterior al encuentro sexual entre los protagonistas. Por ello, resulta elogiable que En la cama se plantee como un filme que se arriesga a caminar sobre ese campo minado aunque sea de la mano de sus diálogos. Quizás sea por ello que a muchos les parezca una película menor, un filme que adolece de vez en cuando de unas discusiones poco veraces o no tan bien interpretadas. Sin embargo, no podemos dejar de reconocer que Matías Bize consigue eludir estas circunstancias haciendo de su segundo trabajo una interesante aproximación hacia esa pesadez del silencio que sobreviene al acto sexual. Por ello, no es de extrañar que En la cama nos haya sorprendido y probablemente lo haga con muchos de vosotros.

     

    En la cama: the burden of silence
    By Enrique Aguilar

    The little we knew so far about the Chilean filmmaker Matias Bize classified him as only a feverous young defender of the digital format and the “light” productions it allows. Therefore, it is easy to understand the kind of expectation and the poor credit -it has to be admitted- of many of the ones who came to see his second feature film.  While it is true that we are not in front of a critic’s pleaser “masterpiece that has just arrived to the consecrated circles, it is not false that the winner of the Gold Spike for Best Film at the 2005 Valladolid Film Festival and screened at the second edition of Barcelona Digital Film Festival (DIBA) turns out to be more interesting than it seems.

    In spite that the initial impression of En la cama does not allows us to think of it as a 'conventional' movie, but all the contrary, it makes us think of a possible short extended to a graduation exercise, we must emphasize that the film is built on a simple but smart script structure that, in more than one occasion, surpasses its own limitations: only two characters in a motel room for nearly half an hour. So, with nothing more than these elements, Matías Bize stands up with a battery of digital cameras to film the casual sexual encounter of two young people, Bruno (Gonzalo Valenzuela) and Daniela (Blanca Lewin). The collision of two bodies or rather the ravages of that meeting, or in other words the “post”, is where, at least for me, appears the most interesting part of the film.

    It is possible that the director does not try to reach and advance theoretical propositions and only intended to make a film about two characters that talk, undress, share intimacies and lie down.  The above mentioned is true, however, it seems more than significant that this confessional film has recalled me of two issues that during my first approaches to modern cinema, in the mid and the late 1950s and especially the 1960s, stood in front of me as irrefutable axioms of the mise en scene. Two questionings that revolved around two very difficult questions to answer with/ in images: how to film the sexual act and how to deal with the post (intercourse)? As it  will be familiar to more than one, the first question leads us to the thought of Godard and his reflection on the way the filmmaker can get, truthfully, to portray the sexual act without recurring to the naive superficiality of the out of field and neither to the grotesque apologia of the pornographic extreme close-up.

    This is a seemingly trivial thought, but it hides a huge challenge to which modern cinema devoted, directly or indirectly, more than a cinematic attempt as an answer. In this way, for example, were  portrayed the bodies of the lovers in Hiroshima mon amour (Alain Resnais, 1959), Le Feu Follet (Louis Malle, 1963) or even the eventual collision of the bodies of the protagonists of Deserto rosso (Michelangelo Antonioni, 1964) . As we contemplate the unfolding of the plot of En la cama, It is clear that the aim of its director is not to frame his proposal within a cinema that dig into Godard`s approach. However, it is surprising that a film of such simplicity removes that questionings and even makes us think about that other questioning related to the time that follows the orgasm, the post (coitus) to tell it in a different way.

    As in traditional cinema the film was condemned to end when the hero finally met his girlfriend, one of the issues never represented on screen has been the moment that follows the sexual encounter between the protagonists. Therefore, it is praiseworthy that En la cama states itself as a film that risk to walk on this minefield, even when it does it only led by its dialogues. Maybe that is the reason why many think that it is a minor film, a film that occasionally suffers from some not so much believable or not so well interpreted discussions. Nevertheless, we can not fail to recognize that Matias Bize manages to avoid these circumstances, as he makes of his second film an interesting approach to the burden of the silence that follows the sexual intercourse. So it is not surprising that En la cama has surprised us and will probably also surprise many of you.

    (Fuente: contrapicado.net)


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