“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

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  • Filme Un gallo con muchos huevos, de los hermanos Riva Palacio.


    La animación mexicana busca consolidar su mejor momento histórico
    Por Ulises Castañeda

    La animación mexicana actualmente vive uno de sus momentos más destacados de su historia. En los últimos 15 años se han estrenado más filmes que en el resto de la historia. Actualmente se encuentran en cartelera dos filmes que esperan tener el mismo impacto taquillero que alcanzó en el 2015 la cinta Un gallo con muchos huevos (primera película de estudio hecha en formato 3D), de los hermanos Riva Palacio, que se convirtieron en la película mexicana más taquillera del año.

    Ahora toca el turno para El americano, de Ricardo Arnaiz y producida por Edward James Olmos, y para Mortadelo y Filemón, de Javier Fresser, que con temas y técnicas muy distintas buscan mantener el nivel de los animadores mexicanos.

    Ambas cintas arrancan el año para las producciones mexicanas en animación y de las cuales se espera que lleguen a tener el mismo éxito que el año pasado tuvieron filmes como Un gallo con muchos huevos, que lideró la taquilla de filmes mexicanos, en cuyo top 10 también se encuentran las producciones Don Gato: El inicio de la pandilla (en el cuarto lugar) y Guardianes de Oz (en el octavo).

    Un poco de historia de las ánimas. La animación en México tiene un historial muy reducido aunque las referencias nos remontan hasta los años 20. Algunos historiadores aseguran que el primero en hacer animación fue Miguel Acosta, quien en 1927 presentó algunos cortometrajes de 30 segundos.

    En la década de los 40 la animación destacó por el cortometraje Me voy de cacería, de Caricolor, encabezado por Santiago Richi y Manuel Mario Moreno con apoyo de talento estadounidense. Los estudios ya no continuaron debido a que los colaboradores extranjeros fueron llamados para participar en la Segunda Guerra Mundial.

    De Caricolor surgieron un grupo de animadores que cambiaron la pantalla grande por la chica, quienes lanzaron Caricaturas Animadas de México, cuyos trabajos se centraban en hacer parodias de noticieros. Incluso fueron ellos los primeros en trabajar en la pantalla grande una fusión de animación con acción real en El diablo no es tan diablo de 1949, sin embargo, cuando casi terminaban el filme los estudios se incendiaron. No se pudo solventar los gastos para volver a hacer el proyecto.

    La idea de mezclar la animación con personas reales fue retomada años más tarde por Fernando Ruiz, quien creó la compañía Producciones Omega en 1961 con la que estrenó El duende y yo (1961), de Tin Tan. Su trabajo le valió una oportunidad en el filme La espada en la piedra de Disney.

    El primer largometraje de animación llegó hasta 1976 con Los tres Reyes Magos, dirigido por el mismo Fernando Ruiz en colaboración con Adolfo Torres Portillo en base a una idea de Rosario Castellanos. Posteriormente llegaron otros filmes como Los Supersabios, de Germán Butze, dirigido por Anuar Badin que se estrenó en 1979.

    En esa época comenzó una fuga de talentos de animadores porque en México no existía ninguna escuela especializada. Algunos como Juan Fenton y Marco Antonio Ornelas, se hicieron un espacio en Estados Unidos en series como Astro y los perros espaciales, mientras que tuvieron que pasar algunos años para que surgiera en 1978 el Taller de Animación de Coyoacán, quienes dieron vida al mediometraje Crónicas del Caribe, inspirado en el descubrimiento y conquista de América. El taller cerró en pocos años y no tuvo alcance comercial.

    Escuelas como el Centro Universitario de Capacitación Cinematográficas (CCC) y el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC) comenzaron a sacar producciones independientes entre las que destaca la trilogía de cortometrajes Chapopote, Chahuistle y Charrotitlán desarrolladas de 1980 a 1982, por Carlos Mendoza.

    Del CCC tiene mención aparte el cineasta Carlos Carrera, quien comenzó con Hijo pródigo (1984) y posteriormente se encumbró en los años 90 al ganar la Palma de Oro de Cannes al Mejor Cortometraje por El héroe en 1994.

    Fue hasta el inicio del nuevo milenio cuando comenzó una generación de realizadores que especializados en la animación crearon empresas como Ánima Estudios, Animex Estudios y Huevocartoon Producciones, que volvieron a crear largometrajes que llegaron a salas comerciales. La primera de ellas en 2003 con Magos y gigantes, de Andrés Couturier y Eduardo Sprowls.

    A partir de entonces de la nueva camada llegaron producciones que se hicieron un espacio importante en la cartelera aunque con una calidad cuestionada por la crítica, como la saga de Huevocartoon Producciones que arrancó con Una película de huevos (2006) o La leyenda de la Nahuala (2007, Animex Estudios).

    Desde 2003 un total de 30 largometrajes se han estrenado a la fecha hechos por mexicanos en los cuales figuran filmes como Héroes verdaderos (2010, White Knight Creative Productions) película basada en la Independencia de México; Don Gato y su pandilla (2011, Ánima Estudios) película basada en la popular serie de Hanna-Barbera; El Santo vs La Tetona Mendoza (2012, Átomo Films, sello de Ánima Estudios) y el caso especial de El libro de la vida (2014), que se quedó a un paso de competir en los premios Óscar.

    Además de los estudios mencionados en la actualidad hay otros como Imagination Films, Santo Domingo Animation, Anim-Art Producciones, Lo Coloco Films, Imágica, Metacube technology & entertainment y Gyroscopik Studios, que tienen proyectos de animación.

    (Fuente: www.cronica.com.mx)


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