“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

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  • Lucía Carreras: el sueño mexicano ahora en Berlín
    Por Patricia Mignani

    Hace un año, cuando conocí a Lucía Carreras traía un pañuelo negro amarrado en la cabeza y unos pantalones sueltos de algodón color verde. Transpiraba bohemia y acababa de volver del Festival de Kerala, en el Sur de la India. Ahora se luce con un vestido elegante y peinado de salón, en Bellas Artes, con un Ariel en la mano.

    Ella es guionista, directora, co-escritora cuando se lo piden, amante de ganarse premios en festivales con sus películas y guiones, fan del silencio y hater de la televisión.

    Estudió Ciencias de la Comunicación en el ITESO y cuando terminó la carrera viajó a Estados Unidos un año para, entre otras cosas, encontrar su vocación. Ahora que es una de las directoras mexicanas sobresalientes en la escena, dice que cuando se planteó dedicarse al cine tuvo que irse al Distrito Federal porque no proviene de familia de cineastas y tampoco había estudiado en una escuela de cine como tal.

    Además, en 1996, cuando México producía seis películas al año, se requería de un esfuerzo extra para entrar en la industria y “lo que pasa cuando empiezas es que lo ves tan difícil y tan lejano, y en ese momento, acceder al cine era complicado”.

    La experiencia de co-escribir el guión que ganó el premio a la Mejor Interpretación de la sección “Una Cierta Mirada” del Festival de Cine de Cannes, para Lucía era familiar, ya que con Año Bisiesto (México, 2010) tuvo la antesala de lo que sería el reciente éxito con La jaula de oro, película mexicana-española-guatemalteca que ganó nueve de los 14 premios Ariel a los que estaba nominada. Carreras  se llevó el premio a mejor guión original, junto con el director y guionista, Diego Quemada-Diez y Gibrán Porterla, quienes pusieron en palabras la historia de tres pre-adolescentes migrantes, dos guatemaltecos y un mexicano, en su viaje desde México hacia Estados Unidos como migrantes ilegales.

    Dice que, aunque no vivió nada del rodaje porque su trabajo terminó antes de que la película se empezara a rodar, ha sido “muy bonito” ver el viaje de la película. “Estuve involucrada con la cinta antes de escribir el guión, porque conocía a los productores. Entré casi al final del proceso, al principio hubo otro guionista y por eso nos dieron el Ariel a los tres”.

    Es evidente que Machete producciones tiene un fetiche con Lucía Carreras, ya que ella participó en la primera película de la casa productora, que fue Año Bisiesto; la segunda fue escrita y dirigida completamente por ella, Nos vemos, papá (México, 2012), y su tercer proyecto fue La jaula de oro, por lo que estos muchachos saben cuál es su amuleto de la buena suerte.

    Pingponear

    Lucía Carreras creó el verbo más útil para el mercado de los guionistas: “pingponear”. Dícese de la palabra proveniente del juego de mesa y deporte ping-pong, que se utiliza para enviar y recibir, con críticas u observaciones, guiones de películas exitosas como La jaula de oro que finalmente se ganó más de 25 premios nacionales e internacionales.

    Respecto a los guiones, asegura: “Estoy muy convencida de que los textos los tienes que pingponear, que sí es necesaria la opinión externa. Como director entiendes en qué momento a otro director le cuesta trabajo soltar”, esto en relación al involucramiento que Diego Quemada-Diez tenía con la historia, dado que llevaba más de 10 años de investigación en el tema de la migración ilegal y del paso de los migrantes a través de México, a bordo del tren La Bestia.

    La tapatía comenta que el director, originalmente, quiso hacer un documental pero que, dado que tenía mucha información, unas 600 entrevistas con migrantes, le sugirieron que hiciera una película.
    “Siempre me pareció un proyecto muy bonito, es una historia muy conmovedora y estuvo padre trabajar en eso porque son de esas historias que de otra manera quizá no participarías en ellas. Fue muy bueno ayudar y aportar a que el guión crezca y a dejar ir información”.

    Carreras pone el ejemplo de la escena del albergue: en el guión original, la parte en que el padre Solalinde recibe y cobija a los migrantes era mucho más extensa y tenía diálogos inspirados en la experiencia del director con Solalinde, pero “la idea no era que el padre repitiera los diálogos, sino que algunas cosas fluyeran y se captaran como son”.

    También se encontraron con que, en la realidad del migrante, aparecen grupos como distintos cárteles del narcotráfico, los Maras Salavatruchas, etcétera, y que había que elegir un grupo de peligro porque no se podía incluir todo.

    Cuando le pregunto cómo fue recibir el premio habla de la importancia de que la película sea premiada en su totalidad. “Cuando una cinta gana el premio a mejor película, obvio que el guión está integrado, cuando reconocen a todo el equipo. El premio Ariel fue el momento en que todos pudimos celebrar en conjunto los premios de la película, ya cada quien teniendo su estatuilla en la mano”.

    Ella, que estaba sentada detrás del guionista de Heli, dice haberse sentido muy nerviosa, y que “mal haría alguien en decir que no se siente bonito ganar premios, finalmente es un reconocimiento al trabajo, y el Ariel en particular es un gran reconocimiento a tu gremio”.

    Dice que sabía que el proyecto era muy bueno, pero que no esperaba el impacto que tuvo en el mundo porque superó las expectativas. “Sabía que si la agarraban en Cannes le iban a abrir una puerta tremenda a la película, la jaula —como le llama de cariño—, festival al que iba, festival que se llevaba tres premios, mínimo”.

    Migrantes

    La directora que para escribir enciende muchos cigarrillos aunque no se los fume, dice que en Guadalajara la migración siempre ha sido un tema muy visible, pero que ella no se sintió realmente involucrada sino hasta que estuvo en Estados Unidos dando clases a chicos de secundaria en la zona mexicana de Saint Paul, Minnesota.

    Cuenta que allí trabajó con jóvenes migrantes, algunos ilegales, y que esa experiencia era la única que tenía, pero que no conocía el proceso en México y Centroamérica. “Diego era una gran fuente de información para mí porque había hecho una investigación muy importante”.

    En su estancia en Estados Unidos le tocó ser diferenciada del resto de los extranjeros por el sólo hecho de ser mexicana y que “es la imagen misma y el maltrato al migrante latinoamericano que tiende a ser ilegal. Te das cuenta de esta pobre gente —migrantes ilegales—, de todo el esfuerzo que hacen por llegar, y que hay una esperanza de una mejor vida que se vuelve lo que tienen que vivir allá, que es peor”.

    Futuro

    Esta escritora nocturna a la que le brotan proyectos de todos los bolsillos, comenta que su actual rodaje como directora, Tamara y la Catarina, es co-producción con España y que ya ha ganado premios en guión.
    Carreras, que ya es ciudadana española gracias a Tamara y la Catarina y que viaja de punta a punta del mundo, acaba de volver de Guatemala en donde rodó como directora la película La casa más grande del mundo, una co-producción entre México y Guatemala.

    Luego de cinco semanas de filmación, comenta: “Mucho de lo que habíamos planteado en La jaula de oro lo entendí ahora que fui a Guatemala. Terminé de entender por qué también hay un desprecio de México hacia Guatemala y un mirar hacia abajo a un país que de alguna manera está peor que nosotros, pero que tiene una situación similar. A ellos, en la frontera con México, los tratan igual que como nos tratan a nosotros en la frontera con Estados Unidos, o peor”.

    La película, con guión de Sandra Paredes y dirección de Carreras junto a la guatemalteca Ana Virginia Bojórquez —mismo crew de Nos vemos, papá—, es sobre el viaje iniciático de una niña pastora de ocho años, de la etnia maya mam que vive en los cuchumatanes guatemaltecos y tiene que salir a pastorear por primera vez sola. “Es lo que le pasa en ese día de pastoreo lo que la obliga a crecer”.

    Habla de la comunidad guatemalteca con la que trabajó y comenta que los hombres del lugar visten con mucho de las remesas estadounidenses y que esa es una zona de alta migración a los Estados Unidos, “también hay como una fascinación con el sueño de La jaula de oro. Te preguntan mucho si has ido a Estados Unidos o si hablas inglés. En el rodaje se dio mucho empleo a gente de la zona y ellos sentían que a partir de la película podían tener una oportunidad de venir a México y pasarse a Estados Unidos”.

    Otro de los proyectos que trae es una película biográfica sobre Rosario Castellanos que, explica, es un proyecto largo y complicado, por ser de época y por transcurrir en varios países del mundo, y comenta que al guión “le ha ido bien”, pero que se tardará en salir.

    También está trabajando en Los ojos de Julián, una historia de dos personas que se cruzan con la muerte, y en Yaya Lola, la historia de su abuela que fue exiliada española, por seguir a su marido, en el marco del exilio político.

    Teniendo tan a la mano historias intimistas de sueños ajenos, Carreras hace realidad el suyo sin tener que cruzar ninguna frontera más que la de la imaginación para seguir escribiendo y asesorando a otros escritores como sólo ella lo sabe hacer: pingponeando.


    (Fuente: Informador.com.mx)


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