“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

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  • FICVIÑA: Documentalistas debaten sobre identidad latinoamericana y los borrosos límites con la ficción
    Por Tatiana Oliveros y Marco Fajardo

    La identidad del documental latinoamericano, sus problemas de distribución y la frontera cada vez más difusa entre ficción y documental, son algunos de los temas que rondan a varios documentalistas que participan en el Festival Internacional de Cine de Viña del Mar (FICVIÑA), que se extendió hasta el 6 de septiembre de 2014.

    Emiliano Mazza de Luca y Mónica Talamás son los directores del documental uruguayo Multitudes, que es parte de la Competencia Latinoamericana de Largometrajes. Carlos Flores, en tanto, es uno de los cinco cineastas que supervisa documentales en exhibición en la sección Doculab, junto al mexicano Federico Weingartshofer, para orientar a los realizadores más jóvenes de países como Perú, Bolivia, Uruguay, Paraguay y Chile.

    El documental copa cada vez más espacio en la escena cinematográfica actual, tanto en producción como exhibición.

    Identidad latinoamericana
    Una de las primeras preguntas es si se puede hablar de identidad en el documental latinoamericano.

    “No soy partidario de esas definiciones en general, tampoco en el caso del cine chileno”, dice Flores, autor de obras como Pepe Donoso (1976) y Teatro Callejero, mi capitán (2011), además de director del Festival de Cine Documental de Santiago (FIDOCS). “Creo que no hay cine chileno. Hay un cine que se hace en Chile, que tiene ciertas particularidades”.

    Para este cineasta, el documental latinoamericano tiene un eje hegemónico, que es la crisis social de América Latina, pero no hay una identidad narrativa. “Son muy distintos los documentales. Nos une el idioma y el tema, pero los modos en que se expone la crisis y la precariedad son infinitamente diversos”.

    Algo parecido expresa Weingartshofer, autor de cintas como Cuando la niebla levante y fundador de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños en Cuba.

    “Es tan amplio lo que podría ser el documental latinoamericano… En México tenemos vivas todavía 52 etnias y podemos hacer documentales en 52 idiomas diferentes, difícilmente reconocibles como documental latinoamericano”, dice. “Casi te diría como Gabo: no hay literatura latinoamericana ni colombiana, solo hay literatura buena y mala”.

    El mexicano señala que un tema fundamental es el dinero. “Si tus recursos son tuyos, de tu país, de tus instituciones, entonces eso define tu nacionalidad. Incluso cuando se presenta un documental, en la ficha técnica, se le pone una nacionalidad que regularmente corresponde al financiamiento. Si una película hecha por un alemán sobre la cultura maya es financiada por el Reino Unido, entonces la película es inglesa”.

    Fronteras difusas

    Otro tema es que las fronteras entre el documental y el cine de ficción son cada vez más difusas. De hecho, en FICVIÑA no hacen diferencia entre uno y otro a la hora de competir, y Multitudes es un ejemplo de eso.

    “Es bueno que existan estos espacios donde se intenta romper esa barrera tan rígida de lo que es exactamente ficción o documental”, dice Talamás, codirectora de esta cinta uruguaya, algo con lo cual coincide Mazza, el otro responsable de esta cinta.

    “Nosotros hablamos de películas, intentamos no etiquetarla como documental o ficción. Queremos someter al espectador a una experiencia, con una narrativa, con una dramaturgia”, señala. “Esta discusión sobre la ficción y el documental ha existido siempre y ya es un poco bizantino”.

    En su calidad de jurado en festivales de México, Mazza ya constató que se está haciendo un tipo de documental de observación donde muchas veces las fronteras entre el cine directo y la puesta en escena están difusas.

    “Creo que hay una tendencia en lo que se denomina cine de autor, que es muy cinematográfico visualmente muy fuerte, con mucha importancia en lo fotográfico”, agrega. “Por otro lado el documental es el cine posible en América Latina, porque el documental es más barato que la ficción, en general, por ello es el cine más factible”.

    “Creo que todo el cine contemporáneo ha ido abriéndose camino hacia la experimentación y lenguajes que sean capaces de dar cuenta de esta cosa imposible, pero necesaria que llamamos realidad”, complementa Flores.

    “Ahí uno ha ido descubriendo que hay una especie de desgaste de la ficción, un agotamiento de un tipo de ficción, y por otro lado el documental se ha fortalecido, ha ido encontrando instrumental lingüístico riquísimo”, asegura. “Y se ha ido creando un híbrido, que es hacia donde conducen todas las tendencias del cine contemporáneo, hacia un modelo narrativo que toma de todo”.

    Weingartshofer recuerda que el cine nació con el documental, y que las primeras películas fueron documentales. Algo que cambió cuando la ficción se convirtió en un producto, y “al documental, que no era comercial, lo empezaron a dejar afuera, y se debilitó. Ahora el documental, en la sociedad que tenemos, ha ido recobrando espacios. El agua va a regresar a su nivel”.

    Distribución compleja

    Es verdad: la producción documental ha explotado. Pero un problema grave sigue siendo la distribución, algo que también afecta a la ficción. Pero artistas como Flores son optimistas, y creen que es posible ampliar su llegada “porque ha ido ganando espacio de una manera impresionante”.

    “FIDOCS, por nombrar un festival que conozco, partió con 20 personas y hoy tenemos 8 mil, en un transcurso de 18 años. Pero así son las cosas, se demoran”, advierte.

    Agrega que por todas partes hay cada vez más centros de exhibición, festivales grandes y pequeños, laboratorios y zonas de working progress, además de la distribución online. “El documental ha ido ganando terreno de manera sistemática, paulatina, lenta pero segura durante los últimos 20 años”.

    Algo parecido se vive en México. “Tenemos 19 estados, pero 34 o 35 festivales, casi dos por mes”, cuenta Weingartshofer. “Y ahí más del 50 % de lo que se exhibe son documentales. No alcanzan las ficciones, se hacen muy pocas en comparación. Además cuando una película se presenta en un festival, otro festival tiene celos y no la muestra, en cambio con el documental no les importa. Los documentales van de uno a otro tranquilamente. Es un fenómeno que hay que seguir de cerca”.

    “Pienso que en Latinoamérica tenemos que buscar otros ventanas de exhibición, donde no se pierda la experiencia colectiva que es el cine”, acota Mazza. “Porque es verdad que el documental se puede ver en la televisión en tu casa, con todas las interrupciones que eso conlleva, pero la experiencia colectiva de un grupo de personas en una sala viendo una obra no se puede perder”.

    (Fuente: elmostrador.cl)


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