“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

CRITICA


  • La mujer de los perros, Vivir su vida
    Por Diego Batlle

    La Sala Lugones se ha convertido desde su reapertura en uno de los últimos refugios para el cine argentino más independiente y arriesgado. Ahora es el turno de un estreno por tiempo limitado (28 funciones en una única semana) de La mujer de los perros, película codirigida por Laura Citarella (Ostende) y la aquí también protagonista casi absoluta, Verónica Llinás, que se presentó con muy buena repercusión en festivales como Rotterdam y el BAFICI porteño (premio a mejor actriz).

    Llinás interpreta a una mujer que (sobre)vive sola en una más que precaria choza en los suburbios de Buenos Aires acompañada por una docena de fieles perros (también pululan por allí otros animales e insectos). No sabemos (ni sabremos) casi nada de ella, ya que vive lejos del progreso y la sociedad de consumo, perdida en una suerte de no-tiempo y de no-lugar.

    En principio casi no hay diálogos en el filme y apenas un par de visitas a la ciudad (se rodó cerca de Moreno) para, por ejemplo, atenderse en un centro de salud, donde le recomiendan una vida menos sedentaria. Si la soledad y la incomunicación son los ejes de esa primera mitad, en la segunda -a partir de un encuentro con una amiga o de la aparición de otros personajes humanos- la película tiene algunas mínimas sorpresas y revelaciones.

    Llinás establece una íntima relación con esos perros del título (verdaderos coprotagonistas del filme y fundamentales para la credibilidad del relato), mientras la cámara observa a prudente distancia, sin invadir ni manipular, pero siempre atenta a registrar todo aquello que pueda producirse en esa constante interacción con los animales. Los planos secuencia y los planos generales (panorámicos) son las herramientas preferidas a las que las realizadoras apelan para narrar esta historia sobre una mujer desamparada (física y emocionalmente), pero que apela a una singular forma de sobrevivencia lejos de las convenciones y consensos sociales. El largo plano final, con algo del cine de Abbas Kiarostami y el Carlos Reygadas de Luz silenciosa, es imponente.

    Película construida con enorme paciencia, rigor y perseverancia (transcurre a lo largo de un año, con las cuatro estaciones como sendos capítulos), La mujer de los perros se sostiene en la presencia (economía) física y gestual de Llinás, en la fotografía vistosa pero jamás ostentosa de Soledad Rodríguez, y en el inteligente uso de la banda sonora con beats electrónicos de Juana Molina. Se trata de una propuesta que probablemente irritará a ciertos defensores del cine "narrativo" clásico, a los cultores de lo tradicional. Una obra bella y triste a la vez, austera, melancólica y a su manera también lírica. Un film -como su protagonista- a contracorriente de lo habitual. Una mirada muy particular y, por todo eso, decididamente valiosa.


    (Fuente: Otroscines.com, La Nación )


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