El lobo detrás de la puerta es el título de la ópera prima del realizador brasileño Fernando Coimbra. El punto de partida de la película: la pequeña hija de Sylvia y Bernardo ha sido secuestrada por una mujer que la recogió de la escuela. Rosa, amante del padre, se convierte en la principal sospechosa de la policía.

 Todo el filme está construido en base a las declaraciones que sus tres protagonistas -los dos esposos y la amante del marido- ofrecen al jefe de policía que les toma declaración. Estas tres versiones forman un montaje narrativo no lineal que marca el ritmo del suspenso en toda película.

 La estructura narrativa compleja que mantiene El lobo detrás de la puerta (2013), al estilo de películas clásicas como Obsesión (1943) y El cartero siempre llama dos veces (1942), resulta en extremo intrigante, pero el deseo de Fernando Coimbra de conservarla a toda costa puede sentirse en este filme un poco torpe, ya que, entre tanto flashbacks y versiones contrapuestas de una misma historia, se termina olvidando el secuestro de la niña, lo que disminuye la fuerza emocional de la película.

 Como en las mencionadas cintas del siglo XX, la trama policíaca de El lobo detrás de la puerta termina siendo una mera excusa para la descripción de una sociedad marcada por la falta de principios morales meritorios.

 Solo que en esta ocasión no se trata de Luchino Visconti ni de Tay Garnett, sino de un realizador con talento, pero con exceso de voz ajena: El lobo detrás de la puerta hace homenaje al cine clásico en más de un detalle -reconstruye una historia delictiva ofreciendo distintos puntos de vista de los implicados, como Akira Kurosawa en su película Rashomon-, y además, los desvaríos de los tres personajes protagónicos recuerdan ligeramente al cine negro de los años cuarenta y cincuenta.

Donde más destaca El lobo detrás de la puerta -premio a Mejor Película Latinoamericana en el Festival de San Sebastián- es en su factura técnica. La película es magnífica en el aspecto formal, detalle que quizá no se disfrute tanto al visionarla por primera vez, dada la tensión propia de sus escenas.

Sin embargo, pese a esta capacidad de ingenio en lo que se refiere a visual, sería un exceso catalogar por ello a esta cinta como un thriller atípico o desmitificador, (de hecho por momentos resulta complicado catalogarlo más como thriller que como drama por la cantidad –desmedida- de tiempo que Coimbra dedica a profundizar en la relación entre los protagonistas).

 Y aunque hubiera sido mucho más convincente la relación entre Rosa (Leandra Leal) y Bernardo (Milhem Cortaz) si él resultase un amante más digno –al menos, físicamente- de despertar pasión en ella, y aunque la desesperación de los padres de la niña secuestrada no esté tan presente como se espera de una situación como la que plantea la película, el estilo hiperrealista de Fernando Coimbra logra un impacto tal que el espectador no puede sino mantenerse a la espera del desenlace del conflicto.

Porque El lobo detrás de la puerta es sin lugar a dudas una película contundente, que posee unas reflexiones sobre las consecuencias del engaño y la infidelidad que comienzan desde el mismo título, en el que Coimbra hace referencia a esa parte animal que se esconde agazapada dentro de cada ser humano, a la espera de un declinar de nuestra conciencia; un abandono de nuestra moral… para saltar con furia y agredir -con la sordidez de un lobo- a su presa.

Y como lobo sobre su presa ataca esta ópera prima de Fernando Coimbra sobre la conciencia de su público, que, frágil y desprotegido por causa del suspenso acrecentado del filme, quedará despavorido -como si ante un lobo estuviese- ante el desenlace de la historia. Probablemente el espectador necesite algo de tiempo para entender que no podrá ya nunca quitársela de la cabeza.