“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

CRITICA


  • Videofilia (y otros síndromes virales), muy auténtica en su concepto general
    Por José Luis García

    Las consecuencias de la continua irrupción de nuevas formas de comunicarse a través de unas tecnologías que lejos de simplificarse se diversifican, está causando un enorme interés entre los realizadores de cine, pues algunos sectores de la población lo están abordando con algo de desorden y el exceso típico ante aquello que es relativamente novedoso. Apoyada en la parte de su posproducción por el Fondo Hubert Bals de Holanda, Videofilia fue presentada en el Festival de Cine de Rotterdam y reúne un conjunto de estilos que le dan aires nuevos al cine peruano, tratándose de un tipo de presentación que agradará, entre otros, a los seguidores del cine del argentino Raúl Perrone.

    La segunda película de Juan Daniel F. Molero expone con originalidad en esa presentación la creciente predilección de los “pendejos” por matar sus largas horas libres con la cara puesta delante de una computadora practicando juegos o mirando vídeos de porno amateur. Si bien el filme en parte sucede en los cibercafés de Lima, es comprensible que se trata de comportamientos que se repiten en otros muchos lugares del planeta con jóvenes que se dedican a palpar, conocer el mundo y concebir sus relaciones con él solo a partir del elemento virtual.

    Conviene clarificar que, como indica el añadido del título, Videofilia no es un filme que se quede en esos espacios cerrados ni tampoco que reitere tramos que ya conocemos como puedan ser imágenes de chicos twiteando a través de su celular, sino que tiene la virtud de salir a explorar algunas conexiones asociadas al tema principal: las implicaciones que la era digital está teniendo en esos chicos y chicas que ni estudian ni trabajan pero que tienen unas enormes ganas de explorar sensaciones nuevas en la vida; todo ello sin pensar en los peligros que se les puedan presentar con ese caos en el que conviven, sobre todo el posible surgimiento de problemas tras reunirse con absolutos desconocidos.

    Así la película explora el tema de las adicciones desde diferentes ángulos, que aquí surgen a partir de ese aburrimiento que en estos chicos nace de parecer que estás haciendo algo sin estar haciendo nada, tratando de proyectar sus fantasías incluso sin que les importe perder cierta intimidad arriesgando en un mundo que desconocen.

    También el filme intenta establecer cierta semejanza entre la existencia de rituales nuevos frente a los ancestrales, y una escena irónica a propósito de las ofrendas a la Pachamama nos hace pensar en que ésta es una generación a la que no le interesa el pasado, vive el presente e ignora por completo el futuro. A este factor intrínseco tan dramático, Molero le añade tintes de tragicomedia que por ejemplo se perciben cuando un joven que posiblemente acaba de matar a su empleada doméstica se hace un selfi con ella tendida en el suelo.

    Con pocos recursos a su alcance, ya que tuvo que hacer un micro-mecenazgo para sacar adelante la película, el director peruano, estudiante de realización en la Universidad del Cine de Buenos Aires, se apoya en una rica banda sonora que incluye soluciones electrónicas como el uso de frecuencias alternándolas con otros sonidos, y en imágenes diseñadas en estilo de videoarte que suplen algunas carencias de medios durante el rodaje y le otorgan consistencia a esta película bastante insólita, algo rara, pero muy auténtica en su concepto general.


    (Fuente: Cinestel.com)




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