“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

CRITICA


  • Hoy quiero volver solito, una pequeña joya con marchamo de clásico
    Por Daniel Ribeiro

    Leo es un muchacho adolescente guapo, enérgico y optimista que comparte experiencias y momentos con su mejor amiga Giovanna, saca buenas notas y adora la música clásica. El mayor obstáculo que ha hallado a lo largo de su vida es la ceguera, que a pesar de las dificultades no le supone ningún impedimento a la hora de llevar a cabo pretensiones como viajar, conocer gente nueva o divertirse. Su rebeldía y ansias de liberación provocan que se plantee la posibilidad de realizar un intercambio estudiantil al extranjero, molesto ante la actitud excesivamente sobreprotectora de sus padres. En cuanto a sus inicios en el terreno amoroso, todavía no ha besado a nadie. Con una conversación acerca de esta temática tan recurrente en la pubertad como son los primeros coqueteos y el interés por el atractivo ajeno, se abre la secuencia inicial del primer largometraje de ficción del brasileño Daniel Ribeiro, el cual lleva por título el llamativo Hoje eu quero voltar sozinho (Hoy quiero volver solito), un guiño en referencia al corto de 2010 (Hoje nao quero voltar sozinho). En la trama de este anterior proyecto se basa este filme, un reclamo naturalista, hermoso y sutil a la diversidad amorosa y a la integración adolescente. La vida de Leo da un vuelco cuando un nuevo estudiante llamado Gabriel llega a su clase, y les es asignado un trabajo acerca de la sociedad espartana que deben hacer en pareja. Esta llegada supone un paso hacia delante en la maduración del protagonista, que debido a ciertos prejuicios sociales no tenía, además de Giovanna, exceso de amigos en el colegio. Desde el comienzo una historia cargada de subjetivismo y personalidad nos inyecta una legión de nuevas emociones, humor y descubrimientos propios del paso de la niñez a la edad adulta; desde la interacción social a las fantasías más profundas y personales; desde cómo aprender a bailar un éxito de Belle&Sebastian moviendo los pies, a cómo enfrentar los insultos de otros compañeros de escuela.

    A lo largo de esta ópera prima podemos ver reflejados múltiples roles y conductas sociales universales propias de nuestro tiempo, tocando temáticas como la sobreprotección familiar (que hace constante hincapié en la discapacidad de su hijo en lugar de reforzar los valores y aptitudes de Leo), los celos e inseguridades que rodean muchas amistades, la burla y el bullying infantiles, la formación paulatina de la identidad o la sexualidad incipiente, que estalla de manera incontenible en las situaciones límite. Todo ello mediante un patrón estético limpio, claro y luminoso que remite a esa época de inquietudes constantes que es la pubertad. La calidad de la fotografía y una bonita banda sonora son factores positivos para sumergirnos en el relato de las circunstancias de su protagonista, cuya psicología es compleja y bien elaborada, más allá del clásico estereotipo del afán de superación. Guilherme Lobo, en el papel de Leo, encarna una actuación realmente sobresaliente, que se suma a las otras dos buenas interpretaciones que completan el triángulo protagonista, un punto a destacar dado que estos actores noveles atesoraban poca experiencia en el ámbito cinematográfico. Conforme avanza la cinta, el tándem formado por Gabriel y Leo explora con frescura e imprevisibilidad la curiosidad sexual más inconsciente y la construcción de sus propias personalidades, y el guion, gracias a una sutileza y una sensibilidad realmente inteligentes es capaz de llegar al gran público. Mención aparte merecen hermosas secuencias como el sueño de Leo o los paseos nocturnos en bicicleta, de gran belleza visual. No faltan tampoco obstáculos, trabas y conflictos en el camino a la exploración de esa intensa conexión química y complicidad psicológica entre ambos chavales, factores que dotan a un desarrollo narrativo más bien lento de cierto ritmo y agilidad. Las situaciones cotidianas habituales a esas edades, como una excursión con acampada, una fiesta y sus pertinentes juegos sociales, los primeros escarceos con la bebida alcohólica, o los trabajos escolares en grupo son empleados como vehículos para poner a prueba las diferentes decisiones y reacciones de sus personajes principales, todas ellas resueltas con un naturalismo y un realismo admirables, de agradecer en un filme de estas características.

    Así pues, Hoje eu quero voltar sozinho, se convierte en un ejercicio cinematográfico fresco, liviano, original, tierno y para que negarlo, muy bonito, sin llegar a resultar ridículo, empalagoso o aburrido en ninguno de sus pasajes. Destaca sobre todo por ese cariz intimista tan natural presente a lo largo de todo su transcurso, y por el carisma indiscutible de su actor protagonista, que nos conduce a su habitación blanca y clara para desnudar sin miedo sus propias emociones. El pasado festival de Berlín fue premiada por partida doble con el Premio de la Crítica Internacional (FIPRESCI) y el Premio Teddy (entregado por un jurado independiente a la mejor película de temática LGBT), dos galardones que ratifican el talento de su director, y subrayan la importancia de que existan historias realistas, valientes y bien contadas acerca de la química y el amor adolescente de cualquier tipo y lugar. Sin duda, una pequeña joya con marchamo de clásico.

    Resumen por: Andrea Núñez-Torrón Stock

    (Fuente: Elantepenultimomohicano.com)


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