“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

NOTICIA


  • Comenzó con fuerza la competencia de cine brasileño en Gramado

    Con la proyección de los largometrajes Los señores de la guerra, de Tabajara Ruas, y La estrada 47, de Vicente Ferraz, tuvo la noche del pasado 9 de agosto de 2014 una muy buena jornada el 42º Festival de Cine de Gramado, que ahora lleva por subtítulo “Cine brasileño y latino”.
       
    En la primera se vieron episodios reales de las guerras civiles que vivió el sur de Brasil en la década de 1920, al gestarse la política de Luiz Carlos Prestes, un militar de extracción marxista que lideró un fuerte movimiento entre sus colegas en Rio Grande do Sul y al fracasar debió exiliarse en Argentina.

    Eso no está en el filme, pero sí está la historia chica de sus seguidores, con batallas, discusiones estratégicas entre militares, distintos bandos, traiciones y agachadas, que para el no entendido puede ser complicado, y a los que se han adosado cuestiones amorosas con distintas damas.

    El escenario es el mismo de muchos relatos borgeanos –la frontera con Uruguay, incluso con varias secuencias situadas allí–, pero en lo formal, que por momentos peca de preciosismo, se ven las huellas de directores como Robert Aldrich, Sam Peckinpah y John Frankenheimer, además de cierto silbido recurrente que trae a la memoria a Ennio Morricone.

    La historia es también la base de La estrada 47, otra verdadera superproducción que enfoca el casi ignorado fenómeno de los más de 2 000 soldados brasileños que combatieron en Europa del lado aliado durante la Segunda Guerra Mundial.

    Dentro de ese todo, la película observa un pelotón perdido en la montaña en el crudo invierno italiano y su tarea de desactivar minas antipersonales colocadas por los nazis, en un verdadero “huis clos” del que los hombres no pueden escapar pese al enorme paisaje que los circunda.

    La historia está contada en primera persona por un oficial que está allí por algún problema que tiene con su figura paterna, pero el abanico de personalidades y psicologías que despliega Ferraz enriquece lo que es, además de un manifiesto antibélico, una verdadera demostración de fervor patriótico.

    En su alocución sobre el escenario, al que subió con parte de su equipo de trabajo, el cineasta dedicó la función de su película a las víctimas inocentes que están siendo masacradas en la Franja de Gaza.

    En el rubro Competencia de Cortos Brasileños se pudo ver la interesante Continuo, de Carlos Ebert y Odécio Antonio, sobre un obsesivo que cuenta los pasos que le lleva llegar a su trabajo y los días que le quedan para jubilarse, con humor sordo y sutilezas de observación.

    De todos modos resultó muy superior el semidocumental La llamada, de Gustavo Vinagre, rodada en La Habana y con la colaboración de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, donde estudió el realizador.

    Muestra a un veterano de la Revolución al que le acaban de poner teléfono en el humildísimo negocio de frutas y verduras que regentea, y es al mismo tiempo un registro lúcido de la realidad cubana y las familias desgarradas por el exilio, así como una reafirmación de la ética y la fe en las utopías.

    Entre los homenajeados del encuentro estuvo hoy el carioca Rodrigo Santoro, quien además de tener una interesante carrera en su país en cine y TV pudo acceder a Hollywood para encarnar al lascivo Jerjes de la saga 300, además de tener un papel importante en la argentina Leonera, de Pablo Trapero.

    Santoro recibió el premio Ciudad de Gramado de parte del prefecto municipal, Nestor (sin tilde y con pronunciación aguda) Tissot, al tiempo que muchas espectadoras trataban de acercarse para lograr un autógrafo o por lo menos un saludo personal.

    El personaje más extrañado de Gramado es el actor José Wilker, fallecido el pasado abril, aparecido anoche brevemente en Isolados en lo que fue su última actuación frente a las cámaras, por su gran popularidad y porque durante años fue curador del encuentro y su animador principal desde el escenario.

    En su lugar estuvieron para recibir una placa su hija Mariana Vielmond, también coguionista de ese filme, y la viuda del actor, Claudia Montenegro, dos de las figuras más aplaudidas antenoche en su paso por la alfombra roja, que se extiende una cuadra por debajo de una calle techada al mejor estilo de la cordobesa Capilla del Monte.

    “Es difícil contener la emoción en este momento; un homenaje como éste hace que mi padre se quede aquí con nosotros. Él me trajo hace 10 años a este festival, del que solo tengo muy buenos recuerdos”, comentó la hija.

    La argentina Eva Piwowarski sustituye a Wilker en la curaduría de la muestra junto a los tradicionales Marcos Santuário y Rubens Ewald Filho, quien lo recordó: “No fue fácil convivir con la pérdida de un amigo y antiguo conocedor de Gramado; esa gran persona era también uno de los actores más queridos de Brasil. Su vida fue y sigue siendo una lección”.

    “Por increíble que parezca, él tenía tiempo para ver todas las películas, importar lanzamientos, enamorarse, cenar con amigos, tener siempre una sonrisa en los labios y un chiste listo; y siempre cuidando de las hijas, de las ex mujeres, de los amigos…”, redondeó.

    Si bien José Wilker filmó más de 50 películas e innumerables miniseries en su país, en Argentina será para siempre el Vadinho de Doña Flor y sus dos maridos, junto a la provocadora Sonia Braga y con dirección de Bruno Barreto, vista en uno de los momentos más dramáticos y con mayor censura del país.

    (Fuente: telam.com.ar)


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