“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

CRITICA


  • El Corral y el Viento de Miguel Hilari; la tradición y el desarrollo
    Por José Luis García

    Son herederos de tradiciones sostenidas durante siglos y que, aunque ahora hay quien las puede considerar arcaicas, son libertadoras y pacíficas. Miguel Hilari muestra este vistoso documental desde una mirada crítica y distanciada con respecto a su propio pueblo y nos hace reflexionar sobre si lo que se cree arcaico tal vez no debiera serlo tanto. El jurado de Fidocs en Santiago de Chile presidido por Gustavo Fontán le otorgó el premio a la mejor película por una historia que nos acerca a los Andes bolivianos.

    El film comienza con unas imágenes impresionantes sobre las labores de pesca en el lago Titicaca, enorme y cuyas aguas parecen tener el ímpetu de un mar que a Bolivia le falta. Ese poder de la imagen alterna con distintas escenas en las que se observa a los niños jugando y también estando al cuidado de distintos animales, pues los habitantes de Okala son eminentemente ganaderos y agricultores. En una de las escenas iniciales, un niño maltrata a un gato. Los ancestros de Miguel Hilari vivieron en ese lugar y en El corral y el viento refleja aquello que conoce desde su infancia.

    Al esfuerzo de los niños que recitan con entereza poemas por la independencia de los pueblos quechua y aymara se contraponen la asfixia de la altitud y el exilio al que la colonización primero y los malos gobiernos después han condenado a esta cultura ancestral. El abuelo de Hilari padeció en su juventud, allá por el año 1952 en el que se produjo la Revolución Nacional, la prohibición de estudiar porque a los aymara les estaba vetado el acceso a la educación. Ellos construyeron escuelas clandestinas. Cuando su abuelo fue a un pueblo cercano en el que hablaban español para decirles que había una escuela cerca, lo encerraron en un corral de burros y le dijeron: “Burro eres y burro te vas a quedar”.

    El documental conjuga con cierta inquietud elementos que tienen que ver con el retrato que ellos quieren dar de sí mismos y su sabiduría popular que se extiende por siglos, y los retos a los que parece que se van a tener que enfrentar los más chicos desde un punto de vista de la evolución social y tecnológica. Los ancianos se esfuerzan por mantener sus tradiciones, pero los niños parecen pretender otros objetivos. Es cierto que el trabajo y la vida en el campo se puede considerar que es dura. El niño dice que de mayor le gustaría marcharse a la ciudad para trabajar como albañil. La pregunta es: ¿no es tan duro o más trabajar como albañil? El film reflexiona sobre estos asuntos que son esenciales y que parecen estar en la mente y en la discusión de los habitantes del Altiplano boliviano. Justo al final de la proyección nos vamos a dar cuenta del diferente concepto que sobre la estabilidad personal rige en el campo y en la ciudad con una elocuente escena de una sola toma.

    (Fuente: Cinestel.com)


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