El mexicano Samuel Kishi Leopo presentó en la sección Berlinale Generation su ópera prima en largometraje de ficción luego de haber rodado algunos cortos que también habían recorrido algunos festivales internacionales. Egresado en la rama de artes audiovisuales de la Universidad de Guadalajara, aquí este incipiente realizador nos ha presentado una historia a través de la cual se esfuerza de manera muy adecuada en desentrañar aquellos puntos de fricción más comunes entre las distintas generaciones. Por la forma en que retrata a los personajes, es fácil deducir que él mismo ha pasado por esos trances tan agobiantes.

Rodada en Zapopan y Guadalajara, Somos Mari Pepa es una película que gira en torno a Álex, un chico de 16 años que vive con su abuela y que tiene distintos objetivos para el verano: crear junto con el grupo de rock que forma con sus amigos una nueva canción, conseguir trabajo y tener su primera experiencia sexual. Al mismo tiempo descubre que su abuela comienza a ser más dependiente de él. Álex se encuentra en una etapa crucial de la vida en la que comienza a darse cuenta de que las cosas no volverán a ser más como lo fueron antes.

Merece la pena subrayar que este filme nace de un corto anterior. Es curioso porque, si bien en algunas películas que vemos nos puede parecer que esa historia podría resolverse mejor en el tiempo de un corto, en ésta lo cierto es que el tema que abarca es tan amplio, tan reconocible y tan indispensable en la vida de cualquiera, que una ampliación parece totalmente justificada.

Por un lado maneja la vida en dos tiempos y por el otro aborda con holgura ese periodo juvenil iniciático y de descubrimiento, revoltoso, rebelde y hasta efervescente. El tratamiento de la imagen realizado por Kishi Leopo y su equipo es determinante para otorgarle una identidad propia y diferenciada a esta película. Las escenas en las que aparece esa abuela adicta a los boleros que escucha una y otra vez en un antiguo tocadiscos, están filmadas en planos fijos sobre trípode, y las que se corresponden con el grupo musical y amistades del chico lo están con cámara en mano como buen reflejo de esa natural inquietud por muchas cosas que todos hemos sentido a esa edad tan temprana.

El grupo de rock cuyo nombre le da el título a la película, se prepara para una competición llamada ‘Guerra de bandas’ componiendo una canción con letra y título provocativos, “I wanna cum in your face” (Quiero echar semen en tu cara), como para querer llamar la atención al tiempo que reclamar a viva voz poder sintonizar con un mundo que muchas veces no entienden. Ellos no lo entienden pero al mismo tiempo los demás tampoco los entienden a ellos porque existe una evidente brecha generacional, como se podrá comprobar cuando veamos a su padre. Los clichés suelen jugar malas pasadas y aquí va a ser obvio que no se comprenden y poco hacen por hacerlo, aunque a veces por desgracia se produce la paradoja de que un hecho trágico ayuda a corregir esa evidente contradicción.

Viendo Somos Mari Pepa, uno puede darse cuenta también del disparate y contrasentido que supone estar viviendo en una sociedad hiperconectada donde las personas cada vez tienden a comunicarse menos cara a cara y también cómo las nuevas generaciones se sienten abandonadas en muchos aspectos y al mismo tiempo quieren representar ser otros diferentes a toda costa en un alarde de superficialidad que los lleva incluso a negar que están en una determinada franja de pobreza cuando conversan con otros de su edad. Esa confrontación entre una visión romántica de la vida y la otra que concede una importancia desmedida a la apariencia, está presente en toda esta película que capta a unos personajes en un estado y formas de entender la vida muy actuales y naturales.