“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

ENTREVISTA
  • Laura de la Uz


    Laura de la Uz, una gran actriz y una mujer auténtica
    Por Elizabeth López Corzo

    Cubasí conversó con la actriz cubana Laura de la Uz, protagonista de La película de Ana, candidata a los premios Goya, y Coral en el 34. Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana. Mi conversación con Laura de la Uz comenzó como la más normal que pueda tener lugar entre dos amigas o dos mujeres que después de algunos días sin verse se ponen al corriente. 

    Nada que ver con la entrevista que pudiera resultar difícil cuando se trata de una estrella de cine; porque aunque aquí en Cuba no estamos acostumbrados a esos términos, Laura es precisamente eso: una estrella de cine, una gran actriz que desde jovencita supo cautivarnos.

    Nos reunimos en un bar frente al malecón —que, por cierto, estaba desbordado— y todo fluyó desde que nos saludamos, era como si nos conociéramos de siempre, ella trasmite eso y nos hace sentir muy cómodos durante la charla porque es una mujer auténtica.

    Mi idea era hablar sobre su protagónico en La película de Ana, entonces candidata a los premios Goya, y por la que mereció el Coral de guion y actuación femenina en el 34. Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana. Durante el diálogo ninguna de las dos se preocupó por contener su carácter de conversadoras y terminamos hablando del feminismo, del budismo, de la felicidad, de cómo ser madre, y de la satisfacción que ella siente por haber tenido un período muy productivo en varias películas cubanas, próximas a ver la luz…

    Laura, cuando acordamos la entrevista tú escogiste este lugar frente al mar…

    Me gusta mucho el mar. Ya no vengo a él a reflexionar con la frecuencia de antes porque no tengo mucho tiempo, pero me atrae, sobre todo cuando está así, furioso, porque en La Habana esto casi no sucede. Me gusta el ambiente invernal en la ciudad porque cambia la imagen cotidiana del verano, y es muy cómodo para caminar.

    Una de tus últimas películas estrenadas fue La película de Ana, de Daniel Díaz Torres. Cuando la vi, me dio la impresión de que el personaje fue concebido para ti. ¿Fue así o tuviste que luchar por ese papel?

    Hace poco una periodista me dijo que había leído una entrevista en la que Daniel decía que él pensó el papel para mí desde el principio, pero yo no lo sabía, no recuerdo que él me lo hubiera dicho, esas son cosas que no se olvidan. Tampoco hice casting; cuando Daniel tuvo el guion, me lo dio proponiéndome el protagónico.

    ¿Cómo te hace sentir eso, que te entreguen un personaje en la mano?

    Eso es espectacular, es muy bonito. Eso me pasó antes con una película que no pude hacer y me dio mucho dolor. Es tan halagador que suceda eso, porque eso quiere decir que el autor está escribiendo pensando en tus posibilidades como actriz, en tu manera de sentir… así que llevarlo a cabo es muy interesante.

    ¿Qué crees que te hizo ganarte eso con Daniel?

    Deben haber sido mis trabajos realizados anteriormente porque él y yo apenas nos conocíamos, de hecho nos conocimos a través de Fernando Pérez, pero era solo de saludarnos, no teníamos una amistad.

    Cuando tuviste el guion en tu mano, ¿qué te motivó a aceptarlo?

    Lo acepté de inmediato porque era tremendo guion con una historia increíble de una actriz. Aunque parezca inverosímil, el drama de la película es muy verosímil. El tono tragicómico del filme me encantó.

    Hay quienes critican las comedias cubanas, pero a mí me fascinan porque nosotros somos así precisamente, vivimos siempre al límite, somos tragicómicos.

    Ana era un personaje bonito, fuerte, íntegro, sobre una mujer que decide no quedarse en la mediocridad y un incidente la lleva a lograr una victoria.

    ¿Cómo fue interpretar a una actriz?

    No fue difícil. Partí de mis propias experiencias como actriz, de las anécdotas de las amigas. La película está inspirada en un hecho real, aunque la historia original nunca llegó a ese límite. Incluso conocí a la actriz que estuvo involucrada en ese hecho, que no es algo raro, yo misma he tenido que hacer trabajos tan ordinarios porque sencillamente me ha hecho falta el dinero.

    En algún momento dijiste que Daniel te dio muchas posibilidades para improvisar con Ana. ¿Cuánto influyó tu iniciativa en el resultado final?

    Yo creo en el trabajo en conjunto no fue algo solo mío, aunque sí creo que ayudé a matizar el guion de Eduardo del Llano y Daniel, que me parecía un poco machista, con todo el respeto y la admiración que siento por ellos.

    Ese machismo no es nada extraordinario, en definitiva el guion fue hecho por dos hombres, y Daniel fue muy receptivo con mis sugerencias, siempre me abrió todas las puertas y ajustamos algunas cosas. La base del guion y los diálogos siempre fueron excelentes. A mí me encantan los guiones de Eduardo, y Daniel también tiene una manera sarcástica e interesante de ver la realidad.

    Daniel, ¿cómo lo recuerdas, qué guardaste de él ahora que ya no está?

    De Daniel tengo muchas anécdotas. Una graciosa fue de cuando ya él estaba enfermo. Estuvimos muy juntos, nos hablábamos siempre y yo intenté involucrarlo en el mundo de la meditación. Él me decía que estaba leyendo sobre eso y viendo los documentales, hasta le di un mantra para que meditara y le pedí que lo hiciera y todo el tiempo él asentía. Pero un día, conversando con Manolito Pérez, este me confesó que Daniel “me daba chucho con mi budismo y mi espiritualidad, que lo tenía loco con eso”. Y me dio un genio, pero luego me dio mucha risa. Él era muy simpático, tenía un sentido del humor tremendo, un buen espíritu, era optimista. Él forma parte de esa generación de directores de cine que son intelectuales. Él era un intelectual.

    A pesar de ese matiz machista que pudiera tener el guion, la carga del filme está sobre dos personajes femeninos que fueron interpretados por ti y por Yuliet Cruz. Sé que estás vinculada al tema del género, a la lucha contra la violencia hacia la mujer, en fin, ¿qué espacio ocupa esto en tu vida, cuáles crees que son las preocupaciones de la mujer cubana hoy?

    Yo participo de esta campaña porque es una inquietud para mí la situación de la mujer, de forma general, pero no llevo esto como una militancia, sino de forma muy natural, porque creo que del feminismo y de otros ismos está viviendo mucha gente, y se trata de temas sensibles.

    Sí, defiendo a la mujer, por supuesto, y creo que hay cosas inaceptables. En Cuba creo que la mayor preocupación de la mujer es el día a día, aunque la mayoría de nosotras estamos preparadas profesionalmente y estudiamos carreras universitarias. La mujer cubana está abocada a pensar qué va a cocinar en la noche, cómo va a vestir a sus hijos, de qué va a vivir…

    O sea, que aun cuando crecimos mucho con las libertades y posibilidades que nos dio la Revolución gracias a las transformaciones que hizo, creo que hemos llegado a un punto de estancamiento. La mujer tiene que seguir volando, y debería haber un desarrollo económico en nuestro país que propicie que la mujer se libere del peso de la casa.

    Se necesita una calidad de vida media aceptable, no puede ser que cada día pensemos qué vamos a cocinar porque eso es algo muy primario. Preocuparnos por si tenemos o no la botella de aceite en casa es algo que un país como Cuba no se puede permitir porque el cubano tiene un nivel cultural alto, y si eso ha costado el sacrificio de tantas personas, aquí no podemos perderlo.

    De hecho, la historia que está haciendo hoy el mundo y América tiene como protagonistas a las mujeres en todos los proyectos de vanguardia. La generación de las mujeres que alfabetizaron en Cuba, que cortaron caña, en fin, debería tener ahora un alivio, casi en el final de sus vidas, que es cuando se supone que uno ha guardado algo de dinerito.

    Volviendo a tu trabajo profesional, ¿en qué te identificaste más con el personaje de Ana y Yinette, o con las dos a la vez?

    Para mí las dos son una. Las dos tenían un punto en común, que es lo que yo admiro: la fortaleza, la entereza para no quejarse. Ana decía: la queja es la prostitución del alma, algo así. Eso era lo que más me gustaba de esos personajes. Ana descubre que está viviendo en una mediocridad y encuentra una manera de salir adelante. Todo se da circunstancialmente, no es que ella sea una heroína.

    Cuando el filme termina, yo la siento como una heroína.

    Ella comienza la historia como una víctima de sus circunstancias, pero al final se convierte en una heroína y actúa como una mujer completa, fuerte.

    ¿Tú te ves así, fuerte?

    Yo sí, creo que siempre he sido muy voluntariosa. Tengo mis bajas como todo el mundo, en algunos momentos me quejo, siempre hay épocas malas, pero me siento fuerte y optimista. Creo mucho en el poder mental, en el poder de los sueños. Yo practico budismo y eso me ha ayudado mucho a crecer espiritualmente, y también en mi trabajo como actriz.

    El budismo es un camino hacia el crecimiento personal, a poner los pies en la tierra. Es un camino arduo, te lleva la vida entera, pero percibes los cambios. Yo no soy la misma de hace tres años, cuando llegué al budismo. Lo llamamos revolución humana, porque el objetivo es lograr la paz en el mundo y la felicidad propia.

    ¿Lo has logrado tú, esa felicidad?

    Sí, yo soy más feliz y mi entorno es mucho más armónico.

    Ahorita cuando me decías que lo que hizo Ana era similar a una situación en la que estuviste involucrada una vez, ¿a qué te referías?
     
    Todos nos hemos visto en situaciones difíciles. Yo siempre antepongo la calidad de mi trabajo, pero hace poco me vi en una situación que me hizo pensar. Me ofrecieron un trabajo que no me interesaba y el realizador era debutante y lo tenía todo muy claro, él sabía que era lo primero que hacía y que no sería lo mejor del mundo ni mucho menos, era su intento, y él era una persona muy bonita.

    El personaje era algo que no me aportaba nada en mi carrera (o a lo mejor sí, una nunca sabe), pero lo hice porque necesitaba el dinero. Y no soy la única que lo hubiera hecho. No es lo normal en mi trabajo, yo sacrifico mucho por la calidad de lo que hago. Por ejemplo, hace tiempo que no hago nada en la televisión cubana.

    ¿Porque no te interesa?

    Siento que la televisión cubana es vergonzosa por el nivel en que ha caído. Ya yo casi no veo televisión, antes lo hacía para ver por dónde iban las cosas, cómo trabajaba la gente, pero ya ni eso. No sé por qué se gastan dinero haciendo series que no valen la pena, sin embargo, hay tanto talento aquí de la gente que escribe, los que dirigen, los que actúan… pero el resultado de esos programas es malo.

    ¿Y dónde está el problema entonces?

    En el mecanismo de la televisión. Yo siento que no tienen la infraestructura necesaria, o sea, los recursos para pagarle a ese talento. Hay mucha gente trabajando en el ICRT que no tiene por qué estar allí, no quieren trabajar y entorpecen a los que sí. Y esto que te digo es de hace cinco años, ahora, según me cuentan, está peor. Sencillamente están dejando caer nuestra televisión al piso, no sé por qué. Ese es el principal medio de entretenimiento de los cubanos, que actualmente apenas van al cine.

    El cubano siempre se ha reído de sus problemas, en todas partes del mundo eso pasa y no es nada relevante. ¿Entonces por qué aquí hay temas que no se pueden tocar, palabras que no se pueden decir? Es muy difícil hacer humor en televisión, y hacer un dramatizado también.

    A mí eso me da mucha pena porque en Cuba tenemos tantas cosas que contar, y estamos viviendo un momento maravilloso porque los procesos de crisis y cambios generan muchas ideas en el arte. Es un buen momento para la creación, sin embargo, nosotros estamos dormidos.

    ¿Crees que en el cine y el teatro es diferente esa situación?

    Acabo de ver una obra de teatro: Antigonón, una puesta en escena valiente, increíble, me encantó. Por supuesto, una vez más la respuesta estaba en manos de Carlos Díaz, director de El Público.

    ¿Tú estás haciendo teatro?

    Hace tiempo que no lo hago porque he estado enfrascada en el cine, he tenido una racha muy buena filmando varias películas en el último año. Estoy muy agradecida porque he aprovechado mucho este tiempo que me ha ayudado a crecer profesionalmente con personajes de categoría.

    Después de La película de Ana hice Esther en alguna parte, La pared de las palabras, Vestido de novia y Espejuelos oscuros. Esta última es un filme de Jessica Rodríguez, una muy joven directora cubana y muy talentosa. Los protagónicos éramos Luis Alberto y yo.

    Mañana me entregan el guion de un filme que comenzará a rodar Chijona.

    ¿Te gustó lo que hiciste en Espejuelos oscuros, de qué va la historia?

    Me encantó lo que hice. La película sucede en cuatro épocas de la historia de Cuba: la Guerra de Independencia, los años 50, los 70 y la actualidad. Una mujer vive en una casa, en medio de la nada, y escribe historias de cada persona que llegue a ella. No puedo adelantar más. La película es independiente y está aún en postproducción.

    Recientemente has sido dirigida por mujeres: Marilyn Solaya en Vestido de novia y ahora Jessica. ¿Se siente alguna diferencia al ser dirigida por mujeres?

    Para mí no hay tal diferencia. Podría inventarte un discurso ahora, pero no. Se trata de formas de trabajo con personas diferentes. La química que se crea con el director no tiene que ver con género. Simplemente hay profesionales mujeres y hombres más o menos capaces.

    ¿Qué te hace escoger un personaje?

    Que esté bien desarrollado, que tenga una historia interesante, completa dentro de la trama. Todos son diferentes, uno aprende con la investigación para lograr el personaje. En La pared… yo hago una esquizofrénica, y he investigado mucho con los enfermos de siquiatría, gracias a la doctora Dalia, del Calixto García, y al doctor Douglas.

    Esa investigación nos sensibiliza, nos toca, porque vemos realidades con las que quizás nunca hubiéramos chocado de no estar involucrados en este trabajo. Es un trabajo bonito y doloroso. Los actores tenemos que crear un mecanismo que nos involucre y a la vez nos salve de eso.

    Al final de La película de Ana ella descubre una pasión mientras revisa las imágenes grabadas. ¿Tú también has tenido la inquietud de escribir o dirigir?

    Sí, pero nunca lo llevo a cabo. He tenido ideas, me interesa mucho la memoria del cine de nuestro país, pero el trabajo del director es tremendo, me gusta escribir, de hecho tengo un blog, pero eso requiere de una disciplina que no tengo. En algún momento será.

    Recuerdo que Ana decía que a ella le interesaban cosas que la motivaran, que la sacaran de su rutina. ¿Qué te motiva a ti, qué te hace soñar?

    Ahora me motiva mucho mi hija, que tiene 11 años. Ese es mi motor impulsor, me preocupa su futuro, que sea una mujer feliz, que pueda estudiar lo que quiera, que piense lo que quiera, me preocupa que sea una mujer libre.

    Mi motivación es entregarle a ella lo que yo pueda para que se le abran esos caminos, para educarla mejor. Ahora lo que más me mueve es mi futuro personal, claro que quiero seguir siendo actriz, pero pienso mucho en el amor, con mi pareja, con mi familia, mi hermano, mi madre, a quien quiero darle la mejor vida que pueda y disfrutar estos años con ella.

    Me preocupa la prosperidad, no solo lo material, sino sentir que me muevo libremente, que hago proyectos, viajar y llevar a mi hija para mostrarle los lugares que me gustan, compartir en familia, eso me motiva.


    (Fuente: Cubasí)


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