ACTUALIDAD

Con los ojos abiertos: El libro de Sergio Trabucco sobre el nuevo cine chileno y latinoamericano

Por Cristián Galaz
Lo primero, decir que este es un libro sorprendente, en muchos sentidos. Lo que parece formalmente una estructura lineal en el tiempo (así se nos presenta con títulos y subtítulos que avanzan año por año) es por el contrario un relato que va dando saltos hacia atrás, hacia adelante, hacia arriba y abajo en un constante movimiento alocado, como si nos dejáramos llevar por el libre divagar de la conciencia.

Y esto sorprende también, porque una estructura aparentemente caótica sostiene un relato armónico que nunca confunde al lector, el que siempre sabe donde está situado. No se como lo hace. Concluyo que este es libro que es como el mismo Sergio (de hecho a ratos me parecía estar frente a él viéndolo hablar y gesticular) y creo que nadie más que él podría haberlo escrito de esa manera. Y se agradece. Porque su lectura captura, es un libro muy entretenido, y no se puede perder el hilo porque el camino está sembrado de atracciones.

Esto lo hace un texto apasionado y apasionante, narrado como un laberinto de Borges o más precisamente como Cien años de soledad, en sentido figurado, como la novela de García Márquez, (quien además por cierto está estrechamente ligado al cine latinoamericano), por sus historias dentro de las historias, con cuentos de tonos surrealistas que a ratos no se pueden creer. Como esa escena que describe una insólita reunión con José Daire (dueño en ese momento de Chile Films) que comienza en su oficina y termina en un peligroso tugurio y con el empresario en fuga. O los detalles del secuestro del famoso futbolista Alfredo di Stefano en Venezuela, y tantos otros jugosos episodios. Y como Cien años de soledad también en sentido literal, porque al final queda esa sensación, la de un protagonista que ha vivido un siglo lleno de amistades y compañerismos que hoy se han convertido en soledad. (O ¿será que fue así como yo lo leí y lo sentí?)

Este libro que dice ser una historia del cine latinoamericano es en realidad otra cosa (y aunque en esto no hay engaño porque su autor lo advierte ya en el título, solo que el lector no se imagina lo que viene), porque esta historia es mucho más que eso, es mucho más que una crónica, un análisis, una descripción de una actividad en un determinado tiempo histórico. Es una historia que a ratos bien podría ser una ficción por sus increíbles anécdotas. Pero no solo por eso, sino porque su narración, en primera persona, nos lleva por un viaje emotivo, emocionante, visceral a veces, desgarrador otras tantas. Y tiene la estructura narrativa de la ficción, con un planteamiento, presentación de un personaje protagonista viviendo un equilibrio precario, con objetivos de héroe clásico, lanzado luego a la aventura y con un desarrollo de peripecias sorprendentes e insospechadas, un punto climático muy alto y un final emocionante.

Sergio, su autor y protagonista, nos muestra este relato sin prejuicios, con la mente abierta, sin conclusiones preconcebidas, es un héroe que se ve a sí mismo como un anti héroe. El relato es vertiginoso, pero también hay espacio a la reflexión, y se agradece. Esta reflexión se da con un personaje ausente que vuelve constantemente como un fantasma. Es el cubano Alfredo Guevara (hombre clave de la Revolución y el cine cubano),  con él conversa,  discute, pelea, se reconcilia, y vuelve a discutir. Es un interlocutor permanente que articula reflexiones y grandes tensiones del relato. Hay por cierto una infinidad de otros personajes, cientos me atrevería a decir, personas que hacen la historia y de los cuales el autor habla con cercanía y amistad. Esto es una de las características del relato que impresiona, pero quienes conocen a Sergio mínimamente sabrán de su enorme capacidad de conocer personas y convertir ese conocimiento en amistad entrañable.

Es un relato lleno de acción y no exento de humor, a veces combinados en un  mismo episodio, como en la secuencia en donde Miguel Enríquez, el máximo dirigente del MIR, le entrega personalmente  una misión casi imposible que debe cumplir en Bolivia.   O aquella escena entre Patricio Mans y Pablo Neruda en la que discuten sobre el nombre de un proyecto cinematográfico. No daré mas detalles porque no quiero contar la película y matar la sorpresa, solo les invito a disfrutarla.

Y también contiene misterio, en cuotas importantes dadas por los episodios en donde los muertos se comunican con los vivos a través  de médiums y sesiones de espiritismo, comunicaciones que resultan cruciales incluso para salvar la vida de nuestro héroe. Un héroe que tiene el don de la ubicuidad pegado a la piel, que le permite estar presente en los más variados hechos históricos, ahí mismo, al lado de los protagonistas. Como aquel día en que Salvador Allende, en el balcón de la Fech se dirige a la multitud en su discurso de triunfo al ganar las elecciones del 70. Sergio estaba ahí a su lado, filmando cada detalle. Tu libro me produjo en este sentido una insana envidia Sergio. Es que debes reconocer que tuviste el privilegio de vivir una época singular que pareciera contener toda la historia del continente en un puñado de años.

Es una largometraje, no hay duda, una súper producción histórica. Pero lo que la hace increíble es que todo lo que narra tiene carácter documental, realmente ocurrió. Y Sergio lo trae con detalles para que lo apreciemos y valoremos, también lo pone en perspectiva y en contexto haciendo que acontecimientos y personajes brillen para nosotros. De tal modo que este relato con enfoque y punto de vista personal es también un relato sobre la historia de nuestro continente, la historia de sus luchas incesantes, de movimientos sociales y políticos, de caudillos y dirigentes, pero también de valientes militantes de a pie a los que nuestro héroe se asocia con más identificación que con los primeros. Así, esta historia sobre cine latinoamericano nos muestra en concreto una de las tesis invisibles del autor, cual es que cine y política nunca pueden ir por separado en la historia. En efecto, Sergio demuestra con infinidad de hechos como el cine ha estado ligado a la historia política del continente, en un maridaje a veces feliz y otras francamente mal avenido, pero es un matrimonio que aun no se ha divorciado.

El relato avanza y desfilan los acontecimientos históricos, los gobiernos de Frei Montalva y Allende, la formación del MIR, la revolución cubana, el peronismo, la invasión yanqui a República Dominicana, la caída del muro de Berlín…, acontecimientos que siempre están asociados a películas, directores, productores, técnicos, actores y actrices.  El relato de este período de la historia crece enmarañando al cine, política y luchas sociales hasta fusionarlos. Sergio se despliega por el continente y por su historia, nadie queda fuera, incluso se las arregla para describir a cuenta gotas la historia de Hugo Chávez el líder de la Venezuela bolivariana, desde que es un muchacho hasta su muerte.

Un episodio especial y que marca uno de los puntos altos del relato es el Tacnazo, el alzamiento militar del 29 de junio de 1973, tan solo a semanas del fatídico 11 de septiembre.  Me permito complementar este relato con uno que nos contara hace muy pocos días atrás en una conversación con Hugo Medina después de ver la película que protagonizara junto a Marcelo Romo. Me refiero a Queridos compañeros, una joya de Pablo de la Barra que tuvimos la oportunidad de ver en un ciclo organizado por la Fundación Miguel Enríquez. Cuenta Hugo Medina que ese 29 de junio los pilla en medio de la filmación de la película. Como el argumento contiene un asalto a un banco, la producción tenía armamento para las escenas. La cosa es que ese armamento era real solo que se usaba sin munición. Entonces Hugo y Marcelo, al enterarse del intento de golpe, le piden las armas y municiones a Pablo de la Barra y se van, ellos dos solos, a cumplir con su deber militante, con las pistolas bajo sus ropas de personaje pues no alcanzaban a cambiarse. Llegan al teatro Municipal, lugar donde llegarían los demás compañeros. Pero estos se demoran más de lo convenido. En eso pasa una marcha improvisada de obreros, pobladores y estudiantes que al reconocer a los famosos actores los incorporan a la marcha con vítores triunfales, una marcha que va engrosándose y que enfila en dirección a la Moneda cercada por los militares golpistas. La cuestión es que en una de las calles cercanas pasan por un diario opositor al gobierno (no recuerdo cual en este momento), y desde las ventanas superiores del edificio alguien le dispara varios tiros a la marcha. Se produce el desparramo y Marcelo Romo sin pensarlo dos veces se oculta detrás de un poste, saca su arma de personaje y comienza a disparar hacia la ventana de donde vienen los tiros. Por poco eso se convierte en una masacre, solo sofocada por las noticias de la rendición de los golpistas. La ficción se confundió con la realidad a tal punto que luego la película misma incorporará escenas de ese día grabadas por el equipo de filmación que finalmente se reencontró con los actores protagónicos y continuaron el rodaje con escenas documentales. Notable. Que quede para una segunda edición de este libro, corregido y aumentado.

Pues bien, más allá de una infinidad de anécdotas, historias y sub historias, Sergio hace un recuento pormenorizado de cientos de películas, de diversos países de América Latina, estrenos que van marcando el pulso de la narración y que aportan sentido a los que se nos cuenta.

En relación a una de ellas me permito agregar un dato que me concierne  y aportarlo al relato, un dato referido a una película del gran Sergio Bravo, un maestro del cine nacional. Me refiero a una película suya llamada No Eran Nadie, una historia medio ficción medio documental basada en el testimonio de Malva Hernández, que en este libro se detalla como la madre de un joven chileno detenido desaparecido. Pues bien, agrego que  ese joven chileno se llama Rodrigo Medina Hernández, estudiante de filosofía y militante del MIR, que fue detenido el 27 de mayo de 1976 cuando había cumplido recién los 18 años. Lo se bien porque fue mi amigo de infancia, adolescencia y juventud. Nada está olvidado.

El libro contiene una infinidad de escenas y episodios inolvidables, electrizantes incluso, que erizan los pelos, como los referidos a la detención de Sergio y su milagrosa escapada de la muerte. Así como lo que vendrá después en su exilio con otra salvada por los pelos, gracias a su casamiento exprés con su compañera de vida la destacada periodista Faride Zerán.

Hacia el final de la lectura se instala la sensación de haber leído una novela histórica finamente labrada hasta en sus más mínimos detalles. Realmente un privilegio para las nuevas generaciones contar con este relato, un trabajo descomunal.

Por último decir que el desenlace de la historia, como buen final de película, es emocionante. Y tal como lo expresa certeramente el autor rescata algo invaluable, la historia de una par de generaciones que se embarcaron en grandes proyectos porque fueron capaces de pensar en los demás antes que en sí mismos, algo que es difícil encontrar hoy en este presente un tanto árido del cine nacional. Es por eso tal vez que me quedó aquella sensación de soledad de la que hablaba antes, una soledad que este libro nos permite espantar en buena parte, sabiendo que lo diferente si ocurrió alguna vez y que la vida de los que aman es mucho más interesante y entretenida.

(Fuente: www.elmostrador.cl)