El pasaje de «los medios» (en realidad sistemas de comunicación) a un entorno audiovisual multipantalla
es, probablemente, el fenómeno más relevante que signa la transición
del siglo XX al XXI y habrá de ser aún más determinante en este. El
campo audiovisual es en la actualidad el núcleo de la convergencia
tecnológica, empresarial y de mercados.
El audiovisual
«tradicional» —cine, televisión, video— converge por un lado con el
universo de la telemática y las telecomunicaciones y por el otro, con la
informática e Internet, dando lugar a una serie de nuevos productos y
servicios de alto valor agregado, así como a nuevos actores que
intervienen en todos estos campos. Es de notar que todos los circuitos e
innovaciones convergentes tienen por terminal una pantalla. Pero, a
uno y otro lado de los campos audiovisuales tradicionales y más allá de
la convergencia, existen procesos, actores, instituciones y funciones
que involucran diferentes intereses y marcos normativos difíciles de
armonizar entre sí.
La articulación del cine y la televisión con la realidad multimedia y la multiplicidad de pantallas, es también el pasaje al multilingüismo.
Si los lenguajes antes demarcaban campos mediáticos y soportes
diferenciados, la articulación e interacción entre todos ellos;
Internet, cine, televisión, videojuegos, textos escritos, sonidos,
música, imágenes de generación digital, comic, fonogramas, fotografía,
etc. hacen del multilingüismo tecnológicamente modulado, la principal forma de comunicación y expresión, en particular entre los sectores adolescentes y juveniles.
Asistimos
a una multiplicación de los circuitos de distribución-difusión de
distinto tipo de informaciones y productos culturales, todos ellos
convertidos por igual en bits merced a la digitalización. En la
actualidad son los procesos de reproducción-circulación, de orden
técnico, los que ejercen la hegemonía del campo cultural relativizando
la importancia de la producción original. En este contexto, el
audiovisual y, quienes controlan dichos circuitos, concentran un enorme
poder simbólico en orden a producir, distribuir y regular los
dispositivos sociales de construcción de sentido y, por ende, de control
social.
Estos fenómenos plantean una serie de desafíos inéditos a
las políticas e instituciones públicas de comunicación, educación y
cultura, en tanto la conversión de informaciones, conocimientos y bienes
culturales en mercancía, la concentración y la formación de poderosos
conglomerados multimedia de alcance global, son las tendencias de las
fuerzas del mercado libradas a su propia dinámica. También reclaman la
formación de una ciudadanía audiovisual, como parte de la educación en materia de TICs.
La multiplicación de los circuitos electrónicos de distribución de bienes culturales dirigidos al enterteinment
y/o la información y el dominio de los mercados mundiales respectivos
por quienes ejercen el control sobre aquellos, así como la producción de
contenidos simbólicos en economías de escala y su circulación
transfronteras, imponen restricciones al desarrollo endógeno de
conocimientos, tecnologías y bienes culturales en los países que actúan
preponderantemente como importadores en los rubros comprendidos por las
TICs.
Esto sucede a pesar de que en Internet existan cada vez más espacios que acogen a la simpática figura del prosumidor
—mezcla de consumidor con productor de informaciones e imágenes en
movimiento— celebrada como demostración de una democratización de nuevo
cuño, alumbrada por las TICs. De manera semejante a las revistas que
hace decenios popularizaban la técnica con el slogan «hágalo usted
mismo», el crecimiento exponencial de la circulación de obras
audiovisuales en las redes, en su mayor parte producidas por jóvenes no
profesionales, no puede llevar a omitir que las industrias que
comprenden al campo audiovisual extendido —cine, televisión, video,
videojuegos, informática, telecomunicaciones y la misma Internet— siguen
siendo controladas por el puñado de actores que protagonizan los
procesos de conglomerización y globalización.
Las
articulaciones entre cultura, educación y comunicación constituyen un
campo complejo sobre el cual no existe un consenso unánime en cuanto a
su delimitación conceptual. Pese a que se cuenta con numerosos
antecedentes, tanto investigativos como de experiencias prácticas de
intervención y se asume su relevancia pedagógica, educativa, cultural y
social, la producción teórica marcha muy a la zaga de una realidad cuya
principal característica es un aceleramiento de las transformaciones
tecnológicas.
Producto del entrecruzamiento de dos campos
fundamentales de producción y distribución de informaciones y
conocimientos; el de la educación y la comunicación, la Educomunicación y
la Formación en Recepción Crítica de Medios, tienen un potencial de
retroalimentación enriquecedor de ambos, tanto en las dimensiones
teórica, epistemológica y metodológica, cuanto en lo referido a la
vocación de intervención social y cultural. De hecho, el pasado reciente
de América Latina da cuenta de experiencias de «Comunicación Popular»,
«Comunicación para el Desarrollo» y «Educación Popular» que, no
inscriptas en la educación formal ni en la institucionalidad de la
comunicación de masas, ni en las políticas culturales hegemónicas, han
enriquecido las reflexiones teóricas y metodológicas sobre las
articulaciones en juego a partir de prácticas socialmente
transformadoras.1
Pese a que los tiempos y las
realidades de la región son hoy diferentes, se asiste a mutaciones sin
precedentes en los campos arriba citados. La crisis de los sistemas
educativos formales apenas se está remontando y la concentración
multimedial extrema es recién ahora objeto de revisiones críticas. En la
Argentina esta revisión ha dado lugar a un nuevo y paradigmático marco
normativo, la Ley No. 26 522 de Servicios de Comunicación Audiovisual.2
que pone en marcha un proceso de cambios, el cual genera las
condiciones propicias para responder a los desafíos que plantea el siglo
XXI al desarrollo de la sociedad.
Por primera vez la
legislación argentina sobre medios audiovisuales confiere particular
atención a la relación de los mismos con la infancia, tanto con miras a
la protección efectiva de sus derechos como al estímulo a su desarrollo
cultural, en correspondencia con las recomendaciones de los documentos
internacionales en la materia, entre ellos la Convención Internacional
de los Derechos del Niño, que tiene rango constitucional en el país.3
La
formación de receptores analíticos y críticos de los medios para que
puedan ejercer sus derechos a la libertad de elección y de expresión
autónoma, sigue siendo un desafío pendiente de respuesta. No se percibe
aún que la educación para los medios —vinculada a la construcción de
ciudadanía, a los procesos de formación de valores y a las
transformaciones imprescindibles que debe adoptar la escuela— esté
siendo encarada de manera sistemática.
Sin la comprensión de las
nuevas formas de comunicación que tienen lugar con la revolución
digital y los procesos de convergencia tecnológica, empresarial y de
mercados, los cambios en las relaciones sociales de poder y la
reestructuración de los diferentes campos del quehacer social que ello
implica, las posibilidades de una inserción plena de los ciudadanos en
la, denominada por algunos autores, «sociedad del conocimiento», se ven
severamente limitadas, al igual que el ejercicio de derechos
fundamentales.
Cómo asumir la incorporación de los medios de
comunicación audiovisuales y las TICs a los procesos de enseñanza
aprendizaje, tanto en la educación formal como no formal; cuáles habrán
de ser las estrategias que la orienten y los cambios educativos
necesarios para lograr que la misma redunde en beneficio de la sociedad,
antes que de algunos grupos y sectores —entre los cuales se cuentan las
poderosas multinacionales productoras-exportadoras de tecnologías
(hardware y software)— constituyen algunas de los interrogantes sin
responder.
Una educación que permita enfrentar los cambios
culturales y sociales en los procesos de comunicación e información
audiovisual; preparar a los docentes y estudiantes para responder a los
retos que la complejidad de las sociedades impone y formar ciudadanos
participativos y capaces de sostener los valores democráticos desde sus
prácticas cotidianas, han de ser competencias transversales incluidas
por la currícula, tan importantes como los «contenidos» de las distintas
«materias». Ello reclama el diseño de planes y programas de
capacitación, actualización y especialización en las diversas
disciplinas que comprende el campo audiovisual y las TICs, de los
distintos actores involucrados.
El enfoque para el abordaje de estos procesos se sustenta en seis ejes de política comunicacional fundamentales:
•
La desconcentración de la actual estructura de propiedad hiper
concentrada en unos pocos grandes conglomerados multimediales privados,
en casi todos los países de América Latina.
• La descentralización
territorial de una estructura de producción de radio y televisión
históricamente centralizada en las ciudades capitales, en el caso de
Argentina la ciudad de Buenos Aires y zona metropolitana de la Provincia
de Buenos Aires.
• La apertura a la diversidad cultural e
informativa, mediante el estímulo a la participación de pluralidad de
actores sociales en la producción y emisión de discursos audiovisuales y
el acceso a las frecuencias, restringido a las empresas comerciales y
el Estado. En el caso de Argentina la Ley 26 522 establece que el
espectro de frecuencias se repartirá en tres tercios; uno para las
empresas privadas, otro para el Estado (nacional, provincial y
municipal) y el tercero para las Organizaciones Sociales sin Fines de
Lucro (ONGs).
• El fomento a la producción nacional y local,
realizada tanto por los canales de TV como por productores
independientes, con la fijación de porcentajes mínimos de programación
nacional, propia y de terceros, tanto en televisión como en radio.
•
La formación audiovisual de las audiencias y la capacitación,
actualización y especialización de los productores, directores,
técnicos, enfatizando en los docentes, niños, niñas, adolescente y
jóvenes.
• La investigación y el desarrollo en materia de tecnologías y contenidos.
En el caso de la Argentina, varios de estos cambios permiten aseverar que existe una Política Nacional de Comunicación
de signo democratizador, acompañada por el impulso a la innovación en
el campo educativo y en el de la investigación científica a través de
una serie de planes y programas. Sin embargo, la aplicación del Art. 161
de la Ley 26 522 —referido a la desconcentración multimedial— está en
suspenso desde su promulgación en 2010, debido a la larga serie de
«recursos de amparo», interpuestos por la corporación multimediática
Clarín que son avalados por jueces «amigos».
Las investigaciones
sobre estos temas realizadas en los últimos años en algunos países de
América Latina, arrojan datos que permiten entrever algunos matices en
materia de Educomunicación en los diferentes países estudiados,
de acuerdo a sus características históricas, socioeconómicas y
culturales particulares. En todos los casos, se observa la diversidad de
actores que irrumpen en este escenario. En México, la participación de
organizaciones de la sociedad civil constituye a este sector en un actor
muy fuerte y diverso. En el caso de la Argentina las experiencias son
incipientes, débiles y dispersas y la información sobre las mismas es
fragmentaria y no sistematizada.4 Puede afirmarse que, pese a
los avances realizados en los últimos años en las políticas de
comunicación, de educación y de cultura, ellas todavía mantienen
pendiente una deuda en esta línea de acción.
La falta de
sistematicidad de las experiencias emprendidas y la poca integración de
sus actores, parece ser un rasgo frecuente de los escenarios regionales
de la Educomunicación. Asimismo, se detectaron insuficiencias en
materia de intercambio y cooperación horizontal entre los protagonistas
de estas experiencias, hecho que obstaculiza las posibilidades de
enriquecimiento colectivo. Un reto en ese sentido, es desplegar
distintas iniciativas que contribuyan a visualizar y sistematizar estas
experiencias, promover vínculos entre los implicados y crear espacios de
diálogo que permitan la retroalimentación tan vital para el desarrollo
de este campo. Las asimetrías a su interior, en cuanto a recursos,
alcances, o relaciones de poder, ponen en riesgo la posibilidad de
consolidar sus acciones. Incluso la naturaleza de las agendas de estas
agrupaciones, las pone en riesgo permanente de una intervención del
Estado o, en su caso, de las corporaciones mediáticas si las acciones de
capacitación son vistas como amenaza a sus intereses sectoriales.
No deja de ser una paradoja que, mientras crece la conciencia de la necesidad de la Educación para los Medios o Educomunicación,
plasmada en leyes y declaraciones de origen público o estatal, la
tendencia al aumento de la institucionalización de las experiencias
recae mayormente en organizaciones de la sociedad civil. Ellas se
expresan de manera particular en la habilitación de instancias de
captación y profesionalización creciente de docentes, estudiantes y
otros actores sociales vinculados al quehacer educativo, cultural y
social con los niños, niñas, adolescentes y jóvenes.
Esto
problematiza las prácticas predominantes en los campos de la educación y
la cultura, que los conciben de manera compartimentada y aislada de los
medios masivos de comunicación, se trate de la cultura «erudita» o de
la pronunciada inclinación al espectáculo de algunos gestores culturales
públicos. Dentro de las nuevas concepciones que se abren paso, no sin
dificultades, está comprobado que no es posible obviar la poderosa
influencia de los medios masivos de comunicación en la formación de los
gustos, los hábitos de consumo material y simbólico, así como la
percepción de la realidad y formas de racionamiento de los ciudadanos,
que son a la vez audiencias y consumidores.
Más que transmitir
información, la función educativa de la escuela contemporánea debe
dirigirse a formar habilidades que permitan a los alumnos enfrentar la
información fragmentaria recibida y la reconstrucción de las
preconcepciones acríticas, formadas por la presión reproductora del
contexto social, a través de mecanismos y medios de comunicación cada
día más poderosos y de influencia más sutil (Aguaded Gómez. 2000).
En
ese sentido, es necesario precisar que las respuestas a los problemas
planteados, no se reducen a incorporar la televisión, el video o las
TICs a las aulas como recursos instrumentales de enseñanza, sino
en su carácter de nuevo campo de conocimiento —por ende
multidimensional— a fin de potenciar una formación cultural que permita a
los ciudadanos desenvolverse en forma lúcida, en el contexto social
mediático en que viven. Brindar los recursos que les posibiliten tomar
conciencia del papel de los medios en la vida social; reconocer los
mecanismos técnicos y la simbología a través de los cuales éstos seducen
al espectador; promover criterios de valor que permitan diferenciar y
seleccionar aquellos productos de mayor calidad; sacar a la luz los
intereses económicos, políticos e ideológicos que están detrás de toda
empresa y producto mediático y dar visibilidad a los actores que los
medios hegemónicos invisibilizan o estigmatizan, son algunos de las
cuestiones fundamentales a tener en cuenta.
En síntesis, se
trata de lograr una apropiación crítica y creativa de las TICs y el
audiovisual, en tanto campos de conocimiento, que se oriente a
transformar las relaciones de poder dentro y fuera de las instituciones
de enseñanza y promover formas de convivencia social integradoras,
enriquecedoras, participativas y solidarias.
Notas
1
Velleggia, Susana (Comp.) AA.VV. «El Video en la Educación No Formal en
América Latina», CICCUS-AECI, Buenos Aires y Gumucio Dagron, Alfonso y
Tufte Thomas (Comp.) «Comunicación para el Cambio Social», Consorcio
de Comunicación para el Cambio Social, New Jersey, Estados Unidos, 2008.
2 Ver:http://www.afsca.gob.ar/ley-de-servicios-de-comunicacion-audiovisual-26-522/
3
Veáse un panorama bastante completo de los instrumentos jurídicos e
instituciones internacionales sobre los derechos de los niños en:
http://www.crin.org/espanol/ley/mecanismos_indice.asp
4
Véanse al respecto las síntesis de los dos estudios realizados por la
FNCL en siete países de América Latina en:
http://www.cinelatinoamericano.org/fncl.aspx?cod=1.
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Susana
Velleggia: Cineasta y socióloga. Especializada en televisión educativa y
gestión cultural. Directora y creadora del Festival Internacional de
Cine, «Nueva Mirada» para la Infancia y la Juventud. Presidenta de la
Asociación Civil Nueva Mirada. Autora de filmes y programas de TV
premiados en varios festivales internacionales. Realiza investigaciones
sobre audiovisual e infancia y formación de nuevos públicos para la
FNCL.